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La publicación simultánea en la colección Baños del Carmen de la editorial Vitruvio de dos nuevos libros de Rafael Talavera -'Grial' y 'Luzcenital'- viene a brindar a sus lectores la posibilidad de confirmar, en textos tan aparentemente diferenciados en tema, forma e incluso fecha de redacción, la enorme coherencia de la trayectoria de uno de los autores más personales, potentes y sólidos del actual panorama poético hispano por más que no acabe de encontrar en el global de la crítica literaria el reconocimiento que vaya si no merece. Porque, separados en el calendario por nada más y nada menos que la friolera de los treinta y dos años transcurridos entre la primera versión de uno y otro -los que van desde la conclusión en 1986 del texto primigenio del primero al 2018 en que Talavera puso punto final al del segundo- ambos son, sin embargo, demostración del mantenimiento, con las lógicas variaciones propiciadas por su evolución cronológica, de una enormemente afín concepción del quehacer poético que a sus características temáticas -su preocupación metafísica ante la existencia, el coqueteo de lo luminoso con lo oscuro, la incorporación del intérprete en lo interpretado…– une un abanico de modos expresivos sustentado por un lenguaje preciso y de enorme fuerza comunicativa puesto al servicio del íntimo entrelazamiento del sentir y el decir y de la permanente consideración del poema como realización en el tiempo.
Unas características que estaban ya presentes, si bien de modo aún incipiente,incluso en su primer título -'Tres poemas y calcomanías'-galardonado con el Premio Adonais de 1971 y publicado al año siguiente; un poemario transido de un esencialismo próximo, caliente, incluso cabría decir que apasionado, servido por un lenguaje preciso y de gran fuerza expresiva, fruto de quien se presentaba en sus páginas como aspirante a “ser” en un universo del que ya se sentía, cual posteriormente seguiría sintiéndose, intérprete.
En su segunda salida editorial 'Llámale como quieras' (1975) el lenguaje de Talavera, aunque su mirada siguiera atenta a interpretar lo visto y sentido,se aligeraba en ocasiones para conformar una entrega en la que no faltaban alusiones evangélicas, bíblicas o al universo grecolatino que, en convivencia sin problemas con las referencias a la cotidianeidad, volverían a aparecer en sus obras posteriores, en un decir punteado por la duda, una duda que iba a ser también otra de sus más permanentes características aunque sus lectores hubieran de esperar nada menos que una treintena de años para volver a tactarla, justo los que el escritor tardó en volver a asomarse al escaparate editorial.
Treinta años en los que Talavera -que recordemos es asimismo pintor y fotógrafo- no dio nada a la imprenta si se exceptúa un volumen -'Pasos en la luz'- publicado en 1994 en colaboración con el artista plástico Gonzalo Thovar, aunque ello no significaba que durante tan prolongado lapso de tiempo hubiese estado precisamente inactivo como iba a demostrarse con la publicación, ya en 2008, de 'Gran angular', una recopilación de los doce títulos compuestos en ese interregno: 'Molde', 'Tres pirámides en sombra (Para enterrar la belleza)', 'El relámpago en la piedra', el ya citado 'Pasos en la luz', 'Fugaces (38 poemas mínimos)', 'El vuelo de K. (Drama absurdo en verso)', 'El vuelo' ,'Simple, simplemente', 'Siempre está el tigre', 'Ardiendo yo en tu luz (Poemas a Paloma)' , 'De aquí y de allá' y la redacción primera del ahora publicado -tras su remodelación y ampliación- 'Grial'. Con la sola excepción precisamente de este último setrataba de poemarios que globalmente mostraban una notable hermandad tanto temática como formal.
Unos poemarios en los que seguían latiendo, pese a los cambios formales experimentados, aquellas características de sus dos primeras obras de los años setenta, pero con los que el escritor había ido construyendo un lenguaje y un universo poético cada vez más personales totalmente distanciado de grupos, capillas o mediáticas cuadras, y ajeno por tanto a modas, tendencias y más o menos reales o inventadas generaciones; un universo poético que, a la par, testimoniaba, como no dudaría en escribir Recaredo Veredas al comentar el volumen, una auténtica lección de vida y madurez.
En 2014 -evitando así un nuevo prolongado no estar en la palestra- Talavera se hacía presente con dos nuevos títulos: 'Miraba las cenizas', con el que se había alzado en 2013 con el vigésimo octavo Premio Barcarola, y 'Pallasch o la búsqueda del alma'. Era el primero un libro de insólita belleza que en sus dos primeras secciones se acogía a lo que podríamos llamar el espíritu del “hana”, un término, tomado de ese teatro nÅ que es una de las manifestaciones más destacadas del drama musical japonés, término que hace referencia a la actitud ante su tarea del actor de esta modalidad escénica -el efecto de lo expresado sobre el escenario en conjunción peculiar con la propia emoción que ello generaen un día, momento o lugar específicos- si bien, cual el propio Talavera nos avisa, no en sus férreamente normalizadas temática o estructura de origen sino tan sólo “en esa concreta singladura temporal del actor descubriéndose y enriqueciéndose de sí mismo a través de su cada vez más robusta y sutil identidad simbólica con el mundo que interpreta”.
