Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Una vez cada cuatro años no es suficiente
El movimiento de los comunes responde a uno de los aspectos más chocantes del neoliberalismo: el “pillaje” del Estado y los oligopolios privados de lo que pertenecía al dominio público, al Estado social o seguía en control de las comunidades locales
Este año hay elecciones municipales y se nota, en los pueblos no iba a ser diferente. Cuatro años de legislatura dan para mucho, pero siempre es más eficaz dejar “lo bueno” para el final, que los electores tengan presente antes de ir a las urnas todo lo que se está haciendo en los ayuntamientos mostrando cambios que se materialicen en acciones concretas. Hay tantas versiones como podamos imaginar, lo importante es que sea algo fácilmente identificable y que se lleve a cabo en los últimos meses de la legislatura para que los votantes lo tengan fresco en la memoria. Alquitranar las calles, construir parques infantiles, cambiar las farolas, asistir a eventos de las asociaciones locales o hacerse fotos sacando al santo en las fiestas de los pueblos.
Lo importante es contarlo en los medios de comunicación locales, generar píldoras informativas de cada pequeño gesto, alimentar la imagen del buen hacer y barrer debajo de la alfombra todo aquello que no interesa: invisibilizarlo, ignorarlo, hacer como si nunca hubiera ocurrido. A esto se le suma el hecho de que hace tiempo que estamos acostumbrados a que las redes sociales sean auténticos escaparates promocionales para muchos políticos, unos son más de Facebook, otros de Twitter, pero el objetivo final siempre es el mismo: obtener seguidores que se puedan convertir en posibles votantes. La lógica de los públicos, las audiencias y la construcción social de la propia imagen como marca. A veces da la sensación de que es más importante contarlo que hacerlo.
En mi opinión, la participación ciudadana en la vida política no debería reducirse a una vez cada cuatro años. Además del derecho a ejercer el voto, hay muchas ocasiones en las que fomentar vías de participación de la vida en común. Si bien el medio rural se ha visto afectado por los mismos procesos históricos que el urbano y se halla inmerso en un mismo contexto histórico, social y económico, se puede desarrollar una mirada situada que nos permita atender cuestiones particulares, como es el caso de los “comunes” vinculados a la toma de decisiones y a la participación social.
Los términos “comunes” o “bienes comunes” se han utilizado, no solo para referirse a los terrenos comunales, sino también para traducir luchas, prácticas, derechos y formas de resistencia que se oponen a los procesos de privatización y mercantilización que se han desarrollado desde finales del siglo XX. El movimiento de los comunes es también una respuesta al neoliberalismo y la apropiación de los oligopolios y del Estado de lo que hasta ahora pertenecía al dominio público o seguía en control de las comunidades locales. Este paradigma de los comunes toma una especial fuerza simbólica y práctica en el ámbito rural en nuestros días ya que, todavía hoy, en muchos pueblos se siguen administrando bienes y terrenos comunales.
Aunque sabemos que no se convocan muchos Concejos en Cantabria (algunos de ellos ya sustituidos por Juntas Vecinales o directamente administrados por los ayuntamientos debido, entre otras cosas, a la pérdida de población), siguen constituyendo una potencia para el diálogo. En la última década he escuchado todo tipo de argumentos sobre este tema: “al concejo solo se va a discutir”, “no se arregla nada”, “nadie quiere conflictos con los vecinos”. Pero, últimamente, también escucho muchos otros a favor de convocarlos: “lo mejor es que hablemos todos en el concejo sobre el tema”, “no vale resolver los problemas en la barra de un bar, hay que ir a concejo y decirlo allí”, “si vamos a concejo nos enteramos todos a la vez de las cosas”.
¿Por qué no reinventar estos espacios de gestión de lo común? Quizás como espacios y tiempos para la transparencia, la escucha, el diálogo y también, por qué no, para el conflicto. No tenemos que estar todos de acuerdo, esto es evidente, pero sí deberíamos de tener la oportunidad de poder expresarnos y poner sobre la mesa aquellas cuestiones que nos afectan. En cualquier caso, independientemente de los partidos políticos, las personas se siguen organizando de manera más o menos informal para canalizar sus reivindicaciones.
En este último tiempo, encontramos algunos ejemplos con la oposición ciudadana a los polígonos eólicos en Cantabria. En el caso de la zona donde vivo, cuyo puerto de montaña se vio afectado por el proyecto del polígono eólico La Coteruca que acaba de obtener un informe ambiental desfavorable, fuimos un grupo de vecinas y vecinos de los pueblos afectados los que recogimos firmas para poder presentar alegaciones en tiempo y forma. Lo hicimos cuando nuestro ayuntamiento aún no se había posicionado, cuando algunas de sus Juntas Vecinales favorecían las charlas de las empresas promotoras y no las de las plataformas ciudadanas. ¿Cómo les vamos a hablar de comunidades energéticas donde un pueblo pueda autogestionar su energía limpia sin pasar por la especulación de estas empresas? Sigo pensando que es necesario articular nuevas formas de gestión “comunitaria” y democrática de los recursos comunes (culturales, naturales, del conocimiento, tecnológicos, etc.) más responsable, duradera y justa.
Hay muchos proyectos que están trabajando en este sentido en las zonas rurales en Cantabria, facilitando la participación de las y los habitantes del territorio que es un primer paso, ahí está la asociación juvenil La Bardal por ejemplo, abriendo vías para trabajar con jóvenes rurales en cuestiones que les importan como la vivienda, la red de transportes públicos o la contaminación de los ríos de sus pueblos. Una institución educativa como Unate es un claro referente de cómo trabajar procesos abajo arriba junto a personas mayores rurales, para que opinen sobre temas que les atraviesan como el envejecimiento activo, la soledad (deseada y no deseada) o las redes de cuidados a partir de una visión compleja del territorio. Desde hace muchos años que conozco de primera mano la implicación en el ámbito rural de La Ortiga Colectiva, facilitando talleres en torno a la cultura comunitaria y las ruralidades, espacios para compartir ideas, debates y proyectos junto a personas que no tienen nada que ver (o sí) con nuestra experiencia, trabajo, grupo de edad, ideología o procedencia. Todas ellas prácticas horizontales que facilitan, no solo el contacto y la comunicación entre instituciones y habitantes, sino también la constancia necesaria para mantenerlas vivas más allá de una vez cada cuatro años.
El movimiento de los comunes responde a uno de los aspectos más chocantes del neoliberalismo: el “pillaje” del Estado y los oligopolios privados de lo que pertenecía al dominio público, al Estado social o seguía en control de las comunidades locales
Este año hay elecciones municipales y se nota, en los pueblos no iba a ser diferente. Cuatro años de legislatura dan para mucho, pero siempre es más eficaz dejar “lo bueno” para el final, que los electores tengan presente antes de ir a las urnas todo lo que se está haciendo en los ayuntamientos mostrando cambios que se materialicen en acciones concretas. Hay tantas versiones como podamos imaginar, lo importante es que sea algo fácilmente identificable y que se lleve a cabo en los últimos meses de la legislatura para que los votantes lo tengan fresco en la memoria. Alquitranar las calles, construir parques infantiles, cambiar las farolas, asistir a eventos de las asociaciones locales o hacerse fotos sacando al santo en las fiestas de los pueblos.