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ENTREVISTA

Rosa Montero, escritora y periodista: “Hacer una ley de información es peligrosísimo, es una ruleta rusa”

La escritora y periodista Rosa Montero.

Olga Agüero

Santander —

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Después de cerca de 2.000 entrevistas a personajes como el ayatolá Jomeini –tapada hasta las cejas y prácticamente tumbada en el suelo para estar por debajo de él– Yasir Arafat o Richard Nixon, la periodista y escritora Rosa Montero (Madrid, 1951) defiende que el arte de la entrevista requiere documentación y memoria para reaccionar con datos inmediatamente ante respuestas incorrectas. Por eso dice también que “Silvia Intxaurrondo estuvo estupenda e hizo lo que tenía que hacer, porque ese es el verdadero periodismo”. En su última aventura editorial Rosa Montero ha viajado al final de los años setenta y los ochenta para rescatar su propia colección de crónicas y reportajes narrados con un audaz estilo literario que sigue cautivando cuatro décadas después. La mafia policial, el Nani, la gira de Miguel Ríos del 82, la epidemia de heroína, Manolita Chen, el Papa Juan Pablo II, el 23F, Kennedy y los abogados de Atocha despiertan del letargo de la hemeroteca para hilar el retrato de una época y un país.

Habla de un periodismo que ya no se hace “porque lleva mucho tiempo y es muy caro”. Un tiempo en el que viajó al “corazón negro” que tienen todas las personas, “a ese lugar terrible del sectarismo y del odio al otro”. Entonces los periodistas tenían claro que no estaban haciendo solo periodismo: “Queríamos empujar hacia una sociedad más libre, más democrática, más normal”. Hoy la amenaza de los algoritmos nos encierra en un mundo pequeño y frente a la desinformación y los bulos no se pueden matar moscas a cañonazos. Como se decía en la Transición, proclama que la mejor ley de prensa es la que no existe.

Su último libro es una recopilación de crónicas y reportajes publicados entre 1978 y 1988. ¿Qué le inspiró a querer publicarlas nuevamente? ¿Forman un relato enhebrado?

Todo fue pura casualidad. Hace un par de años se pusieron en contacto conmigo César Vallejo y Ángela Gallardo, que estaban haciendo un documental para RTVE –que ya se puede ver y recomiendo– sobre el juicio por la desaparición del Nani en 1978 y que fue importantísimo para la democratización de España, porque fue la primera vez que se sentó en el banquillo, se juzgó y se condenó una mafia policial que venía de las catacumbas del franquismo, de esas cloacas del Estado. Eran un comisario y varios inspectores que organizaban robos a joyerías con bandas de ladrones, a los que además asesinaban. Les ponían medallas por resolver robos. Yo había hecho las crónicas de este juicio para El País. Vallejo y Gallardo me pidieron que participase en el documental y les dije que me parecía genial pero que era un juicio muy complejo y no me acordaba de nada. Ni siquiera tenía las crónicas. Ellos me mandaron una copia y me las estudié. Cuando las leí me parecieron muy interesantes en el sentido de que eran un viaje en el tiempo, asomarse a un pozo de víboras, a las cloacas del Estado de una España que ya habíamos superado. Estos chicos me dijeron: “Deberías publicarlas”. Entonces pensé que igual había otros reportajes de la época interesantes desde el 78 al 88, diez años. Es curioso. Es como un viaje a Marte. Desde la España de entonces hemos cambiado tantísimo que se nos ha olvidado la España que era. Para hacerse una idea: hasta mediados de la década de los 80 no ha habido plena escolarización. Éramos un país paupérrimo, los fondos europeos nos han cambiado completamente. Teníamos 80 muertos por ETA al año. Era un país con asesinatos y amenazas constantes de la extrema derecha. En los periódicos y en las televisiones nos desalojaban día sí día no por amenaza de bomba. Una vez no se dio aviso y murió un trabajador de El País y dos más resultaron heridos. Vivíamos en un mundo tremendo, no había un desarrollo de derechos, ni una cimentación democrática. Es un viaje muy curioso.

¿Qué tal han envejecido esos textos?

