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El refuerzo de la estructura de otro edificio del centro de Santander cuestiona de nuevo el urbanismo de los años 40

El número 6 de la calle Juan de Herrera de Santander tiene problemas estructurales, lo que ha vuelto a traer a la palestra el tipo de construcción con que volvió a erigirse el centro de Santander tras el incendio de la capital en 1941.

La reconstrucción de Santander hace más de 80 años estuvo presidida por un movimiento especulativo que desplazó a las clases populares a la periferia, acaparó solares y levantó edificaciones que excedían en altura a lo proyectado con materiales de baja calidad, propios de una situación de posguerra y restricción de materiales, pero también de la corrupción del momento.

El edificio de Juan de Herrera no ha sido objeto de desalojo, aunque sus bajos comerciales se encuentran cerrados y en algún caso vallados. Según ha confirmado el Ayuntamiento de Santander, la comunidad de propietarios está acometiendo un refuerzo de la estructura del edificio como consecuencia de las patologías detectadas. Uno de los comercios ubicados en el lugar se ha trasladado ya a la próxima calle de San Francisco.

Esta zona es especialmente sensible a problemas estructurales que en ocasiones provocan desalojos. Es el caso del edificio correspondiente al número 13 de la calle Isabel II, que fue desalojado y clausurado en junio de 2020 tras comprobarse el mal estado de uno de los pilares del entresuelo y a petición del técnico responsable de las obras de refuerzo estructural que se estaban realizando. Este inmueble está próximo a su recuperación tras un largo período en obras.

Precisamente, a raíz de este siniestro, el Ayuntamiento anunció 600.000 euros en ayudas a comunidades de vecinos para que encargaran informes técnicos de sus inmuebles. La medida pretendía afectar a 131 edificaciones del centro de la ciudad que databan de la reconstrucción.

Más casos

Nada más cruzar la calle, el propio edificio consistorial, una de cuyas partes data de los años 60 del pasado siglo, también tiene problemas estructurales, como denunciaron el pasado año los sindicatos del Ayuntamiento de Santander. Un informe interno municipal alertaba de la situación y proponía tomar medidas para asegurar la estabilidad del edificio, dado el mal estado de la cimentación del mismo. El Ayuntamiento no fue desalojado y se apuntaló la planta-sótano.

Más hacia el oeste de la ciudad pero en la misma acera, el edificio correspondiente al número 10 de la calle Amós de Escalante, tuvo que ser desalojado dado que su estabilidad peligraba. Corría el año 1996 y las obras en un edificio colindante produjeron el colapso de dos pilares del número 10. Los vecinos tuvieron que vivir durante meses fuera de sus casas, el edificio fue recalzado y los promotores de las obras aledañas fueron condenados por la justicia.

Sin embargo, el caso más traumático ocurrió en la Plaza de Alfonso XIII, en las inmediaciones de la Catedral. Allí, el trágico derrumbe del Hotel Bahía en 1992, siniestro que costó seis vidas, fue el caso más notorio que evidenció no solo el precario estado constructivo de los edificios, sino una manera de construir en Santander en donde las peticiones de los licitadores al Ayuntamiento no se hacían por vía oficial, sino por carta personal al alcalde. Eran 14 hectáreas de solares devorados por el fuego a disposición de la voracidad especulativa.

El Hotel Bahía, vuelve a estar ahora en su sitio, 'clonado' de aquel otro que se vino abajo cuando los trabajadores procedían al derribo de la tabiquería interna, pero la sospecha sobre la estabilidad de los inmuebles del centro, con sus terrazas con más alturas de las debidas y retranqueos, sigue bajo sospecha.

No solo se caen en Santander, o han de ser derribados una vez declarada su ruina, los inmuebles que datan de mediados del siglo XX. La inmediaciones del centro de la capital de Cantabria sigue siendo objeto de derribos y desalojos por el mal estado de inmuebles con estructura de madera. Este es el caso del reciente desalojo de un inmueble en la calle San Matías. Sin embargo, el Cabildo de Arriba, justo enfrente del Ayuntamiento de Santander, es el gran punto negro del urbanismo santanderino. Tras una sucesión de derribos, desplomas e incendios, el barrio no ha recibido intervenciones en los últimos años y sigue deteriorándose.

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