La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.
Luces y sombras de la sal: buena para las alergias, mala para el medio ambiente
Avanza la primavera y, aunque se ha retrasado casi un mes su aparición, cada vez es más intenso el nivel de polen y las esporas de polvo que flotan en el aire y que provocan ciertas reacciones alérgicas. Son molestias respiratorias que hacen que la población busque nuevos métodos para tratar de sobrellevarlas, pues además del uso de las mascarillas y gafas de sol que recomiendan los especialistas, existen opciones naturales que pueden ayudar a los alérgicos a poder llevar con tranquilidad esta primavera.
Y es que, según Ángel Moral, presidente del Comité de Aerobiología de la SEAIC (Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica), a pesar de que Toledo destaca por ser una de las provincias con los niveles más altos de toda la península, las gramíneas de este año no han alcanzado los granos por metro cuadrado que normalmente afectan a los alérgicos, aunque muchos de ellos ya lleven (demasiado) tiempo notándolos.
La haloterapia como tratamiento para nuestra salud
Los tratamientos con sal, a pesar de que están datados desde 1843, son uno de esos que pueden suponer un auténtico “respiro” para los alérgicos. Este tratamiento natural consiste en recrear el microclima de las minas de sal subterráneas para respirar un ambiente saturado por micropartículas. La idea es cubrir (en una sala especial, conocida como 'saltroom') las paredes, el suelo y el techo con sal de roca mediante un halogenerador que expulsa partículas de sal concentradas (muy diminutas) y que se mezclan con el aire de la sala, la cual posee, además, unas condiciones óptimas de humedad (entre el 40-60%) y de temperatura (entre 18-24º C). Una vez listo, las sesiones recomendadas varían entre 40 y 60 minutos de tiempo y, únicamente, tienes que sentarte a respirar con naturalidad.
El objetivo, por tanto, es proporcionar beneficios sustanciales a los pacientes con enfermedades respiratorias tales como el asma, la bronquiolitis (especialmente en los bebés y niños pequeños), la sinusitis o diversas alergias; además de enfermedades del oído, como la otitis; de la piel, como la dermatitis atópica, la psoriasis o los eccemas; o del sistema nervioso, como el estrés o el agotamiento. Por otra parte, un nuevo aspecto que puede contribuir con ciertas mejoras es cuando se incluyen los tratamientos con sal dentro del entrenamiento deportivo, pues induce una clara ventaja en la capacitación pulmonar y respiratoria, dejando las vías libres de mucosas.
Es por ello que la clave del éxito resida en que las partículas salinas poseen tres propiedades fundamentales: son antiinflamatorias, antisépticas y antibacterianas, y hace que los microorganismos no se reproduzcan tan rápidamente en un medio salado. Por tanto, y en el caso de las alteraciones respiratorias, estas partículas permiten la reducción de la inflamación de las mucosas, (inhibiendo, así, el crecimiento bacteriano), la regeneración de la flora y el incremento, por ende, de la protección frente a las infecciones. En el caso de la piel, ésta se desinflama y se limpia mediante la acción exfoliante; y, en relación a los signos de fatiga o de estrés, las células son reequilibradas mediante la carga de iones negativos.
Castilla-La Mancha, por su parte, está de enhorabuena, pues también se ha sumado a los tratamientos con sal y acoge desde hace un tiempo, en Toledo, uno de los centros más importantes del sector: Saltium. Y es en él donde se ha popularizado la demanda, especialmente, dentro del grupo de los bebés y los niños pequeños con problemas respiratorios asociados a la bronquiolitis.
La sal en jaque con el medio ambiente
Pero la sal también tiene sus sombras. Más de 300.000 muertes al año son las registradas en China por la contaminación del aire del país, y es que diversos estudios epidemiológicos demuestran que la contaminación dentro y fuera del área asfaltada y edificada de los núcleos urbanos afecta a la salud respiratoria, además de provocar un progresivo aumento de las dolencias derivadas del asma y las enfermedades alérgicas. Es por ello que se plantee, como primera opción de respuesta, la de reducir los principales factores de riesgo para este tipo de enfermedades, como es el caso del humo de tabaco acumulado, los gases que emiten los combustibles o la (propia) contaminación del aire.
