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Mala praxis consentida: la Alameda de Sigüenza

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En julio del año pasado ya hicimos una serie de observaciones sobre el tratamiento de nuestros parques y jardines históricos, singularizándolo en el parque de la Alameda de Sigüenza, cuya intervención iba entonces a comenzar.

Como dicen los informes de ICOMOS -no se rectificó sobre el primer proyecto de “remodelación y mejora” de dicho parque realizado el 5 de julio de 2021-, está realizado con un enfoque más arquitectónico que paisajista -está firmado por Elena Guijarro Pérez para la Consejería de Fomento-. Efectivamente, tanto en el primer, como en el segundo proyecto, ha faltado la opinión técnica de paisajistas o jardineros, no realizándose un análisis previo de la vegetación existente y unas recomendaciones a seguir durante las obras de protección de árboles, arbustos o cobertura vegetal, así como para indicar las mejoras a realizar en los plantíos o las medidas de mantenimiento, riego y conservación, atendiendo no sólo a los estudios de jardinería histórica, sino también de ecología y sostenibilidad –llama la atención que se siga optando por superficies de pradera verde-.

¿Se han tenido en cuenta alternativas como los pavimentos drenantes frente al bloque de hormigón? ¿Se ha utilizado, como recomendaba ICOMOS roca del entorno, tal como muestra la propia Alameda o los edificios vecinos, tanto para restauración como para la obra nueva? Al contrario, la falta de criterios técnicos de restauración ha hecho, en contra de lo estipulado en el proyecto que se utilicen barandas de hierro facturado industrialmente, en vez de utilizar a artesanos de la región que hubieran realizado otras que no hubieran desmerecido a las originales existentes. La barbacana perimetral ha sufrido el recrecimiento de la calzada vecina, sufriendo, además. las piedras de cantería original, desbastadas por el uso o el clima. Descuidos imperdonables, ya que en el proyecto se estipula que “se limpiarán y restaurarán, tratando de devolverles su esplendor originario. Su ejecución se hará por parte de personas especializadas en este trabajo”.

Nos tememos que la amplia superficie a asfaltar aumentará el poder de insolación en el parque y elevará la temperatura por falta de transpiración del terrizo, a la par que interfiere en la capacidad de filtración del agua de lluvia o de regadío en beneficio de la hidratación natural -tampoco se han resuelto, más bien se han agravado, los problemas de drenaje-. No se ha removido tampoco el suelo para favorecer la filtración y aireación de raíces, como indicaba el proyecto original, desaprovechando la oportunidad de realizar catas arqueológicas (ojalá se dé un tratamiento adecuado a los refugios bélicos del subsuelo), sino que se ha construido sobre el mismo, compactándolo aún más y peraltando los paseos de obra sobre los primitivos paseos terrizos. 

No se ha contemplado en el proyecto la protección de las especies vegetales –árboles, arbustos- durante la intervención, tal y como aconsejan los técnicos -Norma Granada- durante las obras, como indican habitualmente las ordenanzas municipales, causando graves daños a los plantíos. Debería la Consejería de Educación, Cultura y Deporte incluir entre sus expertos en el seguimiento de las intervenciones a biólogos o jardineros especialistas para evitar estas situaciones.

Resulta chocante que la petición realizada por un equipo técnico, el 19 de abril de 2021, para la declaración de BIC para este jardín histórico, se desestimara por la Consejería, cuando el propio ICOMOS, en su informe del 29 de septiembre de 2021 así lo recomendaba, precisamente para que las soluciones técnicas y los criterios de intervención fuesen más apropiados. Y, no la concatenación producida de errores que hemos visto se ha convertido la intervención en tan valioso espacio patrimonial, donde, no ha sido suficiente la declaración, en 1965, del Conjunto Urbano de Sigüenza como conjunto Histórico en la categoría de Bien de Interés Cultural  -solamente están incluidos en el inventario del Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha el Arco del obispo Vejarano, el Calvario de la Plaza de las Cruces y el Quiosco de Música-. Tampoco como lo indicaba el Plan Especial de Rehabilitación del Casco Histórico, que establecía, en su apartado 3.3.1., la restauración total de los elementos o mobiliario del parque.

Nos preguntamos, que, ya que no se ha contado con la opinión de arqueólogos, gestores del patrimonio cultural, geólogos y petrólogos, hidrólogos, paisajistas y, fundamentalmente jardineros especializados, al menos se haya redactado el Plan Director de gestión del Parque, dotándolo de suficientes medios técnicos, económicos y de recursos humanos para su mantenimiento

Evidentemente, en este, como en otros casos, la existencia de cuatro administraciones con el mismo color político: la municipal, la provincial –titular de una vía intervenida-, la autonómica –tanto en su papel patrocinador como de tutela a través de la Delegación Provincial de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes-, o del Estado, hace que la exigencia en el cumplimiento de las normas –ya sean ordenanzas municipales, de legislación autonómica o de tutela estatal, se diluyan y se permitan graves desatinos en la protección del Bien Patrimonial, tanto en el proyecto en su día aprobado como en la forma de llevar a cabo la intervención. Mal ejemplo, en este caso, para llevar a cabo el proyecto de declaración de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad.

En julio del año pasado ya hicimos una serie de observaciones sobre el tratamiento de nuestros parques y jardines históricos, singularizándolo en el parque de la Alameda de Sigüenza, cuya intervención iba entonces a comenzar.

Como dicen los informes de ICOMOS -no se rectificó sobre el primer proyecto de “remodelación y mejora” de dicho parque realizado el 5 de julio de 2021-, está realizado con un enfoque más arquitectónico que paisajista -está firmado por Elena Guijarro Pérez para la Consejería de Fomento-. Efectivamente, tanto en el primer, como en el segundo proyecto, ha faltado la opinión técnica de paisajistas o jardineros, no realizándose un análisis previo de la vegetación existente y unas recomendaciones a seguir durante las obras de protección de árboles, arbustos o cobertura vegetal, así como para indicar las mejoras a realizar en los plantíos o las medidas de mantenimiento, riego y conservación, atendiendo no sólo a los estudios de jardinería histórica, sino también de ecología y sostenibilidad –llama la atención que se siga optando por superficies de pradera verde-.