Argamasilla de Alba, en Ciudad Real, es conocida por ser una de las localidades a las que se atribuye ser aquella de la que no quería acordarse Miguel de Cervantes en El Quijote. Dicen que en la 'Cueva de Medrano' se fraguó la obra más universal de la literatura española.
Pero mucho antes de todo eso, allá por el siglo XIII, en aquellas tierras lo que había era un castillo que resulta ser una 'rara avis' entre las fortalezas de la época, la de Santa María del Guadiana.
Lo que queda de este inmueble de unos 400 m2 se encuentra a cinco kilómetros de Argamasilla de Alba, muy cerca del lecho del Alto Guadiana. De planta cuadrangular, no hay una fecha exacta que permita saber cuándo fue abandonado, aunque se cree que fue utilizado durante tres siglos puesto que en 1575 aparecen citas en las que se habla de él como un simple cortijo que amenazaba ruina.
Acaba de concluir la tercera campaña arqueológica en la zona, dirigida por el profesor de Historia Medieval de la Universidad de Castilla-La Mancha, Jesús Manuel Molero, junto a los investigadores Cristina Peña, Jaime García-Carpintero y David Gallego. La intervención, para conservar y consolidar los muros, pone fin a las excavaciones.
Una de las curiosidades de este castillo es que fue construido en terreno llano. “Rompe los esquemas. Es novedoso porque no era lo habitual en esas fechas sino algo más común a partir del siglo XIV. Es una especie de casa-fuerte”, relata Molero.
Y no es común teniendo en cuenta que en 1212 tuvo lugar la Batalla de Las Navas de Tolosa, en la cercana Jaén, tras la que empezó a pacificarse esta zona de La Mancha entre Toledo y Sierra Morena. “Fue un espacio abierto, fronterizo y agitado constantemente por campañas militares de uno y otro lado. La mayor parte de los castillos están en alto para evitar los ataques”.
Precisamente, su singularidad también radica en la función que desempeñó, muy lejos del papel defensivo de otras fortalezas. Fue construido por la Orden de San Juan de Jerusalén (conocida posteriormente como la Orden de Malta) con fines meramente políticos y económicos. “Lo que querían era hacer valer sus derechos en esta zona, muy cerca de la frontera de los territorios de otras dos órdenes militares más poderosas, la de Santiago y la de Calatrava”.
Por eso estos monjes llegaron a edificar hasta cuatro castillos en la zona: en Ruidera, ya desaparecido, el castillo de Peñarroya, al lado del embalse del mismo nombre y en el término municipal de Argamasilla de Alba, el castillo de Villacentenos que también prácticamente ha desaparecido, en Alcázar de San Juan, y el de Santa María del Guadiana.
“Esta orden consiguió el privilegio para gestionar enormes dehesas que ocupaban unos cinco kilómetros cuadrados para pastos de vacuno y ganado trashumante”. Además, controlaban el agua en la zona. “Hay documentos que hablan de la venta del agua. Cobraban derechos por abrevar el ganado”.
Controlaron el territorio que hoy conocemos como Campo de San Juan y que se distribuye entre la provincia de Toledo -municipios como Consuegra como centro político de la Orden, Tembleque o Los Yébenes (que tuvo partido su término en dos por el Camino Real y uno de sus barrios llevaba el 'apellido' San Juan)- y la provincia de Ciudad Real, hasta llegar a Ruidera.
La lenta repoblación por el interés económico en las dehesas
La acción de esta orden militar, interesada sobre todo en lo económico, no facilitó la repoblación en la zona. “Había muchas tierras, pero poca gente” pero fue solo una de las razones.
El investigador cuenta cómo desde la toma de Toledo en 1085 hasta el 1240, durante unos 150 años, hasta Sierra Morena “hubo agitación constante de cabalgadas musulmanas o cristianas que recorrían el territorio y era imposible asentar población porque robaban el ganado, quemaban las cosechas…En este territorio fronterizo cuando los cristianos comenzaron a instalarse apenas quedaba población musulmana, la múdejar, y desde luego no tanta como en Andalucía o en Murcia”.
En época de Fernando III, entre 1230-40, los cristianos conquistan prácticamente todo el Valle del Guadalquivir. “Esta zona tan rica en vegas atrajo a mucha población cristiana que no elegía quedarse en La Mancha”.
A eso se suma que las órdenes militares que recibieron la mayor parte de las tierras de La Mancha geográfica e históricamente hablando (Toledo, Ciudad Real y Cuenca, en este caso en la zona de Uclés) “fomentaron más la creación de grandes pastos que atraer pobladores y cultivar las tierras. Es lo que ocurrió en Ciudad Real, de Puertollano hacia el Sur. De hecho, al sur de Alcázar de San Juan no hubo repoblación propiamente dicha hasta el siglo XVI”.
“Se desconocía hasta su ubicación” y ahora formará parte de una ruta turística
Tras permanecer oculto durante más de 500 años, el castillo de Santa María del Guadiana 'volvió a la vida' ya en pleno siglo XXI. Había sido un auténtico desconocido. “Es uno de los que llamamos castillos 'fantasma'. Aparece citado en documentos fechados en 1215, pero después no hay ninguna noticia más sobre él hasta el punto de que se desconocía su ubicación”.
Fue en 1999 cuando el propio Molero, que se encontraba preparando su tesis doctoral, se topó con unos muros en el término municipal de Argamasilla de Alba. “Encontré cerámica y una moneda y pudimos situarlo”, pero no se hizo ninguna excavación hasta 2016, con la financiación de la Junta de Castilla-La Mancha y el Ayuntamiento.
Ahora la zona será musealizada y convertida en reclamo turístico. Los investigadores seguirán trabajando en yacimientos cercanos para la posterior puesta en marcha de una ruta turística hasta el castillo de Peñarroya -también en Argamasilla- en la que se puedan visitar tanto molinos medievales como el yacimiento prehistórico de la Edad del Bronce de La Motilla del Azuer, ya en Daimiel.
“A nosotros y al Ayuntamiento nos parece muy interesante poderlo enseñar al público. Del castillo realmente solo queda la base de los muros y por eso la tercera intervención ha consistido de dejarlos a la vista, colocar un panel e integrarlo en unas visitas guiadas”.
La arqueología: cerámica, una moneda de Alfonso VIII y restos de fauna
Para localizar y caracterizar esta fortaleza, las fuentes escritas no fueron de mucha ayuda. “Hubiera sido muy difícil conseguirla porque la información medieval que existía y que se custodiaba en el castillo de Consuegra se ha perdido”, explica Molero, así que los investigadores 'tiran' de arqueología. “Nos da otra información y en este caso es casi la única que tenemos”.
La investigación también ha permitido confirmar que antes de la construcción de este castillo cristiano no hubo una edificación musulmana. “También es raro, pero nos lleva a confirmar nuestras hipótesis”.
Entre los materiales que se han encontrado hay cerámica, vidrio, hueso tallado, una moneda de Alfonso VIII y muchos restos de fauna. “Nos demuestra que el paisaje en el siglo XIII era muy diferente y que quienes vivían en el castillo comían mucha carne: ciervos, jabalíes… Era la dieta típica de los señores, aunque fueran una orden religiosa, lo eran”.