David Navalón: “Debemos hacer partícipes a los niños de las situaciones familiares difíciles”
“Para Marina, su abuela no era ni de lejos parecida a ninguna otra abuela. Primero, porque era ”su“ abuela. Sólo por eso, ya era más importante que cualquier otra abuela. Segundo, porque ambas se querían muchísimo, aunque nunca se pusieran de acuerdo sobre quién quería más a la otra. Que si yo te quiero mucho. Que si yo te quiero más... La eterna discusión.”
Así comienza 'La flor que no sabía ningún cuento', cuento ganador del I Certamen de Cuentos de la Fundación Los Maestros, que ahora se ha convertido en novela ilustrada infantil gracias a la magia de la Editorial Palabras de Agua. En esta bella historia, la abuela Hortensia tendrá despistes cada vez más frecuentes y su nieta Marina intentará descubrir como curar a su abuela, comprendiendo el significado de la palabra Alzheimer.
El maestro de audición y lenguaje David Navalón (Albaida, 1978) es el autor de este cuento seleccionado entre los más de seiscientos trabajos que se presentaron a este Certamen que en su primera edición ha conseguido atraer la atención. Coincidimos con David justo en ese momento mágico en el que por primera vez tiene entre sus manos su trabajo en forma de libro. “Cuando ves tu libro tomando forma es una sensación que me encanta me encanta. Tú te lo imaginas, lo tienes en tu cabeza, pero cuando además lo ves estas ilustraciones sientes que tiene realmente vida propia”
“Trabajo mis cuentos durante mucho tiempo, le doy muchas vueltas, me gusta compartir el tiempo con él hasta que al final lo dejas volar para que haga su propio camino. La abuela Hortensia y su nieta Marina me han acompañado durante muchas noches para tratar de explicar cómo llega el Alzheimer y empieza a jugar con al escondite con los recuerdos de la abuela. Marina necesita encontrar la cura para su abuela. Los árboles y el viento le ayudarán a entender lo que le ocurre y a encauzar sus pensamientos”, cuenta David. “A veces apartamos a los niños cuando hay una enfermedad grave en la familia, pero son cómo esponjas y debemos hacerles partícipes también”.
Como maestro sabe de la importancia de los cuentos, “la mayoría de las veces es la mejor manera de enseñar y tienen la magia de ser capaces de abrir la mente de la persona que los escucha. Me gusta contarlos y escribirlos. Siempre llevo una libreta y un lápiz encima. Ahí van naciendo las primeras versiones de mis historias que después voy modelando en el ordenador. Abro la carpeta y elijo el cuento que esa noche irá tomando una forma cada vez más definida”.
Mientras conversamos en la terraza del hostal Serranía, David no deja de pasar las páginas de esta primera versión en papel hacia adelante y hacia atrás, “la idea inicial era totalmente distinta, ha cambiado un montón desde la primera versión. La historia me fue llevando de la mano, es como si hubiera ido descubriendo la historia junto con Marina”.
Aunque tiene ya una trayectoria solvente como autor de cuentos infantiles y juveniles, David Navalón, empezó convirtiendo a sus sobrinos en personajes de libritos que les regalaba contando sus aventuras, “ellos siguieron pidiéndome libros y en muchas de mis historias siguen siendo mis protagonistas. Luego empecé a contarlos y ví que funcionaban también con otras niñas y niños. Hay quien dice que la literatura infantil es más fácil, pero he visto a muchos grandes escritores que naufragan cuando intentan escribir para los más pequeños. Pueden estar maravillosamente escritos pero no funcionar, porque con las niñas y niños no hay trampa posible. O funciona o no funciona. La experiencia en el aula me da herramientas necesarias para tratar de conseguir cuentos que funcionen”.
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