El ‘ADN femenino’ de la fibromialgia
“Es una enfermedad oculta e ignorada”. Así de elocuente califica Francisca Casas, investigadora del departamento de Enfermería de la Universidad de Alcalá de Henares a la fibromialgia, una patología silenciosa y degenerativa del sistema locomotor que causa, entre otros síntomas, dolores musculares, fatiga, rigidez, menstruaciones dolorosas o falta de memoria. Según la Sociedad Española de Reumatología, esta dolencia afecta a alrededor del 3% de la población española, es decir a algo más de un millón de personas. A pesar de que la OMS la incorporó en 1992 a la clasificación internacional de enfermedades como ‘síndrome de fibromialgia’, el conocimiento médico que se acumula sobre la misma es todavía limitado porque, tal como reconoce Casas a eldiarioclm.es “la investigación y la financiación que se dedican a esta patología son todavía escasas”.
Sin embargo, un aspecto en el que coinciden la mayoría de los científicos es que el ADN de la fibromialgia es eminentemente femenino. La afección de la enfermedad entre ambos sexos se sitúa en una proporción del 3,4% de mujeres frente al 0,6% de hombres, de acuerdo con los datos de la Sociedad de Reumatología Europea. En este sentido, algunas investigaciones científicas que en la actualidad se desarrollan sobre la fibromialgia han sumado un nuevo criterio sociológico: la perspectiva de género en la salud.
Es el caso del estudio ‘fibromialgia, en femenino’, liderado por el equipo docente de María Francisca Casas, adscrito a la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), que se propone investigar las causas de esta enfermedad que puede manifestarse por diferentes factores físicos, psicológicos y sociales como las anemias ferropénicas o el estrés. El objetivo principal de la investigación se dirige a completar el mapa formado por los 18 puntos de dolor crónico que los reumatólogos tienen localizados en diferentes áreas del cuerpo como son las rodillas, el glúteo, la cervical inferior, la segunda costilla o el supraespinoso.
Para ello, la metodología de trabajo se centró en captar a grupos de mujeres que habían acudido a la consulta médica de Atención Primaria con algunos síntomas comunes de la fibromialgia como decaimiento o dificultades de movilidad y se les realizó un estudio epidemiológico con el fin de constatar o descartar la presencia de la enfermedad.
La investigación, que continúa en curso, ha logrado confirmar por el momento cómo algunos hábitos de cuidado personal muy extendidos entre las mujeres aumentan el riesgo de padecer fibromialgia u otras enfermedades. Entre ellos destacan el uso diario de cosméticos o la tendencia a vestirse con prendas compuestas de tejidos sintéticos artificiales. “Algunos champús, cremas y cosméticos contienen un alto contenido de sustancias químicas como mercurio o parabenes que se acumulan en el cuerpo de la mujer y les puede producir fibromialgia o cáncer de mama”, asegura Casas.
Entornos ambientales
Otros condicionantes asociados a la aparición de esta dolencia se relacionan con la exposición a un entorno ambiental contaminado: “Los tóxicos ambientales que respiramos a diario y en determinados ámbitos de trabajo tienen mayor repercusión en las mujeres y se acumulan en mayor medida en la grasa de su cuerpo”, puntualiza la investigadora.
El conocimiento limitado que rodea a la fibromialgia provoca que los especialistas no hayan podido establecer unos protocolos de prevención, diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad. Esta realidad conduce a que en, muchas ocasiones, se confundan los síntomas de la fibromialgia con otras patologías como artritis reumatoide, reuma o menopausia por la similitud de sus señales y solo se diagnostique tras descartar otras opciones.
En opinión de Francisca Casas “no hay respuestas ni sensibilización social hacia esta enfermedad que condiciona la vida y produce un dolor y deterioro continuados en la mujer”. Además asegura que “las enfermeras deben aprender a escuchar al paciente, ayudarle a gestionar su tristeza y, en este proceso, tener en cuenta la perspectiva de género es esencial”.
Durante los últimos veinte años, la prueba más fiable que se ha utilizado para diagnosticar la fibromialgia consiste en presionar 18 zonas fijas del cuerpo fijas, de tal forma que, si el paciente siente un dolor crónico durante tres meses en al menos 11 de puntos, puede afirmarse que sufre la patología. En la actualidad, la investigación ha determinado que la fibromialgia se manifiesta con un dolor generalizado por todo el cuerpo que no afecta a todo el mundo por igual. A partir de ahora el reto médico se concentra en proporcionar una asistencia y un tratamiento adecuados al paciente que debe desarrollarse de forma multidisciplinar, a través de la colaboración entre diferentes especialistas como reumatólogos, enfermeros o fisioterapeutas.
Perspectiva de género
La fibromialgia tiene cuerpo de mujer y la incidencia de la cuestión de género en la aparición de la enfermedad no se limita sólo a aspectos físicos como la falta de hierro debido a los ciclos menstruales abundantes, a un déficit de vitamina D o a niveles elevados de tiroides. Algunas investigaciones revelan que otros factores psicológicos o experiencias traumáticas que acompañan a la vida de algunas mujeres pueden derivar en un diagnóstico de fibromialgia.
Carmen Valls es médico especialista en endocrinología y directora del programa ‘Mujer Salud y Calidad de Vida’ en el Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS) en Barcelona, que se centra en el análisis de las distinciones de género en salud con el objetivo de informar y mejorar la calidad de vida de las mujeres. Considerada como un referente en el estudio de la enfermedades desde la óptica de sexo y género, durante dos décadas se ha dedicado a investigar el dolor crónico en las féminas desde esta perspectiva y, según explica, a eldiarioclm.es algunos estudios han concluido que “en un 20% de los casos analizados, el abuso sexual que las mujeres sufrieron en su infancia desencadenaron en fibromialgia en forma de dolor lumbar crónico” durante su vida adulta.
No sucede así en cambio con la violencia de género, ya que, según apunta Valls, ningún estudio ha podido demostrar hasta el momento una conexión directa entre los efectos psicológicos que genera el maltrato machista y la fibromialgia.
Además, otras experiencias traumáticas producidas por accidentes, estrés o trabajos monótonos se vincularon también con un incremento del dolor físico en la persona afectada. Así, la investigación dirigida por Valls sobre el origen de la fibromialgia ha podido concluir que “la conjunción de factores como estrés, algunas carencias metabólicas propias en la mujer y la exposición a un ambiente tóxico laboral produce que el dolor se generalice y degenere en esta patología”, afirma la directora del programa.
El estudio llevado a cabo durante dos años en centros médicos de Navarra, Andalucía, Madrid y Cataluña con la participación de alrededor de 200 mujeres, de entre 30 y 60 años de edad, arrojó otra conclusión sobre ‘qué se esconde debajo de la fibromialgia’ y cómo afrontarla. Según afirma Carmen Valls “el dolor conjunto que provoca la fibromialgia no se debe a factores genéticos, sino a determinadas enfermedades femeninas que se pueden tratar y superar”. El seguimiento realizado a las pacientes que presumiblemente padecían fibromialgia demostró de hecho que tratando algunos síntomas físicos como la anemia o la falta de vitaminas, el dolor disminuyó entre un 70- 80% de los casos.
Las conclusiones preliminares de este estudio se pueden consultar en la obra ‘Mujer, Salud y Poder’ (2009), publicada por la doctora Carmen Valls Llobet y que aborda el tema de la influencia que las relaciones de poder, tanto la sociedad patriarcal como la victimización de las pacientes han ejercido en la evolución de la salud femenina.