ENTREVISTA

Quico Cadaval: “La narración oral es posmoderna, nació cuando se dejaron de contar cuentos en las casas”

Es una de las voces más conocidas de la narración oral en España y Portugal. Gallego casi universal, polifacético y versátil, el actor, dramaturgo, productor teatral, escritor y cuentista Quico Cadaval se ha convertido por derecho propio y por el devenir de una vocación temprana en uno de los referentes del arte de contar historias. Mas que “histórico”, le gusta hablar de sí mismo como “clásico”, entendido como aquel narrador oral que “sigue haciendo lo mismo, que se repite, pero sigue gustando al público”.

Sencillo, hilarante y cercano, el contador Cadaval es uno de los ‘platos fuertes’ del ya mítico Maratón de los Cuentos de Guadalajara, una de las citas de narración oral más importantes del país que se celebra entre el 16 y el 18 de junio en la capital alcarreña. Este contador gallego regresa a esta cita para protagonizar el domingo 18, en el Liceo Caracense y dentro del XXVI Festival de Narración Oral, el espectáculo “Guisanderas. Recetas, consejas, guisados y sucedidos”, junto a la también actriz y contadora de historias Soledad Felloza y al gaitero y narrador oral José Luis Gutiérrez García ‘Guti’.  

Quico Cadaval habla con elDiarioclm.es de esta obra, de su trayectoria y del estado de la narración oral en España, entre risas, muchas bromas y una dialéctica palpitante:

¿Qué significa para usted el Maratón de los Cuentos después de tantos años?

He acudido tantas veces que ya es como una segunda casa. Ha sido así desde que encontré esta ‘cuadra’, como me gusta llamarla, desde que conocí hace más de 20 años a toda esa gente contando historias y ampliando la diversidad de nuestro arte. Todos siguen siendo amigos, amigas y compañeros, personas de muchísimo talento. El Maratón de Guadalajara es ya la casa de las historias, de los narradores. Hay un sentimiento de comunidad y de familia. Yo pienso en Pablo Albo o en Noemí Caballer, por ejemplo, y ellos son Guadalajara. Cada uno es de su sitio pero todos ellos son Guadalajara. Y cuando llegamos al Maratón siempre nos preguntamos unos por otros y siempre sabemos quién falta. Es un punto de encuentro, un intercambio cultural y una fiesta.

¿Será así de festivo también el espectáculo “Guisanderas” con el que actúa en el Maratón?

¡Desde luego! Hay muchas maneras de contar historias pero la que sentimos más natural es alrededor de la comida. De hecho el entorno de la comida, donde está el fuego, es lo que le dio nombre al hogar y ahí se contaban las historias antiguas. Pero sin ponernos tan antropológicos (risas), con comida y con bebida es como se intercambian experiencias y conocimientos, como se cuentan las historias. Hay unas cuantas personas que nos encontramos con que muchísimas de nuestras historias las teníamos vinculadas al hecho de comer y de cocinar. Así que esto surgió como una iniciativa de Guti, que es un gran cocinero, con el permiso de Soledad Felloza, que es extraordinaria. Nos decidimos a hacer una cosa, que es contar y cocinar. Y vamos a dar de comer al público también. Aunque no puedo anticipar las recetas ni los platos. Me lo han prohibido...

¿Las recetas tienen algo que ver con lo que van a contar ustedes o la comida va por libre?

Va por libre, no es necesaria esa relación. Puedes hacerte una sopa o un pescado y contar las mismas historias. El asunto tiene más que ver con la relación sensual entre el despertar de la imaginación que provoca el cuento y el despertar de los sentidos que provoca la comida.

Pues con lo que nos gusta comer en España…

Claro, además hay un libro de José Campanari, un argentino de la ‘cuadra’ de Guadalajara, que se llama ‘El anfitrión, el cocinero y el arte de contar historias de viva voz’ donde dice que para preparar una historia hay que seguir las mismas reglas que para preparar un plato. Siguiendo todo esto, vamos a ir con ganas de contar, pero no con historias prefijadas. Aunque tenemos cosas pensadas, es probable que todo se modifique precisamente por el hecho de estar cocinando.

