La Vega Baja de Toledo, a los pies de las antiguas murallas, en el arrabal y hoy cerca del campus de la Universidad de Castilla-La Mancha tuvo un “uso intenso” desde mediados del s. I d.C. hasta época emiral. A ese momento le siguió un “amplio periodo de frecuentación, con un uso residual como zona de huerta o espacio de extracción de áridos que se prolongó hasta nuestros días”.
El estudio de esta zona de la capital castellanomanchega ha sido objeto de varias investigaciones en los últimos años. Yolanda Peña Cervantes, profesora del Departamento de Prehistoria y Arqueología (UNED) ha abordado esta investigación estudiando los restos cerámicos en la zona, dentro de un proyecto desarrollado entre 2017 y 2020 financiado por la Junta de Castilla-La Mancha y Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED
Fue una excavación iniciada en el año 2006 en la parcela R-3 de la Vega Baja de Toledo, dentro del proyecto general de excavación de la zona y destinado, en origen, a propiciar la urbanización de este sector de la ciudad (un objetivo que hoy parece descartado), la que ha permitido detectar “una larga ocupación de esta parte del arrabal toledano”.
El proyecto ‘Arqueología de la Producción Cerámica en el Toledo romano y altomedieval: producción, intercambio y consumo’ se presentó durante la Semana de la Ciencia, el pasado mes de noviembre y ahora la Consejería de Cultura publica algunas de las conclusiones de la investigadora.
La intervención arqueológica se realizó aislando 11 fases constructivas que fueron descritas y estudiadas preliminarmente en un artículo publicado en 2009 bajo el título ‘Aportaciones al conocimiento de la evolución histórica de la Vega baja de Toledo. Estudio preliminar de la excavación de la parcela R-3’ (Peña, García-Entero y Rojo, 2009).
“La abundante presencia de material cerámico, en relativo buen estado de conservación, asociado a los diversos momentos de uso comprendidos entre el s. I y el s. IX d.C., nos animó a desarrollar un estudio cerámico en profundidad”, explica la profesora.
Para hacerlo, se aunaron las técnicas tradicionales de análisis cerámico con la realización de análisis arqueométricos, realizados por la Unidad de Arqueometría de la Universidad de Alicante, bajo la dirección de Romualdo Seba.
“El desarrollo de este proyecto nos ha permitido no solo ampliar nuestro conocimiento sobre la producción, intercambio y consumo de los productos cerámicos hallados en la Vega Baja, sino también precisar las cronologías y momentos de ocupación de esta parte del arrabal”.
Entre los resultados más reseñables la profesora destaca los datos obtenidos del estudio ceramológico realizado sobre los materiales asociados a la primera ocupación detectada en el yacimiento, fechada en la segunda mitad del s. I d.C. A esta fase pertenece un pozo de planta cuadrada de menos de dos metros de diámetro y una profundidad de 2,8 metros que presenta un único relleno homogéneo, sobre el que se disponen tejas curvas a modo de cierre.
El estudio realizado sobre los materiales de este relleno ha permitido analizar más de 3.000 fragmentos cerámicos que se corresponden con un mínimo de 206 recipientes cerámicos. Cuentan con una amplia diversidad tecnológica y formal y “un excepcional estado de conservación”.
Los investigadores han encontrado lucernas, cerámicas pintadas, así como siete grupos cerámicos dentro de las producciones comunes, entre otras cosas. “Una buena parte de las piezas se conservan completas o prácticamente completas”, explica Yolanda Peña, y eso les ha llevado a pensar en un “posible uso ritual para este pozo, que podría haber acumulado la vajilla y restos de alimentos de un banquete ritual, tal y como sucede en los ejemplos de Valencia o en el yacimiento de Momo, en Alcalá de Henares”. Una publicación más amplia sobre este “interesantísimo conjunto cerámico”, podría ver la luz en este 2022.
Cerámicas en la Vega Baja de origen tardorromano procedentes de Lugo
Ya en época tardorromana, los investigadores extraen “nuevas e interesantes conclusiones”, como la identificación de cerámicas de barniz rojo, las denominadas comúnmente como imitaciones de engobe rojo pompeyano, provenientes de Lucus Augusti, la actual Lugo, en los contextos toledanos.
Hay evidencias de un posible alfar tardorromano de producción local de cerámicas comunes destinadas a cocina y almacenamiento
La localización de una pieza por parte de Roberto Bartolomé Abraira, abrió la puerta a la identificación de al menos diez piezas de engobe rojo fabricadas en Lugo, “que fueron comercializadas y utilizadas en Toletvm en la segunda mitad del s. IV d.C”.
También se han encontrado evidencias de una posible producción local de cerámicas comunes de cocina y almacenamiento, que se ve corroborada, también, por la aparición de estructuras pertenecientes a una figlina (alfar romano de cerámica y ánforas) en esta zona del suburbium.
Un basurero evidencia que se fabricaba vidrio antes de la época visigoda
Ya de época tardoantigua, aunque en una fase previa a la urbanización de época visigoda de este sector, los investigadores han analizado los materiales cerámicos provenientes de un basurero situado en la zona sur de la parcela.
En este caso, todos los recipientes localizados pertenecen a repertorios de cerámica común, aunque muestran una amplia diversidad tecnológica. Hay sobre todo recipientes para el servicio de mesa o el trasiego de líquidos y que suponen el 65% del total de las piezas documentadas.
Dentro de las producciones cerámicas halladas en este basurero tardío destacaba, también, la presencia de cerámicas vidriadas: ollas o cazuelas, poco decantadas, con vidriado interior de color verde. “En una de las piezas pudo detectarse, su uso sucesivo al menos nueve veces, para la fundición de vidrio” y eso permite identificar un taller de vidrio secundario en esta zona de la Vega Baja, uniéndose a las evidencias de fabricación de vidrio localizadas en otros puntos del arrabal.
El abandono hacia la ciudad alta en el siglo VIII
La última parte del análisis corresponde a producciones andalusíes presentes en los rellenos que colmatan diversas fosas, así como en la caja de una noria de tiro. Más de un centenar de recipientes, todos ellos pertenecientes a repertorios de cerámica común, mayoritariamente cerámicas de mesa con algunos ejemplares pintados, aunque también aparecen piezas de cocina con un porcentaje cercano al 30%.
“Aunque la datación de las cerámicas emirales es siempre compleja, los materiales cerámicos que aparecen vinculados a estos rellenos son, sin embargo, suficientemente expresivos para que podamos defender su formación en el s. VIII d.C.”, explica la profesora.
Es elocuente el hallazgo de una pieza prácticamente completa de cuenco alto con decoración en negro y rojo de trazos circulares incompletos. “Este tipo de decoración no encuentra, hasta el momento, paralelos en la Meseta, y puede relacionarse con algunos ejemplares aparecidos en los llamados niveles preislámicos del yacimiento cordobés de Cercadilla, que se vinculan a los primeros momentos de la conquista”.
“También la numismática y las fuentes escritas ratifican un abandono muy temprano del arrabal de la Vega Baja tras la conquista andalusí”, señala. Según un reciente artículo (Castro Priego, 2020), el 97% de las monedas islámicas documentadas en la Vega Baja se corresponden con feluses del emirato dependiente (711–756).
Eso parece indicar, añade, “que tras un primer momento de marcado dinamismo andalusí en este sector de la ciudad, que podría haber acogido el primer asentamiento de Tariq, Musa y sus tropas, el arrabal parece abandonarse a favor de la ciudad alta antes de mediados del s. VIII, entre otros posibles motivos por el clima de inestabilidad política”.