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El patrimonio lingüístico, una tarea pendiente

Hace varias semanas se celebraba en una librería de Santander una conferencia sobre la toponimia tradicional, a la que acudieron decenas de personas interesadas por saber más sobre la denominación de los pueblos, los barrios y los accidentes geográficos de Cantabria.

El interés que despiertan estas temáticas ha dejado de ser motivo de sorpresa desde hace tiempo. Es ya una realidad que cada vez más gente valora y quiere conocer la riqueza cultural que representa nuestro patrimonio lingüístico y sus manifestaciones. Lo vemos con claridad quienes andamos detrás de la organización de cursos de cántabru desde hace más de una década, que hemos visto cómo la participación aumenta cada año y cómo la percepción general sobre el tema ha ido cambiando significativamente.

Se ha abierto una puerta al optimismo en un ámbito donde, sin embargo, es inevitable destacar lo negativo y mantener motivos para la preocupación. Nuestro patrimonio lingüístico se encuentra en grave peligro de desaparición, tal y como lo catalogó la UNESCO en su Atlas de Lenguas en Peligro, y seguirá estándolo mientras no se tomen medidas para evitarlo. La conservación y puesta en valor de una riqueza cultural como ésta no puede dejarse únicamente en manos de asociaciones y personas voluntarias. Se hace cada vez más necesaria la implicación de las instituciones autonómicas en la protección de nuestra variante lingüística propia.

Y poner en valor una riqueza cultural de estas características, aunque no debería ser necesario decirlo, implica ir más allá de la mera recopilación de palabras o vocabulario autóctono. Es necesario y urgente fomentar y facilitar la investigación del patrimonio lingüístico cántabro, continuando la importante labor que lingüistas de prestigio como Ralph Penny o Francisco García González iniciaron hace décadas, y que son la base de lo que conocemos hoy.

Proteger el patrimonio lingüístico es una tarea pendiente porque implica también dignificar una forma de comunicarse que ha estado profundamente estigmatizada, considerada erróneamente como una deformación del castellano o una manifestación de incultura. Los estudios, la investigación y la propia lógica confirman la evolución del patrimonio lingüístico cántabro a partir del latín y su parentesco con el sistema lingüístico astur-leonés (donde todas las demás variantes tienen mayor reconocimiento institucional). Hoy conocemos con certeza que el cántabru es la evolución del latín en Cantabria, sabemos que aún permanece vivo, que es un patrimonio de una riqueza inmensa, y también que puede desaparecer si no se hace nada para protegerlo. 

En este contexto, de creciente interés y mayor urgencia, desde Alcuentru apostamos por abrir un debate que conduzca al reconocimiento legal de nuestro patrimonio lingüístico por parte de las instituciones autonómicas. Toca explorar el cómo se materializa ese reconocimiento, cuál es la fórmula más adecuada y más eficaz para impedir que la forma de hablar de nuestros abuelos y abuelas se pierda para siempre. Pero tenemos claro que, si queremos conservarlo, el momento es ahora.

Hace varias semanas se celebraba en una librería de Santander una conferencia sobre la toponimia tradicional, a la que acudieron decenas de personas interesadas por saber más sobre la denominación de los pueblos, los barrios y los accidentes geográficos de Cantabria.

El interés que despiertan estas temáticas ha dejado de ser motivo de sorpresa desde hace tiempo. Es ya una realidad que cada vez más gente valora y quiere conocer la riqueza cultural que representa nuestro patrimonio lingüístico y sus manifestaciones. Lo vemos con claridad quienes andamos detrás de la organización de cursos de cántabru desde hace más de una década, que hemos visto cómo la participación aumenta cada año y cómo la percepción general sobre el tema ha ido cambiando significativamente.