Miguel Casado (Valladolid, 1954) es poeta, crítico y traductor; reside en Toledo desde 1996. Es el primer autor de la Colección Ultramarina de Mochuelo Libros, coordina por el escritor Federico de Arce y que consiste en una serie de antologías de poetas españoles y americanos cuya particularidad es que todos los poemas fueron elegidos por ellos mismos.
‘Allí donde nombraste la estepa’ es el nombre que Miguel Casado ha elegido como título de esta antología personal con la que se inicia la colección y el poeta reúne parte de su extensa obra, con un pensamiento nómada que es “bastante significativo” de su manera de pensar. En esta entrevista, Casado profundiza en el significado que le da a la poesía, a su ‘deseo de realidad o también de su animadversión a dogmas, consignas, métodos u otras formas de aniquilar la realidad.
La tarde de este jueves, 21 de noviembre a las 19.30 horas, la editorial, junto al primer autor de esta colección y el coordinador de la colección, presentan en El Internacional/El Andarríos Librería, el nacimiento de este diálogo poético entre ambos continentes que cuenta como primera publicación con la antología de Casado.
‘La condición de pasajero’, ‘Falso movimiento’ o ‘Tienda de fieltro’ son algunos de los libros de poesía que ha publicado. ‘Del caminar sobre el hielo’ o ‘La experiencia de lo extranjero’ son también títulos de dos libros de su extensa obra como crítico de poesía. ¿Puede que el de ‘La ciudad de los nómadas’, que recoge artículos publicados en México y España, es el que explica como ningún otro su nomadismo o su pensamiento nómada como manera de estar en el mundo?
Puede ser. En realidad, ‘La ciudad de los nómadas’ es una variante de ‘Tienda de fieltro’ porque la columna en la que publicaba yo los artículos, primero en ‘El norte de Castilla’ en Valladolid y después en ‘Periódico de Poesía’ en México, se llama ‘Tienda de Fieltro’, que es a la vez el título de uno de mis libros de poemas. ‘La ciudad de los nómadas’ es un título que da esa idea de movimiento, de la falta de fijeza, de ser de muchos sitios, que creo que es importante. No creo que lo resuma todo pero me parece que es bastante significativo de mi manera de pensar, seguramente de ser y, por tanto, quizás también de escribir.
¿Es algo inherente al ser humano este nomadismo, el vivir de un sitio en otro y de trasladar también la cultura?
Sí claro. Aunque no se note en la piel y aunque no esté reconocido como tal, somos todos bastante místicos. Quiero decir que somos el cruce de muchísimas cosas, el montaje combinado de muchos pensamientos, discursos y experiencias. Realmente, más que identidades fuertes lo que somos son lugares que se cruzan. Aunque las migraciones tienen ese componente tan fuerte de necesidad económica, y en ese sentido no hay que frivolizar, sí que acaba componiendo un tipo de sociedad que funciona un poco así. Lo que a veces se llama multiculturalismo y parece que es una opción que uno toma, en realidad no es una opción, es la realidad en la que vivimos tengamos o no conciencia de ello.
‘Literalmente y en todos los sentidos’ es el título del ensayo que usted dedica a la obra poética de Roberto Bolaño, tomando de prestado una cita de Arthur Rimbaud. Atender a lo que el texto dice antes de lo que quiere decir, ¿puede ser el lema que mejor explique su manera de entender la crítica y la traducción de poesía?Atender a lo que el texto dice antes de lo que quiere decir
‘Literalmente y en todos los sentidos’ procede de una curiosa anécdota que cuenta la hermana de Rimbaud. El único libro que en realidad llegó a publicar, aunque no llegó a distribuirse, fue ‘Una temporada en el infierno’. De alguna manera incomprensible consiguió que lo pagara su madre, que siempre estuvo muy opuesta a todo lo que su hijo pensaba y hacía. Cuando su madre vio el libro le preguntó: “¿Esto cómo hay que entenderlo?”. Y él le contestó: “Literalmente y en todos los sentidos”.
Yo lo uso sobre todo porque me parece importante una insistencia en la literalidad. Es decir, me parece que la lectura de la poesía se ha visto a lo largo del tiempo crecientemente deformada por esta pregunta típica de ‘¿y esto qué quiere decir?’. Se trata primero de lo que dice la poesía, de lo que dice el poema, antes de pensar lo que quiere decir. Muchas veces despreciamos el sentido literal, el sentido directo, que a su vez está cargado de otros muchos sentidos simbólicos e imaginarios. Es una especie de llamada de atención a la lectura literal como base y como fundamento.