Me sorprendieron varias cosas de mis propios textos, y es que la mayoría están escritos muy literariamente con recursos de novela. Solo que todo lo que cuentan es absolutamente verdad, porque puedes utilizar recursos de ficción para escribir periodismo pero tienes que ser meticulosamente documental. No puedes permitirte inventar nada. Por eso lo he titulado 'Cuentos verdaderos', porque parecen realmente cuentos. Ahora ya no se hace ese tipo de periodismo porque lleva mucho más tiempo. Tienes que documentarte muchísimo más, incluso en las cosas muy menores, y como ahora los medios está bajo mínimos, las empresas no pagan ese trabajo extra. Otra sorpresa es que los textos no están tocados, solamente he quitado las erratas, pero no he cambiado absolutamente nada. Ha sido muy agradable ver que me siento completamente identificada con aquella joven que escribía esas cosas. Tengo el mismo tipo de curiosidad, el mismo tipo de empatía, la misma mirada.

En relación al caso Nani y la mafia policial, en los ochenta había llegado la democracia pero se mantenían los vicios de la dictadura. Cuatro décadas después existe la llamada policía patriótica: ¿Queda trabajo por hacer?

Siempre hay de todo. Siempre hay corrupción en cualquier sistema, lo que no puede ser es impune, sistemática y estructural. Lo que era completamente distinto –que hoy no existe y que salió clarísimamente en el juicio del Nani– es que llevaran a los detenidos a la Puerta del Sol, que era donde estaba la Dirección General de Seguridad, y que todo el sistema colaborara para ocultar unas torturas que todo el mundo conocía. Esa es una diferencia inmensa y radical del sistema. Es imposible erradicar el asesinato, la corrupción y el abuso, pero todo el sistema tiene que organizarse para evitarlo y para descubrirlo, no al contrario. No para que esté metido dentro del sistema.

Todos teníamos clarísimo que no estábamos haciendo solo periodismo, teníamos clarísimo que los medios de comunicación movilizaban la realidad y construían país, y todos teníamos clarísimo que queríamos empujar hacia una sociedad más libre, más democrática, más normal

¿El periodismo era entonces más valiente?

Sí. Pero porque no teníamos más remedio, no es que fuéramos más valientes. Cuando las circunstancias te ponen ahí, tienes que hacer esa vida. Todos teníamos clarísimo que no estábamos haciendo solo periodismo, teníamos clarísimo que los medios de comunicación movilizaban la realidad y construían país, y todos teníamos clarísimo que queríamos empujar hacia una sociedad más libre, más democrática, más normal. Era algo que nos tocó vivir y nos adaptamos a ello.

El libro se inicia con un reportaje 'Se acabaron los paraísos' de 1978.  Habla de “un desencanto juvenil” en primer lugar político. “Yo no tengo nada que ver con la política”, dice Ramoncín, y añade que “las nuevas generaciones se sienten estafadas, marginadas, olvidadas”. ¿Remite al presente, a esos ciudadanos enfadados, desencantados que sucumben a los discursos de la ultraderecha? ¿Hay paralelismos?

En realidad son muy distintos. Entonces éramos unos ignorantes políticos y en democracia absolutos. Se había hablado mucho de las maravillas del mundo democrático, de Francia, y nos parecía que la democracia iba a ser la solución de la vida, un poco como el Brexit para los ingleses. Sin embargo, vino ese tiempo de la Transición que fue muy difícil. Esperanzado pero angustioso y muy duro. Era una sociedad sin desarrollo de derechos sociales, violencias brutales: en los primeros cinco años de democracia murieron en manifestaciones más de 50 personas. Ibas a manifestarte y te podía matar de un tiro o a palos la Policía o la extrema derecha. Había falta de seguridad, una subida del paro que afectaba más a la gente joven. No había estructuras sociales para dar apoyos ni becas. Estaba la epidemia de droga, una epidemia de heroína bestial en España. Más que el desencanto es que era un mundo muy duro, sobre todo para los jóvenes.

¿Y ahora?

