Cuatro joyas de Castilla-La Mancha que son Patrimonio Mundial de la Humanidad
Los años sesenta y setenta del siglo pasado estuvieron marcados por la continuación de la carrera espacial, la amenaza nuclear, la crisis del petróleo, el empuje del desarrollismo o el boom de la natalidad.
El patrimonio natural estaba siendo agredido por profundas deforestaciones y por el incremento de las emisiones de CO2, en tanto que el patrimonio cultural padecía la ola destructora de una globalización creciente y una industrialización y urbanización irrespetuosas, con frecuencia incompatibles con la conservación de los monumentos y conjuntos de interés patrimonial. Con este panorama preocupante, el organismo de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) consiguió su logro más reconocido con la aprobación el 16 de noviembre de 1972, en París, de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural.
La Convención reconoce que el patrimonio cultural y natural está cada vez más amenazado, que el deterioro o la desaparición de un bien patrimonial constituye un empobrecimiento nefasto del patrimonio de todos los pueblos del mundo, que la protección de ese patrimonio a escala nacional es insuficiente; y decide poner remedio. Hasta la fecha, un total de 193 estados han ratificado la Convención (https://es.unesco.org/countries/member-states), asumiendo la obligación de proteger, conservar, rehabilitar y transmitir a las generaciones futuras el patrimonio cultural y natural situado en su territorio.
El aspecto más popular de la Convención es la creación de la “Lista de patrimonio mundial”, que contiene aquellos bienes que se considera que poseen un valor universal excepcional, y la “Lista del patrimonio mundial en peligro”, cuya protección exige grandes trabajos de conservación. Desde entonces, la Lista se ha convertido en un referente que marca la importancia del patrimonio existente en los estados.
Actualmente la Lista contiene un total de 1154 sitios distribuidos en 160 países. España, con 49 elementos, es el cuarto país, junto con Francia, con más sitios catalogados Patrimonio de la Humanidad, por detrás de Italia con 58 sitios, China con 56 y Alemania con 51. Castilla-La Mancha aporta la ciudad histórica de Toledo (1986), la ciudad histórica fortificada de Cuenca (1996), el patrimonio del mercurio de Almadén (2012) y un importante volumen de estaciones de arte rupestre del arco mediterráneo de la Península Ibérica (1998).
Toledo es capital de la provincia del mismo nombre y a partir de 1982 la capital de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. Desde el punto de vista geográfico se encuentra en el centro de la Península Ibérica, rodeada en sus lados este sur y oeste por un meandro del río Tajo, que recorta el zócalo a modo de domo granítico sobre el que se asienta la ciudad. Este hecho, junto a situarse próxima a un vado del río, le han valido su fortuna como una plaza bien defendida y comunicada.
El primer asentamiento que se conoce se halla en el Cerro del Bú, situado frente a la ciudad al otro lado del río, datado en la Edad del Bronce. Después, ya en el interior de la ciudad, se han documentado otros hallazgos pertenecientes al Bronce Final, en pequeños cerros como los del Corralillo de San Miguel, la calle Sillería, la calle Nuncio Viejo, etc. Entre el final de la Edad del Bronce y la llegada de los romanos, Toledo se convirtió en una de las 18 ciudades más importantes de la Carpetania, habitada por un pueblo íbero (carpetano) asentado en el centro y este de la Península.
En el año 193 a. C. Marco Fulvio Nobilior conquistó la ciudad para Roma, convirtiéndose en una “urbs” estipendaria (sus ciudadanos debían pagar tributos a cambio de obtener derechos civiles y políticos) y se fortificó, alcanzando un gran desarrollo urbanístico (torres, acueducto, circo, villas...etc.). Se la denominó “Toletum” y llegó a ser el asentamiento urbano más importante de la Meseta Sur.
A comienzos de la Edad Media, en el 411 d. C., la ciudad fue conquistada por los bárbaros (alanos) procedentes del norte de Europa. Poco después, en el 549 d. C., Toledo se convirtió en capital del reino visigodo, celebrándose en él una serie de Concilios (asambleas político-religiosas de la monarquía visigoda), entre los que se encuentra el III Concilio de Toledo de 589 d. C., donde el rey Recaredo abandona la profesión arriana y abraza el catolicismo.
En el año 711 d. C. se produce la invasión musulmana de la Península, siendo Toledo tomada por Táriq ibn Ziyad, nombrándola “Tulaytula”. En el 1085 Alfonso VI de León y Castilla la reconquista finalmente para los cristianos.
Durante este periodo del medievo, la comunidad visigoda (heredera de la hispano-romana), la judía asentada en su judería (en el lado oeste de la ciudad) y la musulmana (a partir del S. VIII), dotarán a la ciudad de un carácter único e inconfundible, ejemplo durante siglos de convivencia y tolerancia intercultural. Fruto de este ambiente surgió la “Escuela de Traductores de Toledo”, donde se tradujeron los textos greco-latinos, vertidos del árabe o el hebreo, que se difundirían posteriormente por toda Europa. Todo ello ha hecho merecedora a Toledo del título de “Ciudad de las Tres Culturas”.
