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Siguen, insisten, no aprenden y no aprenderán nunca, no oyen, no escuchan o se la trae al pairo.
Creen que el agua es una batalla entre comunidades autónomas y entre éstas y el Gobierno, dependiendo, claro está, de quien esté al frente de cada administración en cada momento; lo de los principios hidrológicos y los estudios rigurosos se lo pasa cada representante político por donde puede, quiere o le dejan.
Que obsesión con la batalla del agua, la Champions League Hídrica le podrían llamar: Doñana Agua Club 2- Racing Estado Nacional Hídrico 2; Sporting Tajo golea al Alto Guadiana FC, en una actuación marcada por la mala actuación arbitral y provocando el descenso directo del Rayo Prioritarias, y así con competiciones por toda España.
Déjense de batallas y guerras, que bastantes hay ya por el mundo y dedíquense a trabajar en conjunto por la hidrología nacional. Hablen, en positivo, de regadíos, depuración de aguas, desaladoras, nuevas tecnologías, inversiones reales, sistemas eficientes, modernización, formación… Tienen trabajo.
Además de hastiar mucho con el tema de la batalla del agua muestran con ello su supina ignorancia al respecto y hacen mucho el ridículo, aunque vaya en el sueldo, y en el mejor de los casos, sean siempre peones escasos de conocimientos los enviados a la guerra del agua por sus superiores. ¡Paren! Están ya enfangados y el siguiente paso puede ser fenecer engullidos por miles de toneladas de lodo, marrón, este no tiene otro color ni sabe de posicionamientos políticos.
Que obsesión, que ya solo entienden los políticos de turno, devorados por la intranquilidad de los resultados de las urnas. Que no, que el agua debe ser una cuestión de Estado, o es qué no lo están viendo.
En sus trifulcas diarias parece que ya vale todo, pero es su problema, no el de los usuarios y usuarias del agua: población en general, agricultores y ganaderos, industrias…
Y lo peor es que en esa dinámica menospreciadora y beligerante nos han hecho caer a todos en sus redes, insuflándonos de ardor guerrero.
Resulta que hoy en día hay códigos de lenguaje inclusivo, para referirse, por ejemplo, a tratamiento a los animales, razas y géneros, perfecto, pero luego van y cuando hablan de agua vale todo, batallas, guerras, yo la tengo más grande, pongo en peligro a sectores productores y me da igual… Pero bueno, siéntense, si es posible todos juntos, y mientras beben un buen vaso de agua (transparente, sin colores) piénsenselo.
Siguen, insisten, no aprenden y no aprenderán nunca, no oyen, no escuchan o se la trae al pairo.
Creen que el agua es una batalla entre comunidades autónomas y entre éstas y el Gobierno, dependiendo, claro está, de quien esté al frente de cada administración en cada momento; lo de los principios hidrológicos y los estudios rigurosos se lo pasa cada representante político por donde puede, quiere o le dejan.