Lo de ahora ni siquiera son solo los jóvenes, es todo el mundo. Tiene otro contenido estructural muy claro. Se ha agravado después de la crisis de 2008. Se salió de ella con una salida falsa, con el 25% de la población mundial empobrecida, que son justamente las clases media y baja que antes habían estado protegidas por el estado de bienestar. De repente ven que bajan de estatus, que sus hijos van a ser más pobres que ellos y que están pagando esa bajada durísima de calidad de vida, que se han metido en un hoyo social del que no van a poder salir y que los causantes de la crisis no solo no han pagado nada por ella sino que se han hecho más ricos. Desde 2008 ha vuelto a crecer la distancia entre ricos y pobres. Sienten que esta democracia no les representa, que no habla por ellos. Y es que tienen razón, es una crítica legítima. No es solo España, es todo el mundo. Lo malo es que como es gente que suele tener menos formación se dejan engañar por la falsa pureza y 'outsiders' que vienen de fuera del sistema porque piensan que este no les funciona. Es mentira, les están engañando. Son los Trump, Lepen, Milei.

En ese reportaje habla del punk. ¿Las tribus urbanas han sucumbido a la globalización, somos más iguales?

Aunque hay una tendencia a la uniformidad, las hay. Pero yo ya no estoy en ellas.

En el libro dice que la única teoría de la conspiración a la que podría adherirse es la de Kennedy. ¿Con los años ha cambiado su percepción de lo que fue el golpe de estado del 23F que también aparece en estas crónicas?

No ha cambiado, para nada. Siempre puede haber gente que en río revuelto han podido intentar acercarse, han podido nadar y guardar la ropa. Pero no en plan 'gran conspiración'.

También rescata la famosa gira de Miguel Ríos en el 82 junto a la crónica del viaje del Papa Juan Pablo II que se movía “como una estrella de rock”, según relata.

El libro lo he organizado de forma cronológica y van en el orden en que se publicaron porque he intentado modificar lo menos posible el contenido. Tiene mucha gracia porque detrás del reportaje de Miguel Ríos sale el del Papa. Las dos 'estrellas del rock', sí.

¿Añora volver al periodismo de trinchera?

Ni de coña, lo he hecho muchos años. Es una parte de mi vida pasada y no tengo ninguna gana.

¿Hay sucesores de este periodismo de los años 70 y 80? ¿Los periodistas ahora saben narrar con acierto lo qué pasa en la calle entre tanto periodismo de declaraciones?

Se está haciendo el periodismo en unas condiciones ínfimas y no da tiempo. Cuando he dado clases de periodismo siempre he recomendado que tuvieran ambición. Pero eso lo reducen a ser directora o director de un medio, ser presentador o presentadora del noticiero más importante, ser corresponsal en Nueva York… Ese tipo de ambición. Y yo me refiero a la ambición de hacer una pieza perdurable. Si haces periodismo escrito, hacer de ello literatura. La ambición de la belleza y del sentido. En el mundo periodístico hay pocos periodistas que tienen esa ambición. Aparte de eso ahora mismo se está trabajando bajo mínimos. Los periodistas son mujeres y hombres orquesta que tienen que estar haciendo papel, redes y YouTube, todo al mismo tiempo, y así no se pueden hacer bien las cosas. La crónica la tienes que escribir mientras la estás viviendo, muy rápido. Para el reportaje sobre la muerte de Kennedy estuve meses trabajándolo, haciendo también otras cosas, y después me fui tres o cuatro semanas a Estados Unidos a hacer entrevistas a la viuda de Oswald, a John Conally... –el gobernador que iba en el coche con el presidente–. Trabajar así es muy caro y las empresas ahora no apuestan por ello.

En alguna ocasión ha confesado que su género favorito es la crónica. ¿Por qué se siente más cómoda en él? ¿Por esa posibilidad de narrar con un estilo más literario?

No es que me sienta más cómoda, es que creo que la crónica es el periodismo por excelencia. La velocidad, la tensión, la adrenalina, todo para mañana. Eso es la crónica. Es apasionante, intenso. Tienes que intentar escribir algo único, bueno, que sea informativamente acertado, que no te equivoques, sin tiempo y encima hacerlo literario, con un toque personal y mandarlo en unas circunstancias dificilísimas. Terminas como si te hubiesen apaleado, sudando sangre. Es muy emocionante.

