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Durante este trimestre se está realizando en el Museo de la cultura visigótica de San Román, en Toledo, un ciclo sobre distintas excavaciones que se han realizado en yacimientos de la provincia de Toledo. Conferencias que se replican, afortunadamente, en otras provincias de la región y que dan a conocer a la ciudadanía las labores realizadas durante éste y el pasado año.
En este caso coincide que el director del Museo de Santa Cruz, Antonio Dávila, y el presidente de la Asociación de Amigos del Museo de Santa Cruz ¡Vivo!, Rafael García Serrano son dos conocidos y prestigiados arqueólogos, mientras que el secretario de la asociación, Luis Miguel García-Bermejo Alonso, realiza unos estupendos reportajes sobre el resultado de las mismas que vuelca en las redes.
Pasado el ecuador del ciclo de conferencias podemos avanzar algunas conclusiones que hemos sacado al escuchar las intervenciones de reputados arqueólogos sobre los citados yacimientos de El Rabanal, de la ciudad hispano-musulmana de Vascos, de la presa romana de Consuegra o los resultados de los nuevos análisis de datos sobre la Tumba de la Casa del Carpio.
En primer lugar, nos sorprende y agrada la enorme complejidad que alcanzan los equipos de intervención arqueológica, donde la labor del arqueólogo se ve acompañada de la profesionalidad de antropólogos y forenses, paleontólogos, paleobotánicos, geólogos, etc., junto con laboratorios especializados de universidades y centros de investigación. Ello ha encarecido notablemente los proyectos arqueológicos, pero, en cambio, nos aportan una información más completa sobre los yacimientos.
En segundo lugar, los ponentes, nos han hecho comprender que la labor arqueológica no sólo se restringe a los días o meses de excavación, sino que los profesionales han de dedicar mucho tiempo de trabajo y esfuerzo a formular el proyecto, buscar financiación y, tras realizar la excavación, gestionar la labor del equipo multidisciplinar, recopilar datos, redactar memorias y divulgar. Algo que desde la empresa privada -y algunos políticos- se encargan de que sea una vía para obtener retornos a la inversión inicial, pero que en el caso de los arqueólogos lo hacen “gratis et amore”.
Debería la administración regional, promotora, gestora y, en la gran mayoría de los casos, patrocinadora, de las excavaciones, velar porque los proyectos se desarrollen con toda la calidad posible y desde el principio hasta el fin con la dignidad que requiere la profesión de arqueólogo, pues, por lo que sabemos, es una de las más sacrificadas y altruistas del campo del patrimonio cultural. Por ello, quizá, debe la administración escoger rigurosamente los yacimientos que, por su interés científico, peligro de desaparición o de sufrir vandalismo, necesitaran esa inversión. De la misma forma se deberían atajar las intervenciones que se realizan solamente para saciar el interés de grupos culturales o autoridades locales porque “su” hallazgo o localidad se pongan en el mapa de un pretendido turismo cultural.
Muchas veces las conferencias nos dicen algo más que las memorias de excavación, y deberían los técnicos y gestores del patrimonio arqueológico visualizar las mismas o leer detenidamente las memorias para actuar en consecuencia. Víctor Cantalapiedra informaba sobre la falta de información en la hoja arqueológica de Illescas de la posible existencia de los yacimientos de “El Rabanal” y de la destrucción de parte de estos al realizar labores de remoción de tierras por falta de control arqueológico, lo que ha dificultado la lectura y toma de muestra de los yacimientos del bronce y hierro que se excavaron en la zona. Rafael Caballero García nos recordó lo que ya denunciábamos en estas páginas sobre la falta de medidas de protección de la presa romana de Consuegra.
O Jorge de Juan Ares alertaba sobre el peligro de la falta de protección de los restos arqueológicos tras las excavaciones y la necesidad de un plan de gestión efectivo sobre las visitas a la ciudad hispano-musulmana de Vascos. Lecciones que deben servir para que la administración competente tome cartas en el asunto para que los problemas en la gestión de los yacimientos, ya sea por falta de previsión o por negligencia no se vuelvan a repetir.
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