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El jueves de esta semana, 8 de marzo, durante el Día de la Mujer celebramos una huelga feminista que a nivel internacional, lleva cerca de un año preparándose. Las mujeres colgaremos los delantales de las ventanas, porque en esta huelga, que no es una huelga al uso (no es la típica huelga laboral), las mujeres queremos demostrar que si nosotras paramos, se para el mundo. Estos días muchos hombres, buenos hombres, nos preguntan a las mujeres cuál es su papel ante la huelga, y ese es precisamente uno de los primeros motivos de hacerla.
Queridos compañeros, en primer lugar, el feminismo nos ayuda a entender las cosas para deconstruir un machismo que está metido en todas y todos nosotros debido a la cultura patriarcal imperante. Ser hombre feminista, como ser mujer feminista, implica reflexionar sobre nuestro comportamiento habitual y cómo ser más igualitarios.
Nosotras nos hemos organizado para hacer una huelga, vosotros debéis organizaros para saber cómo participar en ella concediendo a las mujeres el papel principal. Vamos, que lo primero que necesitamos es que deis un pasito atrás. Y sabemos que os cuesta, que tenéis tendencia a pensar que habláis mejor que nosotras, escribís mejor que nosotras, pensáis mejor que nosotras, y sólo queréis ayudarnos. Pero nosotras no necesitamos vuestra ayuda, queremos equivocarnos solas, encontrar nuestros caminos, y solo queremos el espacio que nos pertenece y que la cultura machista os empuja a ocupar.
Por eso me gustaría que entendierais por qué las mujeres estamos hartas. Hartas de sostener la vida y ser las más precarias. Hartas de que nos maten, de que nos acosen, nos violen (a veces en manada), de que nos quiten a nuestros hijos, y nos cuestionen por nuestra ropa, nuestro cuerpo o nuestra vida sexual. Hartas de ser las víctimas de la trata sexual. Hartas de que el 39% de los hombres consideren que el cuerpo de una mujer es un objeto por el que hay que pagar.
Las mujeres estamos hartas de que las enfermedades que nos afectan a nosotras sean enfermedades de segunda o ni siquiera consideradas enfermedades; hartas de que cosifiquen nuestros cuerpos hasta el punto de ser consideradas meros contenedores; hartas de que nos digan cómo tenemos que parir y al mismo tiempo no nos dejen decidir sobre nuestros cuerpos y sobre si queremos o no, tener hijos.
Las mujeres estamos hartas de hacer el mismo trabajo que los hombres cobrando solo entre el 60 y el 75 % de su salario. Hartas de que el mercado laboral minusvalore nuestros trabajos. Hartas de ser nosotras las limpiadoras mientras ellos son “peones especialistas” o los de mantenimiento, y cobren más, y nadie cuestione por qué tras años y años las cosas solo se afianzan.
Hartas de que la defensa de nuestro trabajo la hagan hombres en su propio beneficio redefiniendo categorías y dejándonos con salarios más bajos. Hartas de cobrar de media 6000 euros menos al año que los hombres. Hartas de tener los trabajos más precarios, de ser las pensionistas más pobres. Hartas de la feminización de la pobreza.
Las mujeres estamos hartas de tener un techo de cristal. De ser las más numerosas en las aulas y al mismo tiempo las rarezas en las Cátedras; en los consejos de administración; en los puestos de dirección; en las carteras ministeriales; o incluso en los listados de premios. Estamos cansadas de pasar por la historia de manera despreciable. Como si no hubiéramos sido ingenieras; matemáticas; científicas; escritoras o cineastas… Hartas de que parezca siempre que sobre nosotras no hay nada relevante que contar.
Estamos hartas de ser las cuidadoras y que nadie nos cuide. Y me hace gracia que alguien hable de huelga a la japonesa (que por cierto, no existe), cuando el exceso de trabajo es nuestro día a día. Y no hablamos de una ampliación o doble jornada, porque esa es la que hacen los hombres, cobrando más, por supuesto. Estamos hartas porque normalmente hacemos dos (o tres) trabajos a la vez, y uno o más gratuito.
Estamos hartas de la doble presencia. De dedicar el doble de tiempo que los hombres a trabajos no remunerados (y eso porque hay hombres feministas que bajan la media). Esa es la desigualdad de la que estamos hablando. Porque nosotras no queremos ser supermujeres. Queremos que hombres y mujeres seamos iguales. Y por eso lanzamos este grito hartas ya. Por eso esto es una huelga feminista, No una Huelga Laboral.
Por eso esta huelga va de que somos desiguales en muchos ámbitos. En el laboral; en el estudiantil; en el sanitario; en el propio consumo (somos mayoritariamente las mujeres las que hacemos o pensamos las compras de la casa); por eso es secundaria la huelga laboral y es más importante la huelga en el trabajo de los cuidados. Y si queréis ayudarnos, compañeros, el 8 de marzo y todos los días que lo sigan, debéis pensar que de lo que se trata, es de asumir que la vida, en todos sus ámbitos, debe compartirse en igualdad. Y hace falta una implicación educativa, social, cultural, institucional, y sobre todo política. Bienvenidos al feminismo.