Carne Cruda Opinión y blogs

Sobre este blog

La Zona de Desinterés

6 de mayo de 2024 22:21 h

0

Los nazis llamaban “zona de interés” al área restringida que rodeaba el campo de concentración de Auschwitz, un término burocrático creado por las SS para esconder bajo un lenguaje impersonal el exterminio de más de 1 millón de personas. Martin Amis lo utilizó para una novela de la que se ha hecho una versión cinematográfica muy libre que ha ganado el Oscar a mejor película este año. En la zona de interés, la vida de las familias nazis transcurre apaciblemente a pocos metros del horror. Solo la columna de humo que sale de los hornos crematorios y los gritos lejanos de las víctimas avisan del infierno que sucede al otro lado de los muros del idílico jardín de los verdugos. El paralelismo con Palestina es evidente, lo recordaba el director de la película, el judío Jonathan Glazer, en su discurso ante la Academia de Hollywood. No hay más que pensar en la escalofriante frivolidad que fue celebrar un festival de música a unos kilómetros del campo de concentración al aire libre que es la Franja. 

Hoy las acampadas en las universidades de Estados Unidos contra el genocidio en Palestina son el humo de la chimenea. Ya que unos no quieren ver la humareda que dejan las bombas en Gaza, ya que otros escuchan impasibles los gritos lejanos de las víctimas mientras practican la jardinería, ya que nadie reacciona ante las imágenes de cuerpos desmembrados y casas arrasadas, han tenido que ser los jóvenes los que hagan señales de humo para enviar una llamada de socorro al planeta. Un S.O.S: “salvad nuestras almas”, por sus siglas en inglés. Porque se trata no solo de salvar las vidas de los palestinos sino de salvarnos a todos de la complicidad o la indiferencia. Se trata de salvar a la civilización frente a la barbarie. Se trata de sacarnos de la zona de desinterés en la que vivimos después de más de seis meses y más de treinta mil víctimas. 

Dos mil estudiantes han sido detenidos en Estados Unidos, donde la acampada de Columbia ha sido replicada en campus de todo el país, en una oleada de protestas que recuerda a las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Biden perderá las elecciones por esta causa y allanará el camino a la tiranía en su propia casa. En Alemania y Francia la policía ha desalojado sendas acampadas y reprime cada manifestación que se convoca, como también ocurre en Inglaterra. El gobierno germano ha vetado la entrada en su país del ex ministro griego, Yannis Varoufakis, que iba a participar en unas jornadas contra el exterminio que fueron clausuradas. Por orden de Alemania, los franceses impedían también la entrada en la Unión Europea del rector de la Universidad de Glasgow, un prestigioso cirujano palestino que venía a denunciar la masacre de sus compatriotas. El sentimiento de culpa por el Holocausto lleva a unos y otros a colocarse en el lado equivocado de la Historia. Lo pagaremos caro en forma de fascismo que ya toca a las puertas de Europa y está a punto de echarlas abajo en las próximas europeas. Es la democracia lo que está en juego, no es solo Palestina. Si Hitler invadiera hoy Polonia, los aliados se pondrían de su parte. 

Netanyahu ha invadido el territorio que le faltaba de un país que ya ocupa y los aliados le han dado apoyo moral y militar. Israel ha exportado su apartheid a Occidente con ayuda de las potencias europeas, que se llaman a sí mismas democracias mientras persiguen la libertad de expresión para ocultar una limpieza étnica. Ahora somos cómplices y víctimas de la máquina de represión y guerra. Ahora somos la zona de interés del Estado genocida. Los nazis limpiaron esa área de polacos para evitar toda resistencia. Están haciendo lo mismo en EE.UU. y Europa, y el Estado israelí también lo está haciendo en la Franja. Ha dejado a los periodistas internacionales fuera y está asesinando dentro a todos los periodistas palestinos que intentan romper la censura. El viernes celebrábamos el Día Mundial de la Libertad de Prensa con el anuncio del cierre de las oficinas de Al Jazeera en Jerusalén, Hoy Netanyahu ordenaba la evacuación de Rafah antes de arrasar la zona: su zona de interés. No quiere que haya testigos cerca que vean el humo de las bombas, que escuchen los gritos. 

Mientras Europa y Estados Unidos se deslizan hacia el fascismo en sus respectivas elecciones, lo único que puede salvarnos es luchar contra el silencio y a favor de la democracia, de los derechos humanos, de la libertad de expresión. No podemos seguir viviendo apaciblemente mientras masacran a todo un pueblo, mientras censuran a quien lo denuncia. Las acampadas deberían globalizarse y pasar de las universidades a las plazas. Tendríamos que salir de la zona de desinterés, mandar señales de auxilio, presionar a nuestros dirigentes, exigir a nuestro presidente en España que reconozca a Palestina, pedir a las izquierdas que se movilicen. Dejemos de mirar las flores del jardín mientras las chimeneas humean.

Los nazis llamaban “zona de interés” al área restringida que rodeaba el campo de concentración de Auschwitz, un término burocrático creado por las SS para esconder bajo un lenguaje impersonal el exterminio de más de 1 millón de personas. Martin Amis lo utilizó para una novela de la que se ha hecho una versión cinematográfica muy libre que ha ganado el Oscar a mejor película este año. En la zona de interés, la vida de las familias nazis transcurre apaciblemente a pocos metros del horror. Solo la columna de humo que sale de los hornos crematorios y los gritos lejanos de las víctimas avisan del infierno que sucede al otro lado de los muros del idílico jardín de los verdugos. El paralelismo con Palestina es evidente, lo recordaba el director de la película, el judío Jonathan Glazer, en su discurso ante la Academia de Hollywood. No hay más que pensar en la escalofriante frivolidad que fue celebrar un festival de música a unos kilómetros del campo de concentración al aire libre que es la Franja.