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La mirada helada
La única forma de establecer una reconciliación en un pueblo fracturado por la violencia es saber la verdad, leer las páginas de ese libro para a continuación arrancarlas. Euskadi es una tierra admirable que tiene como principal activo a su gente, noble y emprendedora. Desgraciadamente, la irrupción en escena de ETA en los 60, una escisión del nacionalismo vasco tradicional, el PNV, que defendía el independentismo con la violencia armada, hizo que la convivencia fuera una utopía y que se estableciera una ley del silencio impuesta por la izquierda abertzale (el embrión en democracia de Herri Batasuna) que con sus métodos extorsionadores y crímenes sembraran la semilla del miedo y que la gente pacíficamirara hacia otro lado, en su inmensa mayoría por temor a una represalia. Su vecino podía pertenecer al entramado etarra, o viceversa, a la policía.
El atentado mortal en Madrid del presidente del Gobierno, Carrero Blanco, en el crepúsculo del franquismo (1973) situó a ETA en portada de la prensa internacional, como un IRA del sur de Europa. Un total de 829 muertos suman su trágico historial durante 43 años. La Transición fue un periodo de actividad irrefrenable y no había día que no se produjera un atentado a miembros de los cuerpos de seguridad del Estado o del Ejército, como cada cierto tiempo un secuestro. Pero mientras el punto de mira se ponía mediáticamente en ETA había una realidad paralela, un terrorismo de Estado entre 1983 y 1989 que se saldó 27 muertos y decenas de torturados. Ya en tiempos de la UCD desde los servicios de inteligencia y del Ministerio del Interior se toleraba la réplica de cuerpos paramilitares de extrema derecha como la Triple A y el Batallón Vasco Español. Más de 60 asesinados, muchos sin vinculación con la organización terrorista.
Con la arrolladora victoria del Partido Socialista en 1982, Felipe González aseguró en el Congreso que ETA tendría respuesta con sus mismos métodos. Solo Juan Mari Bandrés (EuskadikoEzkerra) y Santiago Carrillo (PCE) pusieron el grito en el cielo porque su discurso llevaba implícito un apoyo a la guerra sucia. En los pasillos de la sede parlamentaria se comentaba que se había hecho en Italia con las Brigadas Rojas, o en el Ulster con el IRA. Y aquí es cuando se empieza a actuar con policías mercenarios y guardias civiles del temible cuartel de Intxaurrondo en San Sebastián, que se infiltran en el santuario del País Vasco francés. El CSID, servicio de inteligencia, tenía conocimiento de estas operaciones y por supuesto Interior, cuyo máximo responsable era José Barrionuevo.
El primer caso (poco después sería el secuestro erróneo de Segundo Marey confinado diez en una cabaña de la localidad cántabra de Beranga) fue el de los jóvenes José Antonio Lasa y JoxiZabala. Su historial terrorista se reducía a un frustrado atraco, a la colocación de una bomba en una torreta eléctrica y al lanzamiento de un cóctel molotov contra los juzgados de Tolosa. Secuestrados en Bayona fueron retenidos en Intxaurrondo pero siguiendo las instrucciones del teniente coronel Galindo se les trasladó al Palacio de la Cumbre, unas instalaciones abandonadas de la Guardia Civil, donde fueron salvajemente torturados. La película 'Lasa y Zabala' dirigida por Pablo Malo y estrenada en 2014 da fe de ello. El interrogatorio pretendía arrancarles pistas sobre el paradero del capitán de Farmacia, Alberto Martínez Barrios, que había sido secuestrado días antes por ETA. Las atrocidades a las que fueron sometidos no dieron resultado. Estos principiantes de 20 y 21 años no tenían dato alguno de esa acción. La autopsia que se efectuó doce años después se pudo practicar a los cuerpos cuando fueron identificados ofrece una idea de las atrocidades que sufrieron durante interminables días. En las notas del antropólogo forense aparecen fotografiadas mandíbulas con dientes arrancados de cuajo, dedos aplastados y los restos óseos reflejan que fueron sometidos a quemaduras. En los dibujos del especialista también figura el estado de los cadáveres al ser encontrados, maniatados y amordazados con gasas y vendas.