En ese sentido, tiene que ver con algo que me preocupa también en relación a la retórica, la tradición o los códigos culturales. Se supone, y es así, no se puede negar. que toda poesía tiene una retórica, que todos trabajamos sobre la base de unos códigos culturales heredados más que de una tradición de muchas tradiciones que se cruzan en nosotros. La escritura para mí, de manera ideal, imposible, utópica, sería un momento de suspensión de los códigos y de la retórica, un momento de encuentro de una lengua personal, de una singularidad. La idea de lo literal también va un poco por ahí, por esa suspensión de todo lo que resuena alrededor de las palabras para tratar de devolverles los sentidos primarios, y luego todos los demás.
Si su trabajo como crítico ha atendido al proceso de pérdida de realidad en la poesía moderna, ¿puede que su poesía sea la expresión de lo que usted llama deseo de realidad?deseo de realidad?
Cuando hablo de literalidad me refiero también a la poesía más compleja, que muchas veces nos cuesta mucho leer porque partimos de algo que no es lo que tiene el texto, una especie de prejuicio, suposición, y que muchas veces yendo a lo literal tenemos una base mucho más sólida. Esa fórmula del ‘deseo de realidad’ que apareció hace muchos años, quizá veinte, en algún ensayo mío y que luego para mí mismo se ha convertido en una clave, es una forma de nombrar lo que importa. Tiene que ver con lo que acabamos de hablar, con la literalidad de la suspensión de los códigos. Creo que, al mismo tiempo, todos los códigos, esa especie de masa de lenguajes aprendidos que tenemos interiorizada, nos alejan de la realidad. De alguna manera la poesía tendría que conseguir despejar ese panorama y abrirse a una investigación, a una exploración o a un encuentro de la realidad.
Por supuesto, todo el lenguaje por definición es abstracto, es decir, introduce un nivel de pérdida de la realidad mayor o menor pero inevitable. Pongamos que, en el último siglo y medio, con una sociedad urbana moderna, con el capitalismo, con el predominio del mercado, esa pérdida de realidad se ha acelerado mucho. Me parece que hemos llegado a ser una sociedad en la que la realidad está tan lejos de la vida real, de la vida cotidiana, que muchas veces no se sabe cual es. No me refiero solo a la típica realidad política en la que llega un punto en el que no sabemos cuáles son los hechos que se discute, porque solo tenemos las interpretaciones, sino un poco a todo, como las cosas que compramos. Hasta qué punto son reales o imaginarias con todo ese punto del fetichismo, de la mercancía, esa especie de ensoñación añadida por la publicidad o por la inmolación social.
Los medios de comunicación, la propia virtualidad de nuestras comunicaciones ahora, ese mundo virtual paralelo en el que vivimos cada vez con más naturalidad. Los mecanismos de pérdida de realidad cada vez son mayores y cada vez estamos más lejos de eso. Por supuesto que la realidad existe, tenemos hambre, nos morimos. Sin embargo, en la percepción de cada día eso cada vez está más lejos, se hace menos tangible. ‘Deseo de realidad’ apunta un poco a eso, al tocar la realidad, al poder utópicamente llegar a ella a través de las palabras.
No puedo evitar la sensación / de que paseo por un espacio escrito, / de que he ido haciendo historia / de estas cosas y ahora me miran como un lugar interior. (…) / Atiendo a si todo eso enmudece, atiendo a lo que dice cuando habla. Escritura / produce escritura, traza aceras / en medio de la vida.
Ha dedicado también buena parte de su labor a la traducción de poesía. ¿Se puede traducir toda la poesía o también se corre el riesgo de que pueda perder su esencia?
Creo que mucha gente de mi edad, seguramente también de otras edades -me limito a una experiencia personal y de amigos propios-, nos hemos formado en gran medida en la lectura de traducciones. En ese sentido, sería una deslealtad total negar la posibilidad de la traducción.
