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El Eje del Mal

20 de mayo de 2024 22:19 h

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Este fin de semana se han reunido en Madrid los nuevos fascistas del mundo. El Eje del Mal. No son otra cosa. No usemos las etiquetas que utilizan para esconderse. No son libertarios, ni mucho menos liberales, ni siquiera solo neoliberales: son la nueva cara del viejo fascismo, una mezcla diversa y confusa de ultracapitalistas, ultranacionalistas y ultras religiosos decididos a imponer su ideología a la fuerza y eliminar toda disidencia. Quieren destruir la democracia y hacerlo con las armas de la propia democracia. Repetir lo que consiguieron hace exactamente un siglo los nazis en Alemania. Llegar al poder por vías democráticas para después cerrarlas. No son invenciones ni exageraciones, estamos hartos de verlo, basta de ceguera, de tibieza. Está en el intento de golpe de Trump, en la llamada de Bannon a dar un golpe contra Lula, en el negacionismo del sistema electoral y de los crímenes de las dictaduras fascistas, en el señalamiento del rival que termina con un intento de magnicidio en Argentina o con un muñeco del presidente colgado y quemado en una plaza pública, como ha ocurrido en España. 

En nuestro país han querido hacer una nueva demostración de fuerza, de desprecio al contrario, de prepotencia, convocados por Vox a un cónclave en el que se ha citado a dios como argumento porque dios nunca se equivoca. En Madrid se han reunido los que están contra la protección de los trabajadores y los derechos de las minorías, los que atacan los avances feministas, los que niegan el cambio climático y la violencia de género, los que dicen que la justicia social es comunismo (aunque es una de las bases de las democracias modernas), algunos de los dirigentes más clasistas, homófobos, xenófobos y machistas del planeta: Marine Le Pen, Giorgia Meloni, Viktor Orban, el pinochetista José Antonio Kast, que prometía indultar a los criminales de la dictadura chilena, o el ministro israelí de la diáspora, Amichai Chikli, que defiende el genocidio en Gaza... 

Entre ellos, también Milei, que ha iniciado el desmantelamiento del Estado social en Argentina, recortando prestaciones, jubilaciones, sueldos de funcionarios e inversión pública. Así ha conseguido gastar menos de lo que ingresa, evidentemente, pero a costa de hundir un 19% el salario del trabajador medio, un 25% las ventas de los minoristas y un 11% las de los mayoristas, conduciendo el país al abismo de la estanflación, el consumo detenido y la inflación disparada. Milei ha llamado “corrupta” a la mujer del presidente Sánchez basándose en los bulos que difunde la ultraderecha. No se ha reunido con el presidente, a quien no piensa pedir disculpas, pero sí con los empresarios españoles que le han legitimado con una foto para la vergüenza. Cómo iban a faltar a la cita con el demente que quiere destruir el Estado social, la protección de los trabajadores, la justicia redistributiva y la democracia liberal misma. Los tiburones acuden al olor de la sangre. Han ido a ver qué les cae.

Nos están cayendo encima los destructores del Estado de derecho y el Estado del bienestar de la mano de las élites que les protegen, les dirigen, les financian. Las elecciones europeas auguran un avance inédito de la ultraderecha. La misma que está apoyando el genocidio en Gaza que cada día nos devuelve imágenes bestiales y desgarradoras de niños y adultos asesinados y heridos, y la destrucción total de la Franja. Mientras, continúa la represión cada vez más violenta en Estados Unidos de las manifestaciones contra el exterminio de los palestinos y en otros países europeos se sigue persiguiendo a los que protestan. Las llamadas democracias occidentales están demoliendo las bases mismas de la democracia en nombre de la democracia misma. Esta vez los aliados están con el Eje del Mal.

Cada día circulan por las redes miles de bulos xenófobos, homófobos, machistas y racistas de esa extrema derecha tóxica que quiere acabar con la democracia tal como la conocemos y que demoniza todas las ideas de  progreso que nos han hecho avanzar en las últimas décadas. Estamos viendo, paso por paso, la repetición de todos los gestos y posturas que llevaron a un estallido violento hace un siglo: polarización, crispación, desigualdad, precariedad, pobreza, la manipulación de una sociedad embrutecida por la propaganda y la violencia, en un contexto bélico con guerras en puntos neurálgicos como Rusia/Ucrania e Israel/Palestina que pueden llevarnos a un conflicto global, alentado por el discurso militarista. La diferencia es que entonces los movimientos fascistas estaban contra el sistema capitalista que había hundido a Occidente, y hoy los neofascistas quieren llevar el turbocapitalismo hasta sus últimas consecuencias, aniquilando el Estado del bienestar y los consensos de la Europa de posguerra y abocándonos a una deriva autoritaria que se propondrá como única salida cuando todo se hunda. 

Lo que está pasando es gravísimo porque nadie parece ser capaz de pararlo. La izquierda no consigue ofrecer soluciones materiales ni imaginar futuros mejores. Se refugia en luchas identitarias mientras la ultraderecha le roba la identidad. Ahora es la ultraderecha la que va de antisistema y la izquierda la que se queda descolocada intentando conservar lo que queda. La rebeldía se ha vuelto reaccionaria y nos está llevando al abismo de vuelta, con ayuda de las redes neocon, los medios de difusión del capital y una democracia que ha vuelto a dejar entrar en su interior a quienes quieren destruirla.

Este fin de semana se han reunido en Madrid los nuevos fascistas del mundo. El Eje del Mal. No son otra cosa. No usemos las etiquetas que utilizan para esconderse. No son libertarios, ni mucho menos liberales, ni siquiera solo neoliberales: son la nueva cara del viejo fascismo, una mezcla diversa y confusa de ultracapitalistas, ultranacionalistas y ultras religiosos decididos a imponer su ideología a la fuerza y eliminar toda disidencia. Quieren destruir la democracia y hacerlo con las armas de la propia democracia. Repetir lo que consiguieron hace exactamente un siglo los nazis en Alemania. Llegar al poder por vías democráticas para después cerrarlas. No son invenciones ni exageraciones, estamos hartos de verlo, basta de ceguera, de tibieza. Está en el intento de golpe de Trump, en la llamada de Bannon a dar un golpe contra Lula, en el negacionismo del sistema electoral y de los crímenes de las dictaduras fascistas, en el señalamiento del rival que termina con un intento de magnicidio en Argentina o con un muñeco del presidente colgado y quemado en una plaza pública, como ha ocurrido en España.