La primera entrevista que hizo fue con 8 años a su madre y en los periódicos se estrenó con Julio Iglesias en su primer verano de prácticas en un periódico de Alicante. El punto de partida de una dilatada trayectoria en entrevistas de personalidad. Wikipedia dice que su técnica como entrevistadora se estudia en las universidades de periodismo españolas y latinoamericanas. ¿Qué ingredientes le pone Rosa Montero a una buena entrevista?

Lo primero esencial es tener verdadera, genuina, auténtica curiosidad por el personaje e intentar mirar más allá del personaje público, de la primera fachada. Las entrevistas de personalidad son un viaje al otro. Hay que prepararse y documentarse, leer libros sobre el personaje o que haya escrito, hablar con gente que le conozca. Aprenderte casi de memoria esa documentación, para no tener que buscarla y si el personaje te dice “yo no he militado nunca en un partido” poder responder “usted estuvo tres meses en este partido en 1961 en no sé dónde”. Después, preparar solo el comienzo de la entrevista, los temas maestros, los que quieres tratar. Pero no las preguntas. A partir de ahí ir siguiendo el camino que cree la entrevista. Una vez hecho esto tienes que pasarte personalmente la cinta. Es tedioso pero vuelves a escuchar cosas que no te diste cuenta en el momento. Cada entrevista tiene su distinto calor, ritmo, tempo y, por lo tanto, su estructura y forma distinta de contarla.

Pero cuando el periodista corrige un dato al entrevistado, como hizo Silvia Intxaurrondo, se convierte en una polémica...

Silvia Intxaurrondo estuvo estupenda e hizo lo que tenía que hacer. Ese es el verdadero periodismo. Los políticos son perros viejos que han utilizado muchísimo algo tremendo. Les preguntabas y te decían: “mire usted” esto no es así porque en Suecia en 1957 hicieron un estudio…“  ¡y es mentira! se lo estaban inventando. Lo han hecho muchísimo. Ahora con los buscadores ya no tanto, es más difícil.

Uno de los viajes más grandes que he hecho en mi vida ha sido el viaje al corazón negro que tenemos los humanos, ese lugar terrible del sectarismo y del odio al otro que todos tenemos por algún lado, con alguien que había salido de ese viaje

Una de las entrevistas quizá más perturbadoras que ha hecho fue a un miembro de los GRAPO que asesinó a tres personas. Hace un tiempo levantó mucha polémica la entrevista de Jordi Évole al dirigente etarra Josu Ternera. ¿Es un debate complicado? ¿Debemos los periodistas dar un altavoz público a un asesino?

Depende de lo que vaya a decir el asesino. En el caso de este chico, Félix Novales, era una historia tremenda y fascinante. Tenía 18 años cuando entró en el GRAPO, en tres meses mató a tres o cuatro personas. En el primer asesinato entró en una farmacia y disparó dos tiros al farmacéutico. Cuando terminó, compró pasteles y una botella de cava barato para celebrarlo. Los detuvieron a los pocos meses. El GRAPO eran muy dogmáticos, muy ideológicos y muy turbios. Tenían en las cárceles células súper ideologizadas y seguían lavando la cabeza a los presos. Este chico cuando llevaba casi diez años empezó a cambiar, rompió con ellos, se quedó aislado en la cárcel y al cabo de 15 años escribió un libro en el que intentaba explicarse cómo era posible que un chaval de 18 años matara a un señor que no conocía de nada y lo celebrara con pasteles. Eso sí es fascinante e interesantísimo y es uno de los viajes más grandes que he hecho en mi vida: el viaje al corazón negro que tenemos los humanos, ese lugar terrible del sectarismo y del odio al otro que todos tenemos por algún lado, con alguien que había salido de ese viaje y que pensaba explicarse el por qué. Me parece interesantísimo hacer una entrevista así.

¿A Josu Ternera se la hubiese hecho?

No he visto la entrevista de Évole y no quiero opinar.