En la Edad Moderna, durante el reinado de los Reyes Católicos, se urbanizó y engrandeció de nuevo la ciudad, proclamándose en su catedral a Juana La Loca y Felipe el Hermoso como herederos de la corona castellana en 1502. Posteriormente, durante el reinado de Carlos V entre 1519 y 1561, Toledo se convirtió en una de las sedes de la corte del Imperio y en la cuarta ciudad más populosa de la Monarquía de los Austrias con 60.000 habitantes. Este hecho le ha valido otro título: “Ciudad Imperial”. Con la decisión de trasladar la corte a Madrid, adoptada por Felipe II en el año 1561, la ciudad perdió gran parte de su peso político y social.
El pasado de la ciudad ha dejado su impronta en los edificios, plazas y calles, convirtiéndose en un conjunto histórico único que ha sido merecedor de la declaración por la UNESCO como “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”. Fue inscrita como tal, en la Décima Sesión del Comité para el Patrimonio Mundial, que tuvo lugar en París, entre el 24 y el 28 de noviembre de 1986, entrando en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad oficialmente el 26 de noviembre de 1986.
Ciudad histórica fortificada de Cuenca
Cuenca se presenta ante el espectador como una ciudad medieval fortificada, con un excelente estado de conservación. El pasado musulmán y el posterior medievo cristiano, configuran la bella imagen de ciudad histórica que hoy podemos admirar. Su casco antiguo está situado entre dos barrancos (hoces) excavados por el río Júcar y su afluente el río Huécar, en la vertiente meridional de la Sierra de Cuenca, en medio de un paraje natural inigualable.
Estuvo poblada desde el Paleolítico superior, habitando sus tierras los arévacos, los beribraces, posteriormente absorbidos por olcades y lobetanos, en su conjunto, gentes dedicadas a la ganadería. En época romana la zona se vio envuelta en las guerras celtíberas manteniéndose escasamente poblada y acentuándose esta tendencia con las invasiones bárbaras.
Con la conquista musulmana comienza una nueva etapa para estas tierras cambiándose la tendencia anterior, teniéndose constancia por primera vez de la ciudad de Qünka o Künka hacia el año 784, integrada en la Cora de Santaver. Posteriormente pasaría a depender de la Taifa de Toledo y en 1108 a dominio de los almorávides tras la batalla de Uclés.
Alfonso VIII la conquistó en 1177 otorgándole el Fuero de Cuenca y Alfonso X el título de ciudad en 1257. Estos logros posibilitaron que la ciudad fuera adquiriendo importancia basada en el desarrollo de la industria textil y la actividad ganadera, dando lugar a un crecimiento demográfico y constructivo a lo largo del S. XV y XVI.
El S. XVII fue una época de retroceso para la ciudad debido a las epidemias (peste), las sequias y las plagas, reduciéndose su población hasta los 1.500 habitantes.
A finales del S. XIX la parte alta de la ciudad deja de ser el centro económico y social, desplazándose éste hacia zonas más amplias, donde poder instalar los servicios y edificaciones que demanda la edad contemporánea y la presión demográfica.
El comienzo del S. XX conlleva un nuevo impulso económico con la aparición de algunas industrias modernas, periodo que queda interrumpido por la Guerra Civil Española. Los años posteriores a la guerra Cuenca sufre el auge de la construcción como consecuencia del éxodo rural hacia la capital de la provincia, constituyéndose definitivamente en una ciudad moderna y apareciendo nuevos barrios.
Seña de identidad de Cuenca, hoy en día, son las Casas Colgadas verdaderas joyas de la arquitectura gótica popular. Aparecen encaramadas a la cornisa de la roca, realizadas en mampostería con sillares en las esquinas y asentadas en ménsulas, se asoman al río desde sus balcones voladizos de madera sobre el acantilado. Del conjunto de estas casas sólo tres son visitables: la casa de la Sirena, y las Casas del Rey, que permiten observar elementos originales de construcción en su interior, como la viguería de madera y que albergan, “el más bello pequeño museo del mundo”: el Museo de Arte Abstracto Español.
Por todo ello, en 1963 el casco antiguo de Cuenca y su entorno se declaran “Paisaje Pintoresco” y el 7 de diciembre de 1996 la ciudad antigua, sus arrabales y las Hoces son declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica
El Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1998. Está formado por un elevado número de yacimientos arqueológicos con pinturas rupestres de singular valor, que se extiende a lo largo de 800km en la franja mediterránea, desde Huesca hasta Almería, lo que le convierte en el conjunto de arte rupestre más grande de Europa. Comprende 758 yacimientos distribuidos por 6 comunidades autónomas (Cataluña, Valencia, Aragón, Castilla-La Mancha, Andalucía y la Región de Murcia).
