En una sociedad mejor comunicada que nunca en la teoría, la formas de comunicación en la práctica han derivado en un sinsentido muchas veces difícil de comprender. Para la periodista, guionista y escritora Anita Botwin cuidar la forma en la que nos hablamos es cuidarnos como ciudadanía, y ese es el motivo por el que ha realizado la charla inaugural del IV Congreso Estatal de Comunicación de la Economía Social y Solidaria ‘ComunESS’, organizado por REAS hasta el viernes en Toledo.
Anita Botwin ha desarrollado su carrera fundamentalmente en prensa escrita y online. También ha trabajado como guionista de series y programas de televisión como 'El Intermedio', 'Aída' o 'Águila Roja', tras haber realizado el Máster de Creatividad y Guiones de Globomedia. Ha escrito en varios medios de comunicación como elDiario.es, Píkara, La Marea, y actualmente es colaboradora permanente y articulista en los periódicos Público y CTXT. Ha participado también en el programa de radio 'Carne Cruda'.â
Se dio a conocer por su participación activa en las protestas del 15M y por la visibilización de la enfermedad de la esclerosis múltiple. âActualmente desarrolla su activismo político escribiendo sobre diversidad funcional, feminismo, ecologismo y sexualidad. Hablamos con ella sobre comunicación, redes sociales y política.
‘Haciendo piña desde el coloquialismo y otras buenas prácticas comunicativas' es el título de su charla en el Congreso. ¿A qué se refiere con coloquialismo?
Llevo tiempo reflexionando sobre la importancia de hablar y comunicarnos con el lenguaje que usa la gente común, la gente de otros lugares que no son los que normalmente se transitan o habitan desde los medios o las redes sociales. Creo que si intentamos usar un lenguaje más coloquial, no abusando de tecnicismos, quizá podamos llegar con nuestros mensajes a un público más mayoritario y salgamos así de la endogamia comunicativa
¿Qué ejemplos de buenas y malas prácticas podemos encontrar en ese sentido en las redes sociales?
Cada red social tiene sus particularidades, así como cada medio tiene su propia razón de ser. Las redes además cambian vertiginosamente, por lo que es difícil adaptarse a cada una de ellas. No creo que haya fórmulas mágicas, pero sí se ha visto que el humor en general funciona bastante bien, ya que apela a una emoción universal y necesaria en los tiempos que corren. Los mensajes claros, concisos, con lenguaje comprensible y accesible, las imágenes, los memes y hablar de los temas que marca la actualidad suelen ser también buenas prácticas. En cuanto a las malas prácticas podemos hablar de los tecnicismos, el paternalismo, así como los mensajes vacíos e institucionales.
¿Qué vinculación tienen esas buenas prácticas con las redes de economía social y solidaria?
Para hacer piña y salir del gueto comunicativo es importante usar la inteligencia colectiva e imaginar otros mundos posibles, vivibles y deseables. Además de usar el coloquialismo y el lenguaje de la calle, de la gente joven, necesitamos pensar en utopías que nos ayuden a transitar estos momentos aciagos que vivimos.
¿Cómo ha cambiado nuestra forma de comunicarnos a raíz de la eclosión de las redes sociales?
Creo que estamos solos analógicamente aunque profundamente interconectados digitalmente. Pero por no quedarme con la parte más pesimista del asunto, me gustaría enfatizar la capacidad de generar una maneja de redes solidarias que crecen imaginando y repensando un mundo más justo. Nuestra manera de comunicarnos quizá sea en general más efímera y líquida, lo audiovisual tiene mucha fuerza y las imágenes valen más que mil palabras, como siempre se ha dicho.
Existe una gran desafección, al menos entre la izquierda, ante los medios de comunicación generalistas
¿Y en el lenguaje, estilo y prestigio del periodismo y de los medios de comunicación en general?
Creo que existe una gran desafección, al menos entre la izquierda, ante los medios de comunicación generalistas. El sensacionalismo, las ‘fake news’, la manipulación y, en definitiva, la comunicación de los grandes poderes reivindicando solo sus intereses, no benefician en absoluto a la calidad democrática ni al derecho de la información. Las cloacas mediáticas han dañado profundamente a la sociedad y creo que costará reparar esa herida si no cambian las cosas. Por suerte, existen medios digitales alternativos en los que se nombra lo invisible y se da voz a quien no la suele tener en los grandes medios.
Cuando hablamos de libertad de expresión ¿debemos hablar también de límites?
Creo que la libertad de expresión es un derecho que no debe ser eliminado ni cuestionado en ningún caso, pero también opino que como sociedad sí deberíamos poner límite a quien es intolerante con los derechos humanos. Y por supuesto, los medios no deberían dar cabida a mensajes que atenten contra los colectivos más vulnerables.
¿Cómo han contribuido los mensajes populistas en el auge de la extrema derecha?
Los mensajes populistas calan profundamente porque apelan a las emociones. Además, las ‘fake news’ corren como la pólvora generando el caldo de cultivo perfecto para que el fascismo esté en auge, y es importante conocer que las noticias falsas llegan 20 veces más rápido en las redes sociales que en el contacto personal, por lo que han sido la herramienta usada para ganar elecciones. Por poner un ejemplo, ââen la campaña electoral estadounidense de 2016, la gran mayoría de las ‘fake news’ eran mensajes pro-Trump y hostiles a Hillary Clinton.
Y en general, ¿cómo valoras el discurso de la clase política en España?
Creo que el discurso sigue respondiendo a un bipartidismo histórico, aunque emergieron nuevos actores en los últimos años que hacen el decorado algo más variado, a la hora de la verdad no se traduce en grandes cambios para la sociedad. Considero que la clase política en general está bastante alejada de la calle y del sufrimiento de los más vulnerables, con excepciones en la izquierda que intentan legislar en consonancia, pero que parece muy complicado cuando se topan con ciertos poderes. También nos encontramos con la emergencia de la extrema derecha, que a veces marca la agenda y no permite avanzar como sociedad, una sociedad cada vez más derechizada.