Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
Abrir más la ventana
Ya, bueno, pues si no “le encajo”, qué le vamos a hacer. Como diría usted: aún no he conocido ningún caso de un artículo de prensa que te obligue a leerlo. Tampoco estoy nada convencido de que “encajarle” a nadie sea uno de los propósitos de lo que hago. Si lo pienso un poco, tal vez prefiera no “encajarle”, incluso sospecho que me sentiría descontento si cumpliera sus expectativas; siempre he creído que decir lo que no esperan los demás es una virtud, por más que sepa que abundan quienes leen únicamente para ver confirmado lo que ellos ya pensaban. Por mi parte agradezco que me hagan pensar y dudar de mis propias convicciones, que ni son tan endebles que no quepa duda ni tan tercas que no puedan enmendarse.
Por lo demás, me sorprende que decir que uno no tiene tele (que era anecdótico en mi artículo) levante tantas ampollas. ¿Tan inseguros se sienten quienes tienen tele que les intranquiliza que los demás no la consideremos necesaria? ¿Es indispensable que los otros vivan como usted sólo para evitarle cualquier duda sobre sí mismo? ¿Tan duro de aceptar resulta que haya quien viva de otra forma? A mí me sorprende más si alguien me dice que no tiene el María Moliner en casa, pero tampoco me pongo hecho un basilisco por eso ni me siento amenazado si los demás viven de una forma diferente.
Por otra parte, como no soy periodista (¡yo tengo estudios!), no me considero obligado a “abarcar todo el espectro informativo de los mass media”, menuda pesadilla. Es más, ese espectro me suena a película de terror de serie B y debe de estar más fiambre que el del padre de Hamlet. Sólo faltaría que tuviera que preocuparme por la información meteorológica con el grado de precisión insufrible que al parecer exige el telespectador, o por la salud de un futbolista, o que tuviera que rasgarme las vestiduras por lo que ha dicho un político sin percatarse de que el micrófono estaba funcionando.
“Habían dicho que hoy iba a llover”, es algo que oigo con frecuencia en el bar y, cuando pregunto quién lo había dicho, siempre me dicen que por la tele. Mi respuesta favorita en esa situación, sin una nube a la vista, siempre es: pues, para saber qué día hace, igual es mejor mirar más por la ventana que tanto mirar la tele, ¿no?
Esta respuesta la intento convertir en un principio de aplicación general: hay que abrir más la ventana (y la puerta) y mirar menos la tele, la pantalla del ordenador o la página del libro.
Más bien, como he dicho a menudo, trabajo en la dirección contraria, pues mi proyecto no es someterme al espectro de los grandes medios, sino impugnarlo, no aceptar que ciertas cosas se consideren noticia y proponer una agenda distinta, con otras prioridades y dando más relieve a otros asuntos que a esos espectros y fantasmas que la verdad es que me traen sin cuidado.
En cuanto a si logro o no situar en su contexto, en quinientas palabras, el asunto del que escribo, pues las más de las veces creo que sí, porque de lo contrario me dedicaría a otra cosa. Y usted es muy libre juzgar que no acierto, como lo es de opinar que hablo sin parar de mí.
Ya, bueno, pues si no “le encajo”, qué le vamos a hacer. Como diría usted: aún no he conocido ningún caso de un artículo de prensa que te obligue a leerlo. Tampoco estoy nada convencido de que “encajarle” a nadie sea uno de los propósitos de lo que hago. Si lo pienso un poco, tal vez prefiera no “encajarle”, incluso sospecho que me sentiría descontento si cumpliera sus expectativas; siempre he creído que decir lo que no esperan los demás es una virtud, por más que sepa que abundan quienes leen únicamente para ver confirmado lo que ellos ya pensaban. Por mi parte agradezco que me hagan pensar y dudar de mis propias convicciones, que ni son tan endebles que no quepa duda ni tan tercas que no puedan enmendarse.
Por lo demás, me sorprende que decir que uno no tiene tele (que era anecdótico en mi artículo) levante tantas ampollas. ¿Tan inseguros se sienten quienes tienen tele que les intranquiliza que los demás no la consideremos necesaria? ¿Es indispensable que los otros vivan como usted sólo para evitarle cualquier duda sobre sí mismo? ¿Tan duro de aceptar resulta que haya quien viva de otra forma? A mí me sorprende más si alguien me dice que no tiene el María Moliner en casa, pero tampoco me pongo hecho un basilisco por eso ni me siento amenazado si los demás viven de una forma diferente.