Creo que estamos en esa misma dinámica que hablábamos también respecto a la poesía y la realidad. La poesía no puede tocar la realidad porque el lenguaje no puede, tiene un fundamento abstracto y simbólico. Pero, a la vez, ese imposible, ese deseo de realidad, es el que te mueve a escribir. Me parece que la traducción de la poesía evidentemente es imposible en el sentido de que la poesía está muy ligada a la sonoridad de la lengua, ampliamente entendida de cada palabra, en el ritmo o la sintaxis, pero a la vez, acercarnos lo más posible, a mí me parece un trabajo importantísimo y muy fértil, por muchas deficiencias que con el tiempo se puedan descubrir. Creo que cada generación tendría que traducir otra vez a los clásicos. La traducción es la única lengua universal que existe, la lengua en la que nos entendemos, con imperfecciones y con problemas, pero merece la pena y es muy interesante.
Dice Federico de Arce que escribe usted en un tono medio, el de la vida, que en palabras del crítico Eduardo Milán hay que tratar de no traicionar. Dice también usted hay que tratar de no traicionarescribir sin otro estímulo que el lema heredado de Rimbaud, ‘changer la vie’, cambiar la vida. Su último libro publicado en España, ‘Un discurso republicano’ es un libro de crítica poética. ¿Qué tiene la poesía de republicana?
Lo del tono medio no me gusta mucho, en el sentido de que en el término medio está la virtud. Un tono medio siempre indica como que eliges ese tono entre otros posibles y yo verdaderamente no sé cuál es mi tono. Idealmente, es decir como lo que se busca y no puedo asegurar que sea, habría que definirlo como la búsqueda de una personalidad que se transparente en una manera de estar en la vida. Quizá, lo de medio puede venir de que no me gusta lo patético o lo hiperbólico, pero en todo caso no hay un medio entre otras posibilidades.
‘Un discurso republicano’ viene de una cita de un romántico alemán, Friedrich von Schlegel, que ya usé en el libro ‘Tienda de fieltro’ en un poema y en otro artículo sobre la poesía dilatada, lo que ahora se llama expandida, y que siempre he tenido muy presente. Lo que dice es que la poesía es un discurso republicano porque todos sus elementos son libres de ponerse de acuerdo. Él dice que “todos sus elementos tienen derecho al voto”. Esa frase a mí me gusta mucho por eso. Por un lado reúne una idea de la poesía abierta, no sujeta a reglas, una defensa de la libertad de la escritura en una época en la que todavía la imitación de los clásicos está pesando mucho y estos jóvenes románticos, de finales del siglo XVIII, empiezan a chocar con eso. Por otro lado, elige una frase política para nombrarlo en el momento en el que acaba de darse la revolución francesa, en el que Alemania es uno de los centros fundamentales de la reacción del antiguo régimen, de la pequeña aristocracia provincial y regional que es la que gobierna y a la que él muestra ese carácter subversivo. Reúne las dos cosas y, en ese sentido, me gusta, conecto con ella, me parece que tiene mucho que ver con lo que es la poesía, no solo por esa libertad, esa no sujeción a reglas previas, sino también porque esa tarea de buscar un lugar personal en el fondo es fuertemente política. Supone una critica del lenguaje que está establecido, una critica de los lenguajes sociales controlados.
En ese sentido, abre vías de pensamiento libre y me parece que esa sería la fundamental misión de la poesía, esa crítica del lenguaje establecido, buscar las fisuras y las grietas que se pueden abrir en el sistema del lenguaje, de los lenguajes socialmente controlados que identificamos con el poder. Pero no con un poder político o económico sino también con ese poder que está diluido y disperso entre todos nosotros, el que de alguna manera organiza el funcionamiento de la sociedad.
El tiempo lee poemas es uno de los lemas que ha acuñado en su trabajo como crítico. Y ‘Allí donde nombraste la estepa’ es el nombre que ha dado a la antología personal con que Mochuelo libros comienza su colección de poesía Ultramarinos. De nuevo el nomadismo. ¿Qué ha experimentado al desplazarse en la lectura hacia atrás en el tiempo para elegir unos textos y no otros?El tiempo lee poemas
Digamos que el título reúne tres cosas. Por un lado, efectivamente está esa evocación de los nómadas, de los nómadas de la estepa con sus tiendas de fieltro, seguimos ahí. Por otro lado, hay un ‘tú’, es decir, es el que nombra la estepa, hay una conversación, un lugar compartido. En la parte a la que este poema pertenece tiene que ver con la intimidad, la experiencia de compartir la vida con alguien, con lo amoroso, y luego hay como una especie de desajuste en el sentido. ‘Allí donde nombraste la estepa’ no era la estepa porque si no no se diría así. Ese estar en un sitio y estar en otro, ese desajuste que de alguna manera es el deseo de realidad o la falta de identidad del movimiento del que estamos hechos. Me parece que todo estaba ahí y me gustó.