El núcleo principal que define este extenso territorio, y a partir del cual se estructura la declaración de la UNESCO, es el arte levantino, pero lo que confiere un carácter especial al Arte rupestre del Arco Mediterráneo es su convivencia con otras manifestaciones artísticas pertenecientes a etapas culturales y cronologías distintas, con los que en muchos casos comparte el mismo paisaje e incluso el mismo abrigo –arte paleolítico, macroesquemático y esquemático-. Estas pinturas constituyen las manifestaciones culturales más directas que nos han legado los pobladores de esta zona desde el paleolítico superior hasta la protohistoria.
El arte levantino es la expresión pictórica más innovadora de la Prehistoria europea, una manifestación cultural única, la muestra del pensamiento simbólico de los últimos cazadores recolectores representativa de una sociedad postpaleolítica, que habitó las principales sierras y paisajes montañosos del levante peninsular. Las pinturas son de tipo naturalista, dibujadas con trazo fino, utilizan tintas planas y los colores predominantes son el rojo, el negro y el blanco. Se caracterizan por la presencia protagonista del ser humano en diversas actitudes -cazando, recolectando, guerreando, danzando…- y así como figuras de animales, entre los que destacan los bóvidos, équidos, jabalíes, conejos y gamuzas.
En Castilla-La Mancha se incluyen 93 estaciones, aunque existen evidencias que permiten apuntar que debieron existir muchas más. Los principales conjuntos se sitúan en la zona oriental, en las provincias de Albacete (79), Cuenca (12) y Guadalajara (12), en paisajes escasamente alterados, donde la naturaleza y el hombre han convivido desde hace milenios. Los conjuntos se localizan en formaciones rocosas de caliza y arenisca al aire libre, sobre abrigos, cuevas y covachas poco profundos, que reciben directamente la luz del sol.
Estos conjuntos se agrupan en varios núcleos bien definidos, que se localizan en Nerpio, Alpera, Ayna y Minateda en Albacete, donde encontramos algunos yacimientos visitables, como los de La Solana de las Covachas (Nerpio), La Cueva de la Vieja (Alpera), la Cueva del Niño (Ayna) o el Abrigo Grande (Minateda); y Villar del Humo en Cuenca, donde también se pueden visitar los abrigos de Selva Pascuala y la Peña del Escrito.
Patrimonio del Mercurio: Almadén e Idrija
Las minas de Almadén, junto con las de Idrija en Eslovenia, fueron incluidas en la Lista de Patrimonio Mundial en el año 2012. Representan los máximos ejemplos de depósitos de mercurio en el mundo, así como las más importantes colecciones de tecnología relacionada con la extracción de dicho material que han llegado hasta nuestros días. La importancia de estos lugares radica no solo en el material que extraían sino en el papel clave que el mercurio tuvo en la obtención de plata a partir del mineral en bruto, que se utilizó desde el siglo XVI en las minas de América. A lo largo de la historia estas minas han acercado a ambas naciones, favoreciendo los intercambios económicos, tecnológicos y culturales y mostrando una complementariedad en el suministro del mercurio a América que tuvo lugar durante la Edad Moderna.
La explotación de las minas de Almadén, situada al suroeste de la provincia de Ciudad Real, se remonta a época prerromana, como lo testimonian los numerosos vestigios que se encuentran en los alrededores de la ciudad actual. Su larga trayectoria la convirtió en ejemplo para muchas otras minas en todo el mundo. A partir de 1555 su historia adquiere especial interés, coincidiendo con la aparición de los métodos de amalgamación para la obtención de la plata. Desde ese momento comienza el flujo de mercurio entre las minas de Almadén e Idrija y América, y con él los intercambios recíprocos de técnicas para mejorar las explotaciones. Con el paso del tiempo se producen fluctuaciones en la extracción del mercurio, derivados de nuevos usos o de problemas indirectos, pero las minas de Almadén siguieron activas hasta los tiempos actuales en los que la legislación relacionada con este mineral ha provocado su cierre, lo que ha conllevado su transformación, convirtiendo este recurso económico en un recurso patrimonial de primer orden.
La apertura al público del Parque Minero de Almadén en 2008 supuso la transformación completa de las instalaciones de las antiguas minas. Desde entonces este enclave se configura como un espacio de transmisión cultural, educativo y turístico de calidad, a partir de la conservación y puesta en valor de su patrimonio industrial, científico y tecnológico. Prueba de ello es que las Minas de Almadén han obtenido 2020 del Sello Internacional Histotical Landmark en la European Chemical Society (EuChemS).
Su visita permite ver y entender la riqueza geológica de los yacimientos existentes, la evolución de los diversos procesos mineros y metalúrgicos a lo largo de su historia, la importancia del mercurio en el desarrollo histórico de la sociedad y el impacto de su explotación a nivel mundial. Almadén abre así su historia, desde sus entrañas, a todo aquel que quiera adentrarse en sus profundidades y en sus recursos milenarios, posibilitando una retrospectiva en el túnel del tiempo para recorrer sus instalaciones históricas desde el siglo XVI al XX.
El Parque incluye entre otras instalaciones el Centro de Visitantes, el Centro de Interpretación de la minería, el Museo del Mercurio, una visita real a la mina interior del siglo XVI y la visita al Museo del Minero ubicado en el Real Hospital de Mineros de San Rafael.
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