Contaminación, por tanto, en relación con el cambio climático, pues existen diversos aspectos climáticos que están viéndose alterados debidos a los dramáticos efectos que se están generando por el calentamiento global, y con ellos, consecuencias potencialmente importantes para la salud humana. Aumento de pólenes y, por consiguiente, alergias más intensas debidas a los agentes contaminantes del aire, que ponen, a la salud humana en el punto de mira.
Además de ello, la temperatura del planeta es otra de las graves consecuencias que estamos experimentando, y, para ello, se plantean ciertas soluciones para su reducción mediante el uso de elementos naturales, como es el caso de la sal. “Pulverizar y espolvorear sal en la atmósfera” es la propuesta de Robert Nelson, científico del Planetary Science Institute of Pasadena (EEUU), que lo plantea como solución para reducir la temperatura a escala planetaria. Una solución paliativa y no de largo plazo es la que el pasado mes de abril, durante la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria, presentó el científico como instrumento de lucha contra el cambio climático. La idea reside, por tanto, en pulverizar y espolvorear la sal en la troposfera superior, con el fin de que se reflejen los rayos del Sol y se fomente, así, la capacidad de enfriamiento de la Tierra.
En el lado opuesto encontramos a Matthew Watson, vulcanólogo de la Universidad de Bristol (UK), el cual considera que, para que se obtengan mejores resultados, es preferible espolvorearla en la estratosfera. Aunque la propuesta terminó siendo descartada pues, con esta opción, se generaría otro problema: la posible destrucción de la capa de ozono debido al cloro que contiene la sal. De ahí que, R. Nelson, insista en que su propuesta no supondría un problema si se espolvorea en la troposfera superior (por encima de las nubes, evitando su destrucción) y por debajo de la estratosfera (lejos del ozono).
Luces y sombras, por tanto, sobre esta opción de geoingeniería, la cual ha creado cierto debate y donde muchos científicos del clima consideran que se necesitan más estudios que demuestren la viabilidad y analicen todas las consecuencias y beneficios posibles; ya que, en este caso concreto de paliar el cambio climático con la sal, es una opción bastante delicada pues, por un lado, el cloro que contiene es un componente que podría agotar la capa de ozono a largo plazo y, por otro, tampoco está realmente claro cuál sería la cantidad necesaria a espolvorear. Además de no saber exactamente cómo reaccionaría con los demás elementos de la atmósfera.
Otro aspecto que hay que tener vigilado muy de cerca es el de la contaminación que se produce por esparcir sal sobre las carreteras, pues esta acción tiene como objetivo evitar la formación de placas de hielo y acumulación de nieve pero, que como efecto colateral (y de forma muy silenciosa) daña gravemente el medio ambiente debido a que el deshielo (mezclado con la sal, por supuesto) se infiltra en el suelo afectando a la flora y la fauna más sensibles.
Esta práctica, tan necesaria para las carreteras y su circulación por ellas durante la época invernal (e incluso las vividas en las últimas semanas en muchas de nuestras calzadas) y, a la vez, tan contaminante para nuestro medio, supone otra nueva encrucijada. La sal disuelta en el agua, al infiltrarse en la superficie, genera cambios en las propiedades químicas de los suelos de cultivo, altera el pH del agua (pues se desliza hasta los acuíferos) y daña a plantas (las cuales absorben esta humedad infiltrada) y animales (ya que algunos de ellos se sienten atraídos y terminan lamiendo la superficie de las carreteras, aumentando así, por cierto, el riesgo de accidentes por atropello).
Por ello, se plantea la posibilidad de recurrir a las plantas halófitas (aquellas capaces de vivir en condiciones con gran presencia de salinidad), las cuales podrían suponer una interesante arma para paliar muchos de los problemas derivados del cambio climático. Como es posible que, a la larga, aumente el nivel del mar y haya una intensa sequía en ciertas zonas, el cultivo de este tipo de plantas supondría el “fin” de la deforestación en dichas áreas y, por consiguiente, se reduciría la emisión de gases de efecto invernadero (con todo lo que ello supone).
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