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Nuestras playas
Hay preguntas tramposas. Las técnicas para manipular encuestas son infinitas pero a veces basta con camuflar el asunto para que la respuesta parezca evidente. ¿Está usted a favor o en contra de actuar para que se mantengan las playas? A priori, nadie querría que desaparezcan. Ese es el pretexto del Ayuntamiento de Santander para defender a capa y espada una actuación que presenta grandes interrogantes, según los expertos.
A esa pregunta que formuló hace casi una década la Universidad de Cantabria, el 90% de los santanderinos respondió que sí. El proyecto de los espigones para estabilizar las playas de la Magdalena y Los Peligros va camino de convertirse en un polémico debate simplista entre los STV (santanderinos de toda la vida) y los que, de antemano, hacen de este colectivo que defiende la construcción de los espigones, una especie de monstruo sin escrúpulos y antiecologista, capaz de permitir que se destroce el litoral con tal de que la familia, como viene siendo tradición, pueda seguir chapoteando en sus playas.
El Ayuntamiento de Santander y el Gobierno de Cantabria saben de sobra que tiene un tinte sentimental y lo están explotando como munición para el ataque. “Si no se actúa, las playas de la Magdalena, Bikinis y Peligros serán historia” advierte el alcalde, Íñigo de la Serna, que acusa al consejero de “boicotear” el proyecto a pesar de que Oria dijera en el Parlamento que lo recurre “con todo el dolor de su corazón” porque “todos nos hemos bañado en estas playas”.
Si tenemos que decidir sobre un asunto tan delicado por las veces que hemos pisado la arena o hemos nadado en las playas de la bahía, mal vamos. ¿Cuántas ruedas de prensa convoca el Ayuntamiento para hacernos perder el tiempo? ¿Cuántas veces ha informado a la prensa sobre el proyecto de estabilización de las playas desde que el Ministerio dio luz verde al informe de impacto ambiental? Ninguna.
De la Serna mantiene que el Gobierno oculta informes que avalan la obra, pero por alguna extraña razón, esos documentos siguen bajo llave. Sus argumentos no hacen más que ahondar en la idea de que hay gato encerrado. Leemos que podría provocar cambios en las mareas y afectar al tráfico marítimo y que es una actuación agresiva y paisajísticamente llamativa. Nos dicen los organismos competentes, que no hay garantía suficiente para salvaguardar el Puntal y la desembocadura del Miera y al Ayuntamiento sólo se le ocurre, desde su percepción conspiranoica, decir que el Gobierno de Cantabria paraliza la construcción de los espigones por la satisfacción que le produce “machacar” al PP. La experiencia nos dice que el mensaje constructivo puede no llegar nunca mientras la solución a la pérdida de arena se enquista.
Por favor, que se pronuncien los ingenieros del Instituto de Hidráulica, técnicos de la Universidad de Cantabria, gente preparada que ha redactado los informes y que conoce alternativas menos agresivas. Demuestren que la Universidad está al servicio de la sociedad como dice el eslogan y no se escondan cuando la opinión pública se hace eco de la noticia porque, el futuro de nuestro ecosistema, merece ese debate. Se necesita información para responder a las encuestas. Datos, variables e informes que nos permita posicionarnos desde el conocimiento y la responsabilidad.
Las veces que Íñigo de la Serna ha recorrido los arenales o los baños que se ha dado el consejero, no son garantía de nada.
Hay preguntas tramposas. Las técnicas para manipular encuestas son infinitas pero a veces basta con camuflar el asunto para que la respuesta parezca evidente. ¿Está usted a favor o en contra de actuar para que se mantengan las playas? A priori, nadie querría que desaparezcan. Ese es el pretexto del Ayuntamiento de Santander para defender a capa y espada una actuación que presenta grandes interrogantes, según los expertos.
A esa pregunta que formuló hace casi una década la Universidad de Cantabria, el 90% de los santanderinos respondió que sí. El proyecto de los espigones para estabilizar las playas de la Magdalena y Los Peligros va camino de convertirse en un polémico debate simplista entre los STV (santanderinos de toda la vida) y los que, de antemano, hacen de este colectivo que defiende la construcción de los espigones, una especie de monstruo sin escrúpulos y antiecologista, capaz de permitir que se destroce el litoral con tal de que la familia, como viene siendo tradición, pueda seguir chapoteando en sus playas.