Respecto a ‘El tiempo lee poemas’ me resulta difícil hablar de esto. Es una frase mía como critico. La he usado hablando de Antonio Gamoneda pero es una experiencia que he tenido con otros poetas. Cuando has leído mucho a poetas y estás un tiempo sin leerlos, vuelves y ves cosas que no veías antes. El tiempo ha hecho un efecto, el de tu vida, el de la lengua, el de la obra de ese poeta que hace que se relacione con otras cosas que ha escrito después. Me resulta difícil aplicármelo a lo que yo escribo, tendrán que decirlo los demás. Es verdad que hay poemas que me parecen que se quedan un poco muertos o inertes, aunque a veces hay otros que resucitan, que estuvieron inertes un tiempo y ahora los leo. He seguido leyendo las cosas de hace mucho tiempo cuando creía que podría meterme dentro de ellas, estar dentro del poema a pesar de que hubieran pasado 30 años. He mantenido ese contacto con los poemas y, en ese sentido, no me resulta enojoso, me llevo bien en general con los libros anteriores o con buena parte de ellos. Como se trataba de elegir, no había problema.
No hemos podido hablar todavía con los responsables de la editorial Mochuelo Libros, quienes regentan la librería El Andarríos, en la Librotaberna El Internacional. Desconocemos todavía el proyecto de antologías poéticas personales que comienza con su obra. ¿Podría adelantarnos algo?
Bueno, son ellos los que tendrían que contarlo y quizá sobre todo Federico de Arce que es el director de la colección y el que realmente tuvo la idea y la lleva adelante. Me parece que lo que quería era mostrar poetas que están escribiendo actualmente en España o en castellano, porque se plantea también contar con poetas latinoamericanos. Combinar la publicación de la antología con la presencia del poeta en Toledo leyendo sus poemas también como una manera de hacer presente aquí la poesía que se está haciendo. Una poesía renovadora, critica, poco conforme con las clasificaciones y etiquetas fijas. Me pareció muy buena idea, estoy encantado de que me hayan llamado para empezar, leeré los poemas en El Internacional y ojalá que puedan seguir mucho tiempo.
Una editorial que cuida mucho los detalles.
Sí, los libros son preciosos. Será una tirada corta pero van a reeditar cuando haga falta y van a intentar meterse en ese mundo complicado de la distribución para que esté en más sitios. Me parece que siempre hay que estar ahí apoyando proyectos como este.
¿Cómo ve la poesía toledana? ¿Qué sinergias encuentra entre los autores y autoras que publican actualmente y que viven en la ciudad?
Hay un buen número de poetas de interés en la ciudad. Hace unos años coordiné un pequeño ciclo, de unas cuatro sesiones, en la Biblioteca regional con poetas nuevos, de aquí. Me parece que la mayoría de ellos han seguido desarrollando su escritura y que tienen ya una obra mucho más consolidada. Efectivamente, hay ese movimiento.
Creo que seguramente no hay un conocimiento todo lo amplio que sería deseable de lo que se hace fuera de Toledo. Me parece que hay un poco de pasividad respecto a eso. Creo que la poesía española, fuera de lo más etiquetado y catalogado, tiene muchas propuestas interesantes y conocerlas ayuda a crecer. Por eso esta propuesta de la que hablamos me parece bien y creo que en general, aunque hay una serie de momentos culminantes a lo largo del año que todos sabemos cuales son, no hay vida una cultural sostenida y permanente, ni circuitos que estén claramente funcionando. Si hiciéramos una experiencia que fuera presentar el libro de un autor o autora toledano o bien hacer una lectura de un poeta muy interesante que no fuera toledano, lo primero estaría lleno de conocidos, familiares y amigos y en lo segundo quizá habría una decena de personas. Hay este desajuste. Lo primero está muy bien y lo segundo revela esa falta de tensión en los circuitos y mecanismos.