El pasado día 25 de octubre el patio de San Pedro Mártir de Toledo abrió la mirada al mundo islámico con la pieza ‘Body Letter’. Una puesta en escena coreografiada por el bailarín sirio-turco Ziya Azazi sobre la intervención plástica de la artista visual iraní Parastou Forouhar.
Una iniciativa de la Fundación El Greco 2014, dentro de su programa de artes escénicas PaseArte, que dará lugar a diversas actividades hasta el 15 de noviembre.
Tras una semana de continuo trabajo de campo, el claustro de San Pedro se convirtió en un lienzo de 500 metros cuadrados. La mano de Forouhar plasmó un gesto cargado de memoria y tradición que viaja en el tiempo por diferentes espacios, partiendo de su actual residencia en Frankfurt. Como resultado, una caligrafía de textos persas oníricos y silencios en la escritura que componen un lugar para la reflexión. Un poema visual donde las letras son el guión fundamental de una danza cargada de simbolismo.
Ziya Azazi reinterpretó la danza derviche con un solo basado en la repetición y el giro. Concentrado bajo tres colores en un único atrezzo: el negro, el blanco y el rojo, Azazi desarrolla su movimiento mediante la influencia tradicional Mevleví fusionada con una coreografía contemporánea sufí de libre interpretación.
Aunque los sufíes escribieron mucho sobre el simbolismo del color, no parece que tuvieran un código cromático común. Es evidente en la escena el signo argumental a través de los colores. Al-Suhrawardi consideraba que el alma progresaba a través del negro, el estado más bajo, pasando por el rojo hasta llegar a la pureza del blanco. En este caso, el rojo es el último color que se visualiza, posiblemente el reflejo de un alma inquieta y aún herida. Es la alegoría de una narrativa que transita entre la vestimenta y la desnudez.
La delicada caligrafía islámica, uno de los patrimonios artísticos más ricos del mundo, posee una intensa carga gestual que invita al movimiento y la composición mística, sin olvidar un trascendente contenido histórico, religioso y cultural. Tan importante el contenido como el continente, el Patio Real fue elegido acertadamente, enfatizando una herencia de ascendencia espiritual y facilitando la posibilidad de una vista cenital por parte de la audiencia.
Esta propuesta artística es fruto de una investigación entre la escritura y el cuerpo, un homenaje a la Escuela de Traductores de Toledo fundada por Alfonso X. Plasmando una vez más, la importancia de la ciudad como núcleo de las Tres Culturas.
Una acción que nos recuerda la importante función del arte como canal de evolución, donde no solamente se desarrollan los sentidos, sino también un compromiso con la convivencia entre culturas y la reivindicación de los derechos humanos.