¿Hay entonces un espacio para la improvisación?

Sí, pero no en el sentido de decir ocurrencias, sino que tiene más que ver con el gusto. Es decir, pasar de contar una historia para contar otra así porque sí. Hay gente que actúa con la imaginación instantánea, con un “se me acaba de ocurrir”, pero en el caso nuestro de las “Guisanderas”, no creemos en esa imaginación explosiva, creemos que las historias son una acumulación de capas, de significados, de memorias que combinamos. No me gusta mucho la expresión, pero tratamos de hacerlo lo más natural posible. Luego no lo es, no es natural (risas), es artificio, pero hay que transmitir esa sensación de que lo haces por tu propio placer.

No le va a gustar que le diga que es usted un histórico de la narración oral, pero lo es. ¿Cuál cree que es el estado de este género en España y fuera de sus fronteras?

Más que un histórico, yo suelo decir que llegas un punto en que te conviertes en clásico o te repites. Bueno, realmente es lo mismo (risas). Pero depende de si le gustas a la gente o no. Si no le gustas, es que te has repetido mucho y si le gustas, eres un clásico. Partiendo de ahí, la narración oral debe mirarse desde la internacionalización y el estado es muy bueno. El éxito y la sensación de comunidad con el público en los festivales son indudables. Hay muchísima gente contando para el público infantil y adolescente, en ligación con la literatura infantil, pero también está el fenómeno adulto y ahí hay un cruce con los monologuistas. Con todo ello confluyendo, el estado de la cuestión es fabuloso.

Yo no puedo contar solo, necesito la interacción. Y hay públicos muy buenos, algunos te hacen la mitad del trabajo

¿Y ese éxito es por la particular relación que se establece con el público?

¡Sí! Es tan artesanal la narración que genera una comunidad dispuesta a escucharla. No son fans, porque la persona que escucha cuentos es muy activa, pero sin esa persona, no existimos. Un músico graba su canción de tres minutos y es su canción, y puede cantarla solo. Yo no puedo contar solo, necesito la interacción. Y hay públicos muy buenos, algunos te hacen la mitad del trabajo. En Guadalajara hay momentos realmente mágicos en ese sentido.

Ese impulso a la narración oral también es muy fuerte desde Latinoamérica.

Es que la gran capital de los cuentos es Latinoamérica, desde luego. Colombia es impresionante. Y no solo por sus festivales y su público, y porque la cultura de la escucha es la hostia, sino también porque la gente cuenta historias en cualquier lugar. Literalmente en cualquier lugar. En Cuba, México y Perú también, son los lugares que yo conozco, pero es generalizado en toda Latinoamérica.

Los contadores de historias siempre han estado ahí, desde los juglares, pero ¿qué es lo que ha hecho que en estos 30 años se haya recuperado esta cultura de narración oral?

El juglar se pone como referencia y lo es, pero el origen también está en el teatro. Al juglar del siglo XV también se le podría preguntar “¿tú haces lo mismo que los griegos y los romanos de Plauto? ”(risas). El artista individual es el más barato que existe. La narración actual se diferencia de los juglares en que lo musical no es obligatorio y hay gente que mete música y a veces deja de contar. De cualquier forma, la recuperación de la narración oral existe porque se dejó contar en la vida cotidiana. Es un fenómeno, más que tradicional, postmoderno. Se había reducido al ámbito doméstico, pero cuando se rompe la cadena abuelos-nietos, aparecemos nosotros, los super abuelos, los contadores (risas).

También en el ámbito escolar se contaban más cuentos...

