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¿Quién mató a la izquierda?

Ir a nuevas elecciones supone embarcarse en una lotería, dado lo impredecible de la jugada, y mucho más considerando que las encuestas aciertan bastantes menos veces de las que fallan. Hasta aquí todos estamos de acuerdo. Se abriría también -qué duda cabe- un periodo de indagación sobre el responsable de este disparate, es decir, el autor del crimen, casi como en una película de suspense. Lo cual contribuiría a la incertidumbre del resultado, aunque lo cierto es que se cuenta con algunas pistas sólidas para aclarar el misterio. Veamos.

Así como en el fútbol todos somos “míster” (desde la barrera), y en las obras a pie de calle, “ingenieros” expertos, en este tipo de crímenes políticos todos somos un poco detectives. Así que yo, en mi papel de un agnóstico y escéptico padre Brown (en homenaje veraniego al gran Chesterton), voy a dar mi propia versión de los hechos.

¿Quién ha puesto más difícil el pacto de izquierdas? O dicho de otro modo: ¿Quién ha matado con más saña esta oportunidad? Tiremos del hilo de una de esas pistas fundamentales sobre el autor del despropósito: A poca memoria que se tenga se recordará que Pedro Sánchez, tras escuchar disgustado y con mala cara las recomendaciones de su militancia (“con Rivera no”), con quién primero intentó pactar fue precisamente con Albert Rivera, y esto siguiendo la recomendación (casi una orden) de los poderes fácticos y sus medios de comunicación.

Entre la recomendación de su militancia votante, y la recomendación de los poderes fácticos, que no votan pero tienen dinero, prefirió lo segundo. Pero Albert Rivera estaba duro de pelar, y en ello sigue, de momento. Se intentó la cocción a fuego lento, pero como si hablases con una tapia. Lo cual ha disgustado a los poderes fácticos que lo diseñaron y financiaron para ese propósito precisamente. Tal ha sido el fiasco que ha habido un cierto intento -poco disimulado- de hacerle la cama, y él se ha enrocado a la defensiva con sus más fieles.

Visto que por ahí no había mucho que rascar, Pedro Sánchez lo intentó con la otra derecha (si es que cabe discernir entre las tres o cuatro derechas que al día de hoy hay en nuestro país), la de Casado, pupilo de Aznar y socio de VOX (vaya mezcla), en eso que los más retrógrados de los neoliberales post-socialistas llaman “la gran coalición”. La cual alianza equivale a “todo para la plutocracia, nada para los demás”. O en símil futbolístico: “plutocracia 10, democracia y mundo del trabajo 0”. Tampoco cuajó ese intento porque Casado estaba contento en su papel de líder de la oposición y aliado de VOX, así que ya a la desesperada Pedro Sánchez intentó pactar con la izquierda real, es decir, con PODEMOS. Lo cual se acerca más al deseo expresado por la militancia, que aunque no tenga el poder económico de los poderes fácticos, son los que sostienen los partidos políticos, base de la democracia.

Así como está claro que PP y CIUDADANOS son derecha-derecha que hace buenas migas con la ultraderecha de VOX, también está claro que PODEMOS es izquierda socialdemócrata y la única que puede introducir algún cambio en la deriva reaccionaria del neoliberalismo en boga. No cabe perderse en esa encrucijada si lo que se pretende es llegar a un pacto de “izquierdas”. Pero estábamos en el interrogante clave de la cuestión: ¿Quién puso más difícil el pacto de izquierdas una vez comprobado que pactar con la izquierda era la última opción (por descarte de todas las demás) de Pedro Sánchez, pero no su principal deseo? Analicemos someramente la oferta sanchista.

Lo primero que llama la atención en esa oferta “generosa” es que quisiera dejar fuera del acuerdo a Pablo Iglesias (vetado por los poderes fácticos, como es sabido). De hecho parece un chiste, porque ello equivale a despreciar el voto democrático y la legítima representación política. Se quiera o no, el líder de PODEMOS, democráticamente electo, es Pablo Iglesias. Obviamente, para aceptar esa condición de veto que el PSOE quería imponer si o si, habría que haber dejado fuera también a Pedro Sánchez (en justa equivalencia), sustituido en el protagonismo representativo por un cargo intermedio o un “independiente” de la órbita del PSOE, pero no del PSOE.

