Bodegas Ampelos, en Almansa: dos soñadores que hacen vino español, de perfil francés y que solo se vende en Suiza
La historia de dos suizos que elaboran vino español con perfil francés desde una pequeña bodega rehabilitada en Almansa (Albacete) no es el argumento de una película, es la realidad de Martina Pfister y Max Egolf, que han encontrado en un rincón de Castilla-La Mancha, en la frontera entre la Mancha y el Levante, el lugar perfecto para hacer realidad el vino con el que soñaron.
Ninguno de los dos empezaron su vida profesional en el sector del vino, ya que Max venía del mundo del teatro y Martina se formó primero como enfermera y posteriormente se licenció en Bellas Artes, pero cuando se unieron tenían claro que querían dedicarse a su pasión, el vino.
“En 1996 Max y yo decidimos que queríamos abandonar Suiza. Nos fuimos a buscar una bodega en Francia para aprender el oficio porque nosotros no somos enólogos, todo lo hemos aprendido a base de trabajar y aprender con mucha gente”, dice Martina.
Fue allí, en la zona vinícola del Languedoc y la Provenza, donde trabajaron en varias bodegas. “Ahí aprendimos durante dos años todo lo que hace falta, trabajando y leyendo mucho”.
En 1998 deciden iniciar su propio proyecto. “Teníamos una pequeña herencia y queríamos invertir en una finca, buscábamos una bodega antigua en Francia porque hablábamos francés, pero enseguida hemos visto que era demasiado caro para nosotros”, y empiezan a barajar otras posibilidades. Es entonces cuando ponen sus ojos en España.
“Como Max tenía una expareja española y tenía un piso en Valencia, nos fuimos allí y empezamos a buscar una finca. Durante un año estuvimos viendo muchas fincas”, sin encontrar nada. “Al final, por casualidad, llegamos a Almansa que está justo en el principio de la meseta a 800 metros y nos presentaron varias fincas y la primera que vimos fue la que nos gustó y la compramos. Enseguida empezamos a plantar viña”.
La finca era una antigua bodega de la que no quedaban viñedos porque se habían arrancado acogiéndose a las subvenciones. “Teníamos la oportunidad de plantar lo que nosotros necesitábamos para nuestro vino, porque nosotros veníamos con un vino ya en la mente, sabíamos bastante bien lo que queríamos”; por eso se lanzan a plantar cabernet sauvignon, merlot, syrah y garnacha, “pero no garnacha tintorera, que es la favorita de aquí, plantamos la normal. La mayoría de nuestro viñedo es garnacha porque somos bastante fans de los vinos del valle del Ródano, que son mucho de garnacha y syrah, y nos gusta mucho la zona bordelesa y hemos plantado cabernet y merlot”, apunta.
Pasan cuatro años plantando, reformando la casa, construyendo la bodega ya que la antigua no la podían aprovechar. “Muchísimo trabajo, muchísimo dinero, mucho entusiasmo, mucho aventurismo, estás en una nube de felicidad porque estas construyendo y ves lo que sale”.
Eligen un nombre que evoca una forma clásica y cultural de entender el vino, Ampelos, en referencia al amante de Dioniso de cuyo cuerpo muerto y sangrante surgió la primera viña, según cuenta la mitología.
Los vinos
La primera cosecha llega en el año 2002 y año tras año trabajan para hacer realidad el vino que traían en la cabeza. “Sí lo hemos hecho. Creo que representan bastante bien el terreno donde estamos, son vinos realmente españoles, en los que se nota el sol que hay en esta zona, son vinos sanos, también, porque trabajamos en ecológico, trabajamos con mucho tiempo, y creo que eso se nota”.
Dice Martín que su vino es como un libro, “es un vino que tu abres y luego empieza a abrirse el mismo, él se abre como un libro poco a poco y te va acompañado en la comida o en la noche cuando tú estás bebiendo el vino”.
Reconoce también que tiene un perfil muy francés. “Yo describo siempre nuestros vinos diciendo que son típicos de la zona bordelesa, la mezcla de burdeos es típica y yo lo describo como francés, pero son realmente españoles, es un vino con 14,5, son vinos potentes, pero el alcohol nunca se nota, está muy bien ensamblado en el vino porque fermentamos en abierto y el vino está siempre en contacto con el aire y todos los sabores están dentro del vino”.
Martina está enamorada de ese pequeño rincón en la frontera entre La Mancha y el Levante donde cuida sus vinos. “Aquí estamos en el campo, nuestro vecino más cercano está a dos kilómetros, pero estamos muy bien conectados con la autovía de Madrid-Alicante, estamos a tres minutos de la autovía pero no la vemos y no la oímos”, pero lo más importante es que “aquí encontramos unos suelos perfectos, hay mucha arena, muchos sedimentos, un tiempo perfecto, mucho viento, en verano no tenemos un clima que muy calurosos, 32 grados por el día pero por la noche puede refrescar hasta los 14 grados y estos cambios de temperatura son fantásticos para la viña”.
Un reto: vender en España
Tras más de veinte años haciendo vino en España siguen teniendo aún un reto pendiente, conquistar el mercado español ya que prácticamente toda su producción, 10.000 botellas, se vende en Suiza. “El mercado español es un gran reto. Nosotros vendemos todo en Suiza porque vivimos allí y cuando empezamos, allí teníamos una salida, antes de irnos ya sabíamos donde íbamos a vender el vino”, señala.
Aunque también es cierto que, Cristina Martínez, sumiller de Maralba (dos estrellas Michelín y tres soles Repsol) en Almansa tiene estos vinos en su carta casi desde que comenzaron.
Actualmente tienen en el mercado tres vinos, ‘Los Suizos’, un coupage de syrah y garnacha con una crianza de entre 6 a 12 meses en roble francés; ‘Camino el ángel’, un cabernet sauvignon y merlot con tres años en roble francés y ‘Tierras de Mediodía’, un varietal de garnacha con tres años de crianza, todos ellos procedente de viñedos ecológicos en secano.
Cree además que bodegas como la suya, con pequeñas producciones en ecológico, y sin apenas intervención, y apegadas a la tierra que se refleja en su vino, está de moda. “Sí, estamos de moda, porque creo que hay dos tipos de consumidores, una parte a la que les da igual lo que toma, pero hay una gran parte de público más joven que saben comparar, se han formado y compran mucho y bueno”.
Martina y Max son ya parte de este paisaje, completamente integrados en las tierras almanseñas donde el vino es tradición y es cultura, ocupados en la nueva aventura que supone cada vendimia, en esta del 2023 marcada por la poca agua y el calor, que se presenta temprana y, como todas, incierta.
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