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Ya sea de la primera vez que empezamos un curso o de otro posterior, todos y todas guardamos en nuestro recuerdo un primer día. Los nervios por conocer a nuestra maestra, a nuestro tutor, los horarios… Abrir los libros con ilusión y, también, claro, el miedo a lo nuevo, a si seríamos capaces de aprender aquello que se esperaba que debían enseñarnos.
Hoy, 8 de septiembre, comienza nuestro alumnado su primer día de clase. Nuestros chicos y chicas se reencontrarán con compañeros y compañeras del curso anterior, conocerán a otros nuevos y dará inicio una relación inolvidable como la que se establece entre docentes y alumnado. Si enseñar es una tarea complicada, aprender también lo es. El alumnado no es un mero receptor de conocimientos, sino que, además del objetivo y fin de la educación, el alumnado es un elemento activo y dinámico de la educación. Se acabaron los tiempos en los que el estudiante pasaba seis horas sentado y en silencio. Hay estudios en los que se afirma que un niño de entre dos y cinco años se puede hacer unas 500 preguntas al día a lo largo de esos años. Da vértigo, sí. A quienes somos docentes ese dato nos da vértigo y responsabilidad. Somos, junto a sus familias, los encargados de descubrirle el mundo, una labor, cuanto menos, importante y maravillosa. No seremos capaces de responder a todas esas preguntas que nos hagan, pero también aprenderán que los adultos no lo sabemos todo.
Este curso nos enfrentamos a nuevos retos. Por un lado, la nueva ley educativa que acomoda el proceso de enseñanza-aprendizaje a los tiempos y modos en que vivimos, especialmente, el de las nuevas generaciones; por otro, un reto de austeridad energética que, si bien no es una labor principalmente educativa, sí es nuestra labor formar a nuestros chicos y chicas en la responsabilidad de ahorrar y entender que los recursos energéticos son, ahora mismo, un bien que no se puede derrochar. Y, por último, educar en la concienciación del cambio climático, no solo por la sostenibilidad y el ahorro presente, sino por el planeta de mañana.
Dice la psicóloga e investigadora Julia Shaw en su libro ‘La ilusión de la memoria’ que lo que hace que «tú seas tú» son los recuerdos personales. Ese banco de recuerdos particular define quiénes somos mucho mejor que los hechos que conocemos sobre el mundo. Y doy por hecho que la mayoría de recuerdos que albergamos de nuestra niñez y juventud están relacionados con el centro educativo, nuestros compañeros y nuestras compañeras de colegio y con los profesores y las profesoras que nos dieron clase a lo largo de los años. Ofrezcamos, pues, un tesoro de hermosos recuerdos a quienes empiezan hoy sus clases con la ilusión de aprender.
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