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Abandono educativo, suspenso colectivo

Silvia Avellaneda San Antonio. Politóloga y consultora de investigación social

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En estos tiempos revueltos y de aspavientos políticos, a veces corremos el riesgo de desviar el foco de aquello que es realmente importante y tiene consecuencias directas sobre nuestros derechos y bienestar y, además, nuestros representantes están obligados (inexcusablemente) a solucionar. Y uno de tantos problemas crónicos que parece hemos asumido como daño colateral es el abandono temprano de la educación y la formación (ATEF).

En España en 2020, el 16% de las y los jóvenes no alcanza el nivel mínimo de formación para poder acceder al mercado laboral con un mínimo aval, ni unos mínimos conocimientos y habilidades para desenvolverse en una vida cada vez más complicada y tecnológica; porque han abandonado la escuela (o la escuela les ha abandonado) de forma prematura.

Es cierto que hemos estado mucho peor y que desde hace años este porcentaje se viene reduciendo. Sin entrar en el debate sobre cómo combatimos (y definimos y medimos) el abandono educativo, no podemos negar los esfuerzos que se han hecho; en parte porque adquirimos el compromiso con la Unión Europea de alcanzar un 15%, y posteriormente un 10%.

Pero además de ser un problema de grado (hay mucho abandono), es una cuestión de forma: afecta desproporcionalmente a las familias migrantes y a las más vulnerables. Así que no hablamos solo de formación, sino de un desafío a nuestra capacidad (y obligación) de integración, de romper el círculo de la pobreza y de asegurar el pleno cumplimiento de los derechos humanos, sin discriminación (y, dicho sea de paso, con efectividad y progresividad).

En Castilla La Mancha la tasa de ATEF (18,7%) se ha reducido en los últimos años, pero sigue por encima de la media española. En nuestra región se han implementado planes y acciones únicamente enfocadas al rendimiento y los resultados. Además, las consecutivas crisis económicas y sociales (la última derivada de la pandemia) y la falta de empleo, han mantenido a los y las jóvenes en las aulas. Y el desastre de este casi 19% ha sido encubierto por la propia estructura de nuestro mercado laboral que ha sido capaz, en parte, de absorber mano de obra no cualificada, con todas las consecuencias de precariedad y deterioro de las condiciones laborales de muchos y muchas jóvenes de nuestra región.

Pero si queremos que Castilla La Mancha se sume a un modelo económico tecnológico y sostenible, es indispensable un tratamiento de choque para paliar el abandono educativo. Debemos formar más y mejor a una generación a la que le estamos pidiendo, nada más y nada menos, que nos lleve a una forma de vivir sostenible y que no dilapide un medio ambiente que bastante hemos deteriorado. Para ello, qué menos que un mercado laboral de calidad, con mano de obra bien formada, motivada, estable y bien pagada.

Y sostenible también significa equitativo; y no dejar a nadie atrás. Que sean las familias más vulnerables las más castigadas por el abandono educativo, no es ni sostenible ni asumible por nuestra sociedad del bienestar; amén del incumplimiento, reitero, de nuestra obligación con los derechos humanos.

Así que, este tratamiento de choque pasa ineludiblemente por políticas, planes y acciones integrales, no solo educativas, que garanticen la plena integración en la escuela de las niñas y los niños migrantes, vayan de la mano de políticas de lucha contra la pobreza y pongan en valor la formación y el sistema educativo como pilar básico de un desarrollo sostenible y justo. Nos enfrentamos a una cuestión muy complicada, cierto;  pero a grandes problemas, soluciones complejas, bien pensadas, financiadas y a largo plazo. Y para ello, es fundamental poner en marcha la maquinaria política y que el abandono temprano de la educación y la formación salte al primer plano del debate social y de la agenda política de nuestra región. Esto sí es importante.

En estos tiempos revueltos y de aspavientos políticos, a veces corremos el riesgo de desviar el foco de aquello que es realmente importante y tiene consecuencias directas sobre nuestros derechos y bienestar y, además, nuestros representantes están obligados (inexcusablemente) a solucionar. Y uno de tantos problemas crónicos que parece hemos asumido como daño colateral es el abandono temprano de la educación y la formación (ATEF).

En España en 2020, el 16% de las y los jóvenes no alcanza el nivel mínimo de formación para poder acceder al mercado laboral con un mínimo aval, ni unos mínimos conocimientos y habilidades para desenvolverse en una vida cada vez más complicada y tecnológica; porque han abandonado la escuela (o la escuela les ha abandonado) de forma prematura.