Usted es una mujer pionera en el periodismo. Todos los hombres que han pasado por el periódico Pueblo lo reivindican como una redacción mítica. Usted, en cambio, dice que ser mujer en esa “redacción de testosterona” era muy complicado.  

Los hombres de la redacción se acercaban para intentar saber si eras virgen o no, porque si deducían que no lo eras ¿por qué no te ibas a acostar con ellos, que eran maravillosos? Y si deducían que eras virgen se ponían de un paternalismo tremendo. Era un ambiente horrible. Salí huyendo. Primero me metí a trabajar en el departamento de documentación porque no soportaba el ambiente de la redacción y enseguida me marché, en cuanto me ofrecieron otro trabajo en el periódico Arriba, que debía tirar tres mil ejemplares y a la basura porque no se veía en ningún lado. Pero me ofrecieron hacer unas páginas centrales de actualidad con otros jóvenes de la Escuela de Periodismo y me parecía muchísimo más normal que Pueblo. Era otro mundo.  

Se ha avanzado en igualdad en las redacciones pero... ¿se enfrentan ahora las mujeres al edadismo? ¿Es su carrera profesional más corta?

Solamente en la televisión. En el resto da igual. Edadismo hay, clarísimamente. También cada vez hay más hombres en el mundo de la empresa que se operan y cuidan para seguir pareciendo jóvenes. Mira la cara de Biden. El edadismo sí que existe y hacia las mujeres en los medios tampoco tanto, es cada vez menos. Las mujeres no hemos llegado ya a la igualdad total porque no hemos llegado en ningún lado, pero están igualadas las oportunidades. Se nos educa a hombres y mujeres en el sexismo, así que nosotras también tenemos prejuicios, pero se ha avanzado muchísimo. Durante muchos años nos daba miedo coger puestos de poder y con razón, porque todo el mundo te lo hacía dificilísimo. Incluso donde antes había más mujeres era en Cultura y cada vez menos cuando te ibas a acercando a las secciones de poder como Nacional o Economía, donde no había ni una. Sigue habiendo cierta diferencia pero cada vez menos. Sin duda se ha avanzado. 

El algoritmo hace que recibas solamente aquella información que te interesa desde el sesgo que a ti te interesa. No recibes más que eso. Eso sí que es un peligro gravísimo porque terminas viviendo en un mundo hiper pequeño que tú crees que es el mundo

En tiempos turbulentos de desinformación y bulos ¿considera que hay que regular el sector de los medios de comunicación? ¿Qué hacer ante esta epidemia tóxica?

Lo tengo más que claro y lo hemos discutido varias generaciones de periodistas desde la época del franquismo: la mejor ley de prensa es la que no existe. No puedes hacer una ley de prensa, no puedes hacer una ley de información. Hacer una ley de información es peligrosísimo, es una ruleta rusa, es poner armas en manos ¿de quién? ¿Quién se arroga el poder de decidir qué se publica y qué no se publica? Ahora bien, lo que hay que hacer es reforzar lo que hay. La sociedad se tiene que defender con el Código Civil y el Código Penal, y lo que hay que hacer es desarrollar artículos frente a nuevas tecnologías, por ejemplo, donde se están haciendo cosas tremendas y no nos estamos defendiendo. Eso es lo que hay que hacer, y vamos muy por detrás en el desarrollo de leyes para defendernos, pero nada de una ley general de información.

Recientemente ha escrito que la era digital nos está ayudando a encerrarnos en mundos pequeñísimos que creemos que son el mundo entero. ¿Si los libros abren la mente, las redes sociales las están cerrando?

Sin duda, pero no solo eso. La tecnología es un instrumento y depende de cómo lo utilices. Las redes las pueden cerrar o abrir, pero me refería a que el 53% de los españoles se informan solo a través de las redes sociales y de internet. El algoritmo hace que recibas solamente aquella información que te interesa desde el sesgo que a ti te interesa. No recibes más que eso. Eso sí que es un peligro gravísimo porque terminas viviendo en un mundo hiper pequeño que tú crees que es el mundo. Es conduce a una aberración cognitiva muy grave y a un sectarismo feroz. 

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