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Hace unos días hemos conocido, por nota de prensa de CCOO, que una trabajadora de la Viceconsejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha había sufrido acoso laboral, y la justicia ordenaba a la empresa a indemnizar a la víctima. ¡Albricias!, una trabajadora se había atrevido a denunciar y la justicia de nuestro país funciona.
Pero la noticia es de mucho mayor alcance para un análisis pormenorizado sobre la gestión de la política cultural en nuestra región. Muestra, no sólo la relación personal -en este caso laboral- entre una trabajadora y otra, sino que también deja una estela de negligencia a la hora de minimizar los hechos, paliar los daños infringidos a la víctima, resarcir su honor y reinstaurar la normalidad laboral.
No sólo no actuó diligentemente el inmediato superior jerárquico, sino que, una vez efectuados los cambios de equipos de dirección –bien por elecciones o bien por renovación de los equipos de gobierno-, no se avanzó en la resolución del asunto o se miró hacia otro lado, sino que se amparó y premió a la acosadora con ascensos y prerrogativas, favoreciendo un mayor vacío en torno a la víctima que, a duras penas, y por eso mismo es más de admirar, tuvo el valor de seguir en la brecha.
Lo cual nos demuestra que las preocupaciones de gestión administrativa en la Viceconsejería de Cultura iban por esos derroteros, estimulando la tensión entre los profesionales de la casa y creando un clima poco proclive al trabajo diario, a la generación de confianza y altura de miras en los objetivos, algo que, los que conocemos la gestión cultural, sabemos que requiere mucho más que en otras áreas de la Administración, de trabajo en equipo y creatividad aplicada.
Cuesta mucho curar heridas o exigir responsabilidades que vayan más allá de los 40.000 euros que nos cuesta a los contribuyentes. Es tan grave lo sucedido, es tan urgente la renovación de las estructuras de la Viceconsejería, es tanto lo que se debe –y puede- hacerse, que me ha animado a volver -en formato digital- a dirigirme a unos lectores que los sé asiduos a los comentarios que durante dos décadas fui dejando en papel. ¡Bien halladas! estas numerosas personas preocupadas por nuestro Patrimonio que frecuentan los foros que últimamente se han multiplicado en la ciudad a consecuencia de la ineficacia que sigue prodigándose en este campo.
Hace unos días hemos conocido, por nota de prensa de CCOO, que una trabajadora de la Viceconsejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha había sufrido acoso laboral, y la justicia ordenaba a la empresa a indemnizar a la víctima. ¡Albricias!, una trabajadora se había atrevido a denunciar y la justicia de nuestro país funciona.
Pero la noticia es de mucho mayor alcance para un análisis pormenorizado sobre la gestión de la política cultural en nuestra región. Muestra, no sólo la relación personal -en este caso laboral- entre una trabajadora y otra, sino que también deja una estela de negligencia a la hora de minimizar los hechos, paliar los daños infringidos a la víctima, resarcir su honor y reinstaurar la normalidad laboral.