A la vista del lamentable estado en el que quedaron los dos etarras, Galindo -que había sido testigo personal de las torturas-, con el conocimiento del gobernador civil de Guipúzcoa, Julen Elgorriaga, quien también asistió a los interrogatorios ordenó que dos guardias que habían participado en el secuestro de Bayona, les llevaron a un paraje de la localidad alicantina de Busot y cavaron una fosa. El primero les disparó tres tiros en la cabeza. Después los enterraron cubiertos con cal viva.
Es conveniente este breve recordatorio para poner el énfasis en que no existen víctimas de primera (ETA) y no víctimas del terrorismo de Estado (GAL). Esto viene al caso por el reciente debate televisivo en la EiTB de los candidatos a las elecciones vascas y en el que sucedió el momento que será recordado de la campaña. El presidente del PP vasco y exministro de Sanidad, candidato a lehendakari (lo tiene mal por las encuestas) manifestó en voz alta lo que en su partido piensan: solo existen unas víctimas, las de ETA. Alonso retuerce la realidad y omite el terrorismo del GAL durante el mandato de Felipe González que apoyaba la AP de Manuel Fraga. A su lado se encontraba Pili Zabala, la candidata de Podemos y hermana de Joxi Zabala. “¿Entonces no me considera víctima a mí?” Se le mudó su sonrisa de hiena, de cínico. Los cinco de segundos de mirada helada de Pili Zabala se convirtió en un silencio eterno que evocaba dignidad. El tartamudeo del arrogante Alfonso Alonso ante su mirada explica más de un capítulo de la historia negra de España. Tal revuelo se formó en las redes sociales que el candidato del PP se vio obligado 'con la boca pequeña' a rectificar.
La vida de Pili Zabala (Tolosa, Gipuzkoa, 1968) dio un vuelco con 15 años. El asesinato de su hermano marcó para siempre la vida de la candidata de Podemos, lo que no impidió para que fuera crítica con la izquierda abertzale como ha reconocido Arnaldo Otegi que ha entendido que la independencia se puede reivindicar con la palabra (EHBildu). Zabala está vinculada desde entonces al ámbito de la reconciliación y convivencia hasta afianzar la paz en Euskadi. El inmovilismo del PP apela al revanchismo y a la política de enfrentamiento. La sociedad vasca es madura.
La única forma de establecer una reconciliación en un pueblo fracturado por la violencia es saber la verdad, leer las páginas de ese libro para a continuación arrancarlas. Euskadi es una tierra admirable que tiene como principal activo a su gente, noble y emprendedora. Desgraciadamente, la irrupción en escena de ETA en los 60, una escisión del nacionalismo vasco tradicional, el PNV, que defendía el independentismo con la violencia armada, hizo que la convivencia fuera una utopía y que se estableciera una ley del silencio impuesta por la izquierda abertzale (el embrión en democracia de Herri Batasuna) que con sus métodos extorsionadores y crímenes sembraran la semilla del miedo y que la gente pacíficamirara hacia otro lado, en su inmensa mayoría por temor a una represalia. Su vecino podía pertenecer al entramado etarra, o viceversa, a la policía.
El atentado mortal en Madrid del presidente del Gobierno, Carrero Blanco, en el crepúsculo del franquismo (1973) situó a ETA en portada de la prensa internacional, como un IRA del sur de Europa. Un total de 829 muertos suman su trágico historial durante 43 años. La Transición fue un periodo de actividad irrefrenable y no había día que no se produjera un atentado a miembros de los cuerpos de seguridad del Estado o del Ejército, como cada cierto tiempo un secuestro. Pero mientras el punto de mira se ponía mediáticamente en ETA había una realidad paralela, un terrorismo de Estado entre 1983 y 1989 que se saldó 27 muertos y decenas de torturados. Ya en tiempos de la UCD desde los servicios de inteligencia y del Ministerio del Interior se toleraba la réplica de cuerpos paramilitares de extrema derecha como la Triple A y el Batallón Vasco Español. Más de 60 asesinados, muchos sin vinculación con la organización terrorista.