Eso vino del método Montessori. Y en muchos casos también de la recuperación del cuento popular, no en mi caso, pero ahí está Vladímir Propp y los cuentos europeos hasta Antonio Rodríguez Almodóvar, que es nuestro maestro. Hay una sabiduría profunda en el cuento tradicional. Nosotros estamos más en el intercambio de experiencias porque la gente quiere oir esas historias. Nos hemos subido a los escenarios a contar y algunos tenemos formación teatral pero otras personas no. Por todo eso creo que somos postmodernos, no tradicionales.

¿Cree que la narración oral debe tener (o ya tiene) una función social, de conciencia crítica?

El propio hecho de que la gente se reúna a escuchar la palabra en vivo y que la persona que cuenta, hable libremente, ya es una función social muy importante, porque es recuperar derechos, como de reunión y de libertad de expresión. La función social la tiene en sí misma. El simple hecho de contar una historia de 'Las mil y una noches' o la de tu abuelo en la guerra civil, es suficiente función social. Eso es la democratización de la palabra, de la memoria, el intercambio y la asamblea recibiendo esas historias. Todo eso es la bomba.

Es usted actor, director, adaptador teatral… ¿esa versatilidad le hizo contador de historias, fue al revés o siempre lo fue?

Tuve un clima familiar propicio pero eso no es suficiente. Luego tuve un interés literario y probablemente una inteligencia letrista que me colocaron ahí. Pero bueno, podría haber sido abogado al tener las mismas características básicas (risas). Después, yo empecé a contar, mis amigos me lo recuerdan. Pero no me parecía un arte. Yo lo hacía porque me había educado así. Hacía teatro y me pusieron a escribir porque era mal actor, pero yo les contaba antes a mi director y a los compañeros de lo que iba la historia. Y hay un momento en que mirábamos una escena teatral y Víctor Mosqueira, un compañero, me dio un toque en el hombro, y me dijo “ese tío está haciendo lo que haces tú después de comer”, es decir, contar las historias que sabía, que lo hacía continuamente. Y ahí me subí al escenario y me puse a contar.

¿Y ese fue el momento de “esto es lo mío”?

Claro, pero porque me encontré también con auditorios muy positivos al principio, muy cómplices, en las salas independientes de los años 90 en Santiago de Compostela. Y pude ver a la gente dispuesta a que le echasen lo que no le echaban en ningún otro lugar, ni en la tele, ni en los teatros convencionales.

Se habla mucho del teatro que rompe la cuarta pared y eso en la narración oral no existe.

No existe, no. Como mucho hay un murito o algo para apoyarte, pero pared no hay (risas).

Por último, aparte de contar en las 'Guisanderas', ¿en qué proyectos trabaja ahora?

Estamos montando un espectáculo que es un pastiche sobre Manuel María, un autor gallego de izquierdas y nacionalista que escribió teatro panfletario. Estamos preparando un espectáculo sobre sus escritos de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado. Hizo mucho teatro urgente y obras de teatro histórico sobre las revueltas gallegas de los “Irmandiños”, precedente de las de los comuneros castellanos. Va a quedar algo sensacional.

El padre del teatro moderno de Guinea Ecuatorial

Dos mundos que se tocan

Además de las “Guisanderas”, Quico Cadaval habla con especial cariño de otro de los espectáculos del Maratón de los Cuentos. Se trata de “Ngoan Tangan. Dos mundos que se tocan. Manoliño Nguema”. En esta representación, Ngoan Ntangan, un baile tradicional Fang, cuenta la historia de Marcelo Ndong, alias Manoliño Nguema, el padre del teatro moderno de Guinea Ecuatorial, un soñador que se convirtió en el primer mimo de raza negra en Galicia.

A través del baile, la música y la interpretación, tres artistas ecuatoguineanos de distintas generaciones radicados actualmente en España -entre ellos el propio Marcelo-, recrearán su historia personal y la relación entre España y Guinea Ecuatorial, antes y después de la independencia del país africano. Es este sábado, a las 20.30 horas en el Teatro Moderno de Guadalajara.