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Cuando la política se convierte en un inmenso teatro en el que los actores interpretan su papel sin ningún respeto a sus propias convicciones y a los ciudadanos, no me escandalizo. Las incoherencias se han convertido en algo normal, en pura rutina. Pero quienes no tenemos partido –yo nunca lo he tenido- podemos mirar el panorama con objetividad y valorar los proyectos positivos, los que no lo son tanto e incluso los perversos. Y entonces estamos obligados a opinar, aunque desde el Poder te pidan que guardes silencio.
En los inicios del año 2016 escribí mi artículo “El Gobierno que yo quiero”, en el que señalaba “mi nuevo decálogo” de medidas para el Gobierno de España que se formase y en el que establecía como pilares la defensa de la vida, el servicio a los ciudadanos, los débiles y más necesitados como prioridad, la educación como promotora de valores, el encuentro y el diálogo como método de trabajo, la igualdad de las personas en el Estado de las Autonomías, la tolerancia religiosa….y el fomento de la cultura, “como expresión de crecimiento personal y no sólo como fenómeno de mercado”.
Quienes me conocen o me leen saben que concedo una importancia esencial a la Cultura y que llevo décadas como un profeta en el desierto clamando por políticas culturales, no sólo en el ámbito de las bibliotecas públicas. Y mis desencuentros con los gobernantes han venido frecuentemente de la estrechez de miras que casi siempre han tenido en el terreno cultural.
La cultura se ha convertido en un escaparate en el que los gobernantes muestran sin pudor sus afanes de grandeza presentando proyectos que frecuentemente sólo son humo. La cultura, en vez de plantearla como un lugar para el encuentro, la formación integral de los ciudadanos y la construcción de espacios para la participación, la convivencia y las ideas, se prostituye con falsedades e iniciativas que cotidianamente se ahogan y asfixian. La cultura es utilizada como estrategia electoral en la que a menudo se usa hasta la saciedad la mentira y se falta al más mínimo respeto a la inteligencia de quienes cada día dedicamos buena parte de nuestras energías e imaginación a construir proyectos que nos obligamos a hacer desde las convicciones y desde la complicidad con la sociedad.
Pero hoy tengo que alzar la voz para denunciar la batería de 25 grandes medidas que han pactado el Gobierno autonómico y el líder regional de Podemos para incorporar al proyecto de presupuestos de este año 2017. Sin duda, de forma aislada, son iniciativas importantes e incluso necesarias, aunque sorprende la profunda diferencia del calado de las mismas, que nos parece demasiado desproporcionada.
No se pueden dedicar 120 millones a una iniciativa por importante que sea cuando en otros ámbitos se niegan la tierra y la sal. En lugar de tener a hombres de Estado, de región, pareciera que han realizado un apresurado ejercicio escolar en el que tenían que rellenar una batería de medidas que los próceres de la región llevarían a la práctica como sistema privilegiado para mantenerse en el poder. Pero, que cada cual saque sus conclusiones; yo sólo enuncio una cuestión: el olvido de la Cultura, una vez más. Y me sorprende porque en ambos partidos hay personas caracterizadas por el hecho de conceder una vital importancia al hecho cultural. ¿No se consulta a nadie? ¿No se tiene en cuanta a nadie?.
Ni una sola medida, ni un guiño a la creación cultural, a los centros clásicos de promoción y debate de cultura como las bibliotecas, los museos y archivos; cuando todos los días nos desayunamos con recuperaciones de programas o anuncio de otros nuevos, en un pacto que quiere mostrar el corazón de unas políticas progresistas que se quieren identificar con un pacto de gobierno PSOE-PODEMOS, en una escenario de trabajo conjunto, resulta que en la Izquierda de nuestra región la Cultura no entra de ninguna manera dentro de las prioridades políticas de Gobierno y va a seguir condenada al ostracismo y la marginación.
Llevo años clamando, incluso desde mi actual responsabilidad como director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, pidiendo que el Gobierno regional apoye una política regional de bibliotecas que se fue desmotando desde 2011; los museos permanecen en el abandono más absoluto; los archivos están en el mismo estado hace dos décadas; y no existen planes de personal de presente o de futuro para todos estos centros. El fomento de las artes y la creatividad literaria o artística está suspendido; las inversiones en Cultura son una reliquia arqueológica; y la vida cultural cotidiana en nuestra región en cuanto al teatro, la música, la danza… padece una asombrosa parálisis, especialmente desde la óptica del Gobierno de Castilla-La Mancha. Porque la cultura se hace en los municipios y en los barrios de las ciudades; en el medio rural y en las ciudades más populosas de la región. Pero cuando no hay política cultural, cuando se hace un plan estratégico sin financiación y se dice que basta un presupuesto ordinario que justo este año ha sido esquilmado para financiar errores presupuestarios de Educación…
No es momento ahora de criticar el futuro presupuesto. En el anteproyecto que rechazó Podemos no había ni una mejora en Cultura. Y en el que se va a debatir…Hay personas estupendas que están perdiendo su crédito político por el ahogo en que se tiene a la Cultura. Las prioridades tienen que establecerse a nivel del Consejo de Gobierno, pero antes se precisa que se concreten en el escenario presupuestario. Y malos presagios son esta lista de 25 medidas consensuadas por dos próceres de la región que parece miran más a sus intereses partidistas y personales que al servicio público a los ciudadanos de Castilla-La Mancha. Ya sé que van a decirme que es un presupuesto muy social: pero es que las bibliotecas, por ejemplo, son centros emblemáticos del compromiso social de la cultura y no meros espacios culturales. Y así podríamos ir señalando para intentan que nuestros gobernantes se den cuenta que la Cultura no es un lujo sino que es una necesidad social y personal.
Y, por favor, dejen las grandes declaraciones programáticas sobre la importancia de la Cultura y la inversión en Cultura y pasen a consignar partidas presupuestarias para la Cultura en los presupuestos generales de la Junta. Lo contrario es una ofensa y un descrédito para los gobernantes y políticos que consideran que los ciudadanos somos ignorantes y estúpidos.
Cuando la política se convierte en un inmenso teatro en el que los actores interpretan su papel sin ningún respeto a sus propias convicciones y a los ciudadanos, no me escandalizo. Las incoherencias se han convertido en algo normal, en pura rutina. Pero quienes no tenemos partido –yo nunca lo he tenido- podemos mirar el panorama con objetividad y valorar los proyectos positivos, los que no lo son tanto e incluso los perversos. Y entonces estamos obligados a opinar, aunque desde el Poder te pidan que guardes silencio.
En los inicios del año 2016 escribí mi artículo “El Gobierno que yo quiero”, en el que señalaba “mi nuevo decálogo” de medidas para el Gobierno de España que se formase y en el que establecía como pilares la defensa de la vida, el servicio a los ciudadanos, los débiles y más necesitados como prioridad, la educación como promotora de valores, el encuentro y el diálogo como método de trabajo, la igualdad de las personas en el Estado de las Autonomías, la tolerancia religiosa….y el fomento de la cultura, “como expresión de crecimiento personal y no sólo como fenómeno de mercado”.