Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Están hasta los ovarios. Cada día son más las mujeres que alzan la voz para manifestar en redes, medios y actos públicos, que se han cansado de soportar el machismo, el maltrato, la discriminación y la desigualdad; que no quieren seguir aguantando peores sueldos y posición laboral, ni piropos, miradas, tocamientos y chistes sexistas, ni acoso en la calle y el trabajo, ni condescendencia o menosprecio de sus jefes, parejas y compañeros, ni miedo cuando pasean solas.
Están hartas de ser objetos sexuales en la publicidad, el cine, la música o la televisión, de ser llamadas putas si expresan su libertad sexual, de los comentarios sobre su aspecto o su belleza, de no poder gozar de su sexualidad sin que haya hombres que las persigan, de que las valoren más por sus atributos físicos que por su capacidad. Están hasta los ovarios de agacharse y agachar la cabeza, de callarse y someterse, de que las maltraten y las maten.
La semana pasada, la mismísima Madonna, ejemplo de emancipación e independencia, daba un emotivo discurso como mujer del año para la revista Billboard, en el que recordaba los insultos y humillaciones que ha tenido que soportar por querer ser libre. Apenas podía contener las lágrimas cuando recordaba cómo la habían llamado zorra y bruja por las mismas actitudes provocadoras por las que sus compañeros recibían felicitaciones. Si a una mujer tan poderosa, le ha costado tanto, qué no le costará a las demás.
De eso hablaron las mujeres que protagonizaron el Salvados de este domingo: de cómo la mujer sin hijos es menos mujer para la sociedad, de que las estigmatizan si eligen su carrera laboral por encima de la maternidad, de que tienen que ser al mismo tiempo madres, esposas, profesionales de éxito y bombas sexuales, de cómo les cuesta ser reconocidas y escuchadas, de lo difícil que es llegar a puesto de responsabilidad y de que los hombres acaten sus órdenes, de tantísimos problemas que sufren las mujeres por serlo.
Los mayores son la violación, el maltrato y el asesinato machista, que son consecuencia de todo el machismo anterior, como hemos dicho aquí otras veces. Sus vidas valen menos, por eso las matan más. Sus vidas son propiedad del hombre, por eso disponen de ellas. La sociedad las quiere menos, algunos criminales las odian más. Y así pasa lo que pasa, que tres mujeres han sido asesinadas por sus parejas en España este fin de semana en sólo 48 horas.
Este lunes, el Observatorio de la Violencia del último trimestre reflejaba que más de 12.000 mujeres al mes han denunciado maltrato, 426 denuncias al día, casi un 14% más que el trimestre anterior. No sabemos si hay más agresiones, pero sí que más mujeres se atreven a denunciarlas. Empiezan a levantar la voz porque se sienten un poco menos desprotegidas. Pero sigue siendo insuficiente porque luchan casi solas, sin apenas apoyo de la otra mitad de la población.
Y es intolerable que sea así porque los hombres no toleraríamos que nos lo hicieran a nosotros, pero toleramos que se lo hagan a ellas. A ningún hombre nos gustaría que nos mirasen el culo antes que el currículum, que nos pagasen menos y nos pegasen más, que nos metiesen mano bajo los pantalones y en el bolsillo, que nos echasen del trabajo por tener hijos o nos preguntasen por qué no los tenemos, que nos llamasen putas pero nos hiciesen posar como actrices porno, que nos siguiesen por la calle o nos dijesen que nos callemos, que no nos escuchasen cuando hablamos ni cuando pedimos auxilio.
Nosotros no toleraríamos que ellas nos violasen o nos matasen, pero no hacemos lo suficiente para impedir que los hombres las maltraten y asesinen. A los hombres no nos gustaría estar ni un solo día en la piel de las mujeres, por eso precisamente, tenemos que ponernos en su piel.
ESTE MARTES A LAS 10H EN WWW.CARNECRUDA.ES: LA REGLA, EL GRAN TABÚ
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Están hasta los ovarios. Cada día son más las mujeres que alzan la voz para manifestar en redes, medios y actos públicos, que se han cansado de soportar el machismo, el maltrato, la discriminación y la desigualdad; que no quieren seguir aguantando peores sueldos y posición laboral, ni piropos, miradas, tocamientos y chistes sexistas, ni acoso en la calle y el trabajo, ni condescendencia o menosprecio de sus jefes, parejas y compañeros, ni miedo cuando pasean solas.
Están hartas de ser objetos sexuales en la publicidad, el cine, la música o la televisión, de ser llamadas putas si expresan su libertad sexual, de los comentarios sobre su aspecto o su belleza, de no poder gozar de su sexualidad sin que haya hombres que las persigan, de que las valoren más por sus atributos físicos que por su capacidad. Están hasta los ovarios de agacharse y agachar la cabeza, de callarse y someterse, de que las maltraten y las maten.