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Si 20 años no son nada, cuarenta deben ser incluso menos. Conseguirla costó esfuerzo, sudor y, por supuesto, sangre. 40 años después no podemos jugar a pensar que siempre estuvo aquí ni que la trajo este o aquél ministro, presidente de partido o similar. La gente la ganó y, si no la cuidamos, se pone mustia, fea y puede morir.
El desdén hacia ella no es una buena fórmula. La dejadez, entendiéndola como una hoja perenne que se mantiene impasible ante el paso del tiempo –o eso parece-, puede hacerla marchitar y besar la lona.
La crítica injustificada, imponiéndole lastres o efectos secundarios que no conlleva su uso diario e indiscriminado, culpándola de las siete plagas de Egipto o tachándola de débil ante lo que no nos gusta –con razón, en muchas ocasiones, sin razón, en otras- suele servir, única y exclusivamente, para devaluarla y desmerecerla pudiendo llegar el caso de que alguien piense, u otro alguien piense por ti y después te convenza de que es tu idea, que no es necesaria, que no la necesitamos, que es mejor su fría ausencia que la calidez de su presencia.
La ausencia de participación, tan necesaria e imprescindible como el agua lo es a los seres vivos, deja campo abierto a quienes no la quieren, no les convence o, simplemente, les interesa “más dócil”, más modulada, más preparada para los fines con los que no debió ser concebida. Esto abre la puerta a fuertes ataques a su ser, con tal violencia en ocasiones que pueden hacerla desaparecer de un punto, sepultarla en lo más profundo y, esa planta que crecía, volver a ser apenas una semilla. Esto pasa cuando permitimos que lo que es por interés de todos se permite que sea por interés de unos pocos o cuando ponemos mordazas o cadenas a los más básicos preceptos. Sin duda, una tala indiscriminada e injustificada... pero con una intención clara.
Pensar que siempre estuvo allí y estará, que no hay otras formas de organizarse poco edificantes para la mayoría social, pero muy interesantes para quienes la usan, soban, manosean y, llegado el caso, desprecian, es errar en lo más profundo.
Hoy se cumplen 40 años de la matanza de Atocha. Se cumplen 40 años de un acontecimiento que ha marcado la historia actual de nuestro país y que mostró que no todos estaban con la Democracia, pero sí el pueblo español. Sí la gente de a pie, de la calle. Hoy, seguimos regándola, defendiéndola y ayudándole a crecer para que sea un árbol que siempre permanezca.