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Abandono de nuestro patrimonio

10 de junio de 2021 11:05 h

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El Casco de Toledo nos presenta un balance deslumbrante con sus más de sesenta edificios catalogados Bien de Interés Cultural, centenares de Bienes Patrimoniales y un Conjunto Histórico-Artístico de los más amplios de Europa, considerado “Patrimonio de la Humanidad”. Y, sin embargo, observamos con preocupación que no hay una política activa que solucione los problemas que se enquistan en las entrañas de su caserío.

Son numerosos los inmuebles, algunos de alto valor patrimonial, abandonados a su suerte. La arqueología nos dirá que entre los restos de las ruinas provocadas por el tiempo y los agentes atmosféricos se encontrarán estructuras de edificaciones anteriores, incluso romanas. Aparecerán fragmentos de yeserías, de muros policromados, vigas decoradas, modillones. En sus muros se han reutilizado sillares de otra civilización, quizá, con suerte, con talla visigótica o romana, pedazos de capiteles góticos o renacentistas. Pero las estructuras de sus estancias, los alfarjes y artesonados, los arcos de herradura, los indicios de la existencia de baños árabes o hebreos, o quizá de un templo o un palacio, habrán desaparecido.

Fíjense en la fotografía. El dueño del inmueble seguramente vivirá fuera del casco histórico, en nuevos, amplios y luminosos edificios, pero su antigua vivienda, aquél inmueble que compró cuando estaban a saldo, lo tiene en espera a que una empresa inmobiliaria, un negocio de hostelería o de apartamentos turísticos pague lo que su ambición o expectativas determine para ese ya considerado solar y, probablemente, tiene varios en igual situación diseminados en varias zonas de la ciudad.

Pero, no sólo son personas físicas o jurídicas, como establece la Agencia Tributaria, sino que instituciones tan honorables como la Excelentísima Diputación provincial tiene inmuebles en idéntica situación: el palacio barroco del Canónigo Obrero en Abdón de Paz, el edificio neoclásico que fuera Hospital de San Juan de Dios, posteriormente maternidad, o la ermita y cementerio de San Ildefonso. El Excelentísimo Ayuntamiento toledano tiene el entorno del Corral de Don Diego  en completo abandono, la Casa de las Cadenas esperando a qué sé yo o el edificio de la Alhóndiga sin utilidad. Mientras que la Junta de Comunidades prometió apartamentos estudiantiles en los solares de la calle de los Hermanos Bécquer y de Esteban Illán convertidos en nidos de basura, mientras que el Hospitalito del Rey duerme en el sueño de los justos. El Estado tampoco se libra de sus obligaciones para con la Delegación de Hacienda. que ya va para más de un año cerrada.

Porque uno de las consecuencias indirectas de tanto abandono, además de ser nidos de podredumbre, es el de crear unos “vacíos de actividad” en el Casco Histórico, tan necesitado de diversificar la misma huyendo del monocultivo turístico. El uso residencial, el cultural, el administrativo o el de actividades económicas, ya sean comerciales o de otra índole, es algo que requiere este recinto amurallado que cada vez pierde más población y más actividad laboral y social.

Pero ahí están: Primero aparecen las goteras. Fíjense en los caballetes, cómo se han abierto en canal, dejando que las tejas se precipiten sobre el alcaén y dejen al descubierto las entrañas de una techumbre que en pocos años se vencerá y alcanzará a pisos inferiores. Mientras, las palomas con sus nidos y sus detritus se aposentarán en sus estancias,  o las colonias de gatos recorrerán sus vacías estancias llenándolas de suciedad, cuando no los “ocupas” o gentes sin techo, o los roedores. Otros enemigos más temibles de NUESTRO PATRIMONIO, las termitas, tendrán en sus maderas un nicho “ecológico” ideal para no ser molestadas en su avance destructor hacia inmuebles vecinos. Y algunos desaprensivos comenzarán, cuando ventanas o muros se quiebren, a utilizar como vertedero un solar cada vez más arrasado.

¿Tiene el Ayuntamiento un catálogo de esos inmuebles y solares abandonados o ruinosos? Entendemos que hay información que no debe transcender de la esfera de lo privado, pero también que las políticas públicas deben, sobre unos inmuebles con valor patrimonial en un Casco Histórico declarado de Interés Artístico-Histórico, imponer unas tasas -llegando incluso al expediente de expropiación forzosa-, que disuadan a sus propietarios de seguir permitiendo su ruina, y a restaurarlos, rehabilitarlos y darlos el uso que determine el Plan Especial del Casco Histórico por vía de obligada ejecución para amparar y proteger el patrimonio histórico-artístico, tal y como señala la Ley del Patrimonio Histórico español. Y, sobre aquellos edificios de titularidad pública, establecer un debate político que obligue a los responsables de las distintas instituciones a intervenir en su restauración, rehabilitación y uso público.

El Casco de Toledo nos presenta un balance deslumbrante con sus más de sesenta edificios catalogados Bien de Interés Cultural, centenares de Bienes Patrimoniales y un Conjunto Histórico-Artístico de los más amplios de Europa, considerado “Patrimonio de la Humanidad”. Y, sin embargo, observamos con preocupación que no hay una política activa que solucione los problemas que se enquistan en las entrañas de su caserío.

Son numerosos los inmuebles, algunos de alto valor patrimonial, abandonados a su suerte. La arqueología nos dirá que entre los restos de las ruinas provocadas por el tiempo y los agentes atmosféricos se encontrarán estructuras de edificaciones anteriores, incluso romanas. Aparecerán fragmentos de yeserías, de muros policromados, vigas decoradas, modillones. En sus muros se han reutilizado sillares de otra civilización, quizá, con suerte, con talla visigótica o romana, pedazos de capiteles góticos o renacentistas. Pero las estructuras de sus estancias, los alfarjes y artesonados, los arcos de herradura, los indicios de la existencia de baños árabes o hebreos, o quizá de un templo o un palacio, habrán desaparecido.