Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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La izquierda, tan atea en la teoría pero tan católica en sus prácticas, nos ha vuelto a ofrecer una Semana Santa de pasión, calvario y crucifixión para la que no hay resurrección a la vista. El Domingo de Ramos, Yolanda Díaz presentó Sumar en Magariños como quien entra en Jerusalén, en loor de multitud, rodeada de la mayoría de izquierdas, incluidos cargos territoriales de Podemos pero no su cúpula, que no asistió porque la ministra no ha aceptado las primarias abiertas que le pedían. No ha hecho falta más para tener un nuevo cisma en la izquierda que tiene más cismas que la Iglesia porque para muchos es una religión monoteísta. De eso es de lo que tenemos que hablar: ni religión ni dioses ni mesías, la izquierda será laica y plural o no será. O pactan Podemos y Sumar o será Vox y PP.
Ya que hablamos de sumar, restar o dividir, la operación que multiplica es la papeleta con Yolanda Díaz al frente y Podemos dentro de las listas. Lo dicen las matemáticas. La vicepresidenta es la política mejor valorada en las encuestas, es la preferida por los votantes de izquierdas y ha conseguido el apoyo mayoritario de las fuerzas progresistas. Pero la opción de presentar por separado a Sumar y Podemos, como quieren los hooligans, es un suicidio. No solo porque la división resta con la ley electoral en la mano, también por la desmotivación y desmovilización de los votantes hartos de la enésima desunión de la izquierda. Nadie fuera de las turbas y las purgas tuiteras entiende que no se entiendan.
No se entiende que Yolanda Díaz diga que “no sería un fracaso” que Podemos y Sumar no se unan. Lo será. Tampoco se entiende a quienes quieren quemar a la ministra de Trabajo por hereje y bruja. Un plan sin fisuras. Convertir a la mejor candidata en traidora. Decir que ella es la muleta de Pedro Sánchez y Sumar es la marca que blanquea a los socialistas con el aplauso de las oligarquías y progresías mediáticas en una confabulación judeomasónica para acabar con la única alternativa auténtica. Esto ya lo hemos vivido pero cambiando el papel de los protagonistas. En 2015, Cayo Lara decía que Podemos le había hecho una “OPA hostil” a Izquierda Unida con la ayuda de las “alfombras rojas del sistema” para “adelantar a la izquierda por la derecha”. Entonces, Pablo Iglesias le llamó “pitufo gruñón” y dijo que “no sabía leer el momento histórico”.
Entonces, Iglesias leyó que era el momento histórico de superar a esa izquierda “tristona, amargada y ceniza” que se cocía en su “sopa de estrellas rojas” y se recocía en “la cultura de la derrota”. Ahora creo que es el momento histórico de superar una marca a la que han desgastado el acoso externo y el derribo interno. No para que se destruya sino para que se transforme. Podemos ya se transformó en Unidas Podemos. Todo el resto de Unidas Podemos se ha integrado en Sumar porque han visto lo que Iglesias vio en su retirada, que hay nombres que ahora restan. Las tendencia en las elecciones y los sondeos es mantener posiciones o perderlas. Pero esta izquierda dijo que venía a ganar, no a recocerse en sus derrotas.
Por eso creo que hay que sumarse a una nueva estrategia y por eso es necesario que se entiendan. Para no perder lo conquistado y conquistar lo perdido, incluso lo que nunca se ha ganado. Yolanda Díaz ya ha logrado reunir a rivales, restañar heridas, recuperar ilusiones y restaurar la transversalidad del primer Podemos. Pero no debe renunciar a atraer a los que faltan ni contribuir a la distancia. En las elecciones autonómicas y municipales no debería desear que Podemos se debilite para tener más fuerza negociadora, porque si la izquierda cae ahora, no hay milagro ni virgen redentora que la levante. Debería apoyar al partido con el que aún gobierna, para seducirlos para las generales y seducir a quienes les votan.
Podemos pide unas primarias abiertas. Pero recordemos que solo las utilizó el primero de sus muchos procesos de primarias. Hay otras fórmulas. Puede perfectamente sentarse en una mesa como hizo para formar Unidas Podemos y luego someter a sus bases los acuerdos que se obtengan. Podemos pide también respeto para Podemos. Pero el respeto no se le debe a los partidos, sus militantes o sus siglas, el respeto se le debe a los votantes. A la gente. Al país. Por ese respeto, Belarra, Montero, Díaz tienen la obligación de aparcar las diferencias personales y técnicas para encontrar una salida al callejón que nos conduce a la ultraderecha. Esto también es del primer Podemos: el partido es la herramienta de la gente y no viceversa.
Me diréis que no hay nada que hacer, que este muerto no resucita al tercer día. Pero yo no voy a contribuir a la hoguera que puede convertirse en pira funeraria. No quiero que la derecha coja las palomitas para ver cómo la izquierda despelleja a sus santas y venera a sus mártires. Me niego a ser un izquierdista tristón, amargado y cenizo. Podemos sumar. Pueden sumar. Deben hacerlo.
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