La pretensión parece absurda, en uno y otro sentido, y solo indica que Pedro Sánchez seguía sin ganas de pactar con la izquierda, ya plenamente imbuido de las recomendaciones sectarias de los poderes fácticos. PODEMOS intentó que el pacto no se malograse, y se comprometió a dejar constancia por escrito de que en determinadas cuestiones de Estado (ejemplo problema catalán) se sometía a la decisión del gobierno. Había voluntad de acuerdo.

El núcleo reivindicativo de PODEMOS tiene más que ver con la cuestión social y económica: derechos laborales perdidos en relación con las reformas laborales consecutivas (dos) de derechas (en esto coinciden con los sindicatos principales), derechos humanos, feminismo, ecología y cambio climático, etcétera. Y así vemos que una de las consecuencias del paso fugaz de PODEMOS por el gobierno fue la subida del salario mínimo, uno de los más bajos de Europa, para vergüenza nuestra.

Por ahí va la propuesta de acción de gobierno de PODEMOS: fiscalidad progresiva (y no regresiva) en cumplimiento de nuestra Constitución; recuperación de derechos laborales perdidos; garantizar las pensiones como derecho indiscutible e inalienable; recortar las horas de trabajo para que trabaje más gente, sin merma retributiva; un mercado de trabajo más digno y humano; repartir las cargas de la crisis de forma más equitativa una vez que los autores de la misma (en realidad una estafa) no han sido penalizados, sino que se han beneficiado de sus fechorías; mantenimiento de los servicios públicos y defensa del Estado del bienestar, dentro de una política social contraria a las privatizaciones y a la socialización de las pérdidas de la empresa privada; no poner los servicios básicos y esenciales (ej.: energía) al albur de los tahúres del mercado, que además hacen trampas y constituyen monopolios, etcétera.

En definitiva una acción de gobierno progresista y socialdemócrata, es lo que propone PODEMOS, y lo que molesta a los poderes fácticos cuyos cantos de sirena son música celestial para los oídos de este PSOE, cuando no órdenes que no se pueden contradecir.

Intentando otra excusa más, el PSOE de Pedro Sánchez argumentó que eran necesarios otros socios incompatibles con PODEMOS. Lo cual se demostró falso.

Otra pista: En perfecta sincronía con los globos sonda del PSOE, las especulaciones optimistas del CIS, y la amenaza estratégica de nuevas elecciones, la patronal retrógrada de la CEOE dijo estar muy ilusionada con esa posibilidad de nueva convocatoria electoral, ante la perspectiva de que el PSOE ganara votos y escaños, y en el convencimiento (basado en la experiencia) de que para el PSOE los deseos de la patronal son órdenes de obligado cumplimiento. Aquí ya las pistas y los indicios sobre el autor del crimen empiezan a quemar.

Con esto creo que ya se adivina que yo ya tengo mi candidato preferido y una cierta sospecha sobre el autor de este crimen.

En función del reparto de esas sospechas (cada cual es muy libre de sospechar lo que quiera y de escoger candidato), las posibles elecciones futuras pueden resultar bien, regular, o fatalmente para aquellos que las propicien. Nada hay escrito. Sin duda no hay interés en que la izquierda gobierne.

No solo es que no haya interés, sino que no le dejan. Ya dijo John Gray, apesadumbrado, que la socialdemocracia no es bien recibida en nuestro actual sistema plutócrata. Recuerden también que la plutocracia no es demócrata. No debe olvidarse tampoco que un componente importante de ese resultado electoral impredecible es que en tan breve marejada como la que estamos recorriendo, postelectoral y preelectoral al mismo tiempo, ha habido tiempo y espacio suficiente para ver muchas promesas rotas y muchos votos traicionados. Con las urnas aún calientes.

Sin duda esto también influye.

Ir a nuevas elecciones supone embarcarse en una lotería, dado lo impredecible de la jugada, y mucho más considerando que las encuestas aciertan bastantes menos veces de las que fallan. Hasta aquí todos estamos de acuerdo. Se abriría también -qué duda cabe- un periodo de indagación sobre el responsable de este disparate, es decir, el autor del crimen, casi como en una película de suspense. Lo cual contribuiría a la incertidumbre del resultado, aunque lo cierto es que se cuenta con algunas pistas sólidas para aclarar el misterio. Veamos.

Así como en el fútbol todos somos “míster” (desde la barrera), y en las obras a pie de calle, “ingenieros” expertos, en este tipo de crímenes políticos todos somos un poco detectives. Así que yo, en mi papel de un agnóstico y escéptico padre Brown (en homenaje veraniego al gran Chesterton), voy a dar mi propia versión de los hechos.