Por su parte 'Pallaksch o la búsqueda del alma' se referenciaba, no solo en su títulosino en su propio aliento, con ese enigmático vocablo, 'Pallaksch', que Holderlin balbuciera una y otra vez, casi a modo de mantra, en sus últimos días de vida, en el tramo final de su larga reclusión en la casa en Tubinga, a orillas del Neckar, del carpintero Zimmer; un poemario que en palabras de Alfonso González Calero sería “una indagación sobre lo que se puede y no se puede decir con palabras; sobre la belleza y sus no siempre fáciles formas de manifestarse”. Se trata de untexto que, al menos en su primera parte, se plantea la búsqueda no sé si del alma, sí desde luego de la razón y el sentido del poema, y que integra unos versos que quizá definen con enorme claridad, la propia idea que su autor tiene de su tarea: “ESCRIBIR un poema es despertarse en una habitación a oscuras / y moverse palpando alrededor a fin de imaginar la forma del continente / tratando al mismo tiempo de explicarse a uno mismo como contenido”.
Dos años más tarde, en 2016, salía a la calle 'Tres te buscan' que en sus algo más de trescientas páginas recogía algunos de sus poemarios anteriores:'Tres pirámides sin sombra (Para enterrar a la Belleza)', 'El relámpago en la piedra', 'El vuelo de K. (Drama absurdo en verso)', 'Siempre está el tigre' (2005) y 'Ardiendo yo en tu luz (poemas a Paloma)“' y una nueva versión de 'Grial', uno de los dos títulos que, de nuevo, cual ya apunté,revisitado por su autor, propician la presente reseña, aunque antes de entrar en su comentario, como bien pronto voy ya a hacer, hay que referirse todavía a un nuevo título talaverano, 'Un devenir furioso', publicado en 2018, del que Ricardo Martínez, desde su consideración de que el decir del poeta es siempre un discurso ontológico, afirma que ”el poeta ha realizado ese viaje espiritual que le acomoda con el paisaje, que le descansa y armoniza con lo otro, y, mirando (pensando) traslada a su interlocutor, el lector, una forma de ver, una manera de interpretar el movimiento y el color y la luz, una interioridad en el pensar… haciendo con ello que el mirar-pensar-interpretar vayan más allá, más lejos que el gesto o la actitud mismas del observar, lo que equivale (o podría equivaler) a una ofrenda, un gesto de vínculo y afinidad con ese que, al otro lado del libro, ha dispuesto su voluntad, su silencio, su soledad e inteligencia para escucharle, para tratar de entenderle, para hacerle compañía“; un libro en el que –son también palabras de Martínez– ”el poeta se deja mecer por el tiempo“. Y llego ya, cual acabo de anunciar, a los dos poemarios recién publicados por Talavera.
En la idea desu propio autor -así nos lo explicita en el texto en prosa que, tras la más que indicativa cita del profesoritaliano Aldo Trione que lo precede (“La poesía es ensoñación que debe ser soñada”) le da preámbulo- 'Grial' sería, “a su modo” nos matiza, “un poema épico, la polifonía de un viaje interior”. Un viaje interior que, mediante la fragmentada más simbólicamente coherente narración del viaje, “atravesando el río del ensueño”, de un innominado caballero -a la par “ancestral y moderno”- en busca del Grial en el que viviría, “olvidado, un homúnculo que en realidad es una pregunta: ¿quién?”, pregunta por supuesto, nos aclara de inmediato Talavera, “sin respuesta aunqueposeedora de un hechizo”, terminará transmutándose en el relato del “poema de nuestro inútil combate en la deslumbrante oscuridad de la luz”; y aquí nos salta ya -pese a la relativamente temprana dentro de su producción redacción primera del poemario- otro de los motivos recurrentes de la obra toda del poeta: la permanente lid, al par de ardua genésica, entre esas dos realidades, luz y oscuridad, un binomio que de una u otra manera informa y motiva el desarrollo todo de su hacer como poeta.
Fruto en su actual versión de la incesante y continuada remodelación de su forma y contenido ejercida por Talavera desde que “en el verano de 1986, en Baviera, junto a lagos con cisnes, al pie de castillos románticos, de camping con mi amor y enamorado de la vida” redactara su texto inicial,y acogiendo cinco poemas entonces excluidos y ahora finalmente, tras su cuidada reescritura, a él incorporados, 'Grial' se nos presenta como una diferenciada propuesta que en alguna medida lo individualiza y singulariza dentro del corpus creativo talaverano, tanto porsu estricta apuesta formal -de la diríamos desestructuración en escenas de lo que sería el estricto desarrollo narrativo (narrativo, sí, recordemos la declarada condiciónde poema épico del libro), a la no utilización de mayúsculas o unpeculiar uso del guion y de los signos de interrogación- como por la plural utilización tanto de la voz de un cronista del caballeresco periplo que, abandonando momentáneamente tan función, llega a interpelar, vocativo, introduciéndose así en escena, a su protagonista, como de la propia de éste mismo. Y sin embargo, pese a ello, salvada la primera sorpresa, no cabe duda de que el libro -se diría que escrito en la vigilia del sueño, que no en el sueño de la vigilia- no se sale, sino todo lo contrario, en todos y cada uno de sus cincuenta y seis numerados poemas y en su globalidad entera, de esa ya antes mencionada mantenida coherente concepción de Talavera del quehacer poético como empecinada búsqueda de la unívoca esencia metafísico-vivencial de la existencia, ni de la asimismo aludida contienda de lo luminoso con lo oscuro ni, tampoco, de la repetida incorporación del intérprete en lo interpretado.
Como era de esperar 'Luz cenital', con final firmado en mucho más reciente fecha, la de 2018, un libro estructurado en once secciones -Vida de ceniza, Nube de sol, Miradas, Una cascada silenciosa, Perdido en la niebla, Materia oscura, Tiempo de ceniza, La belleza, Ola lenta, Deshacerse y El ángel- más un final 'Ensayo para un poema total', no se sale tampoco de ese cuadro conceptual talaverano. Eso sí, quizá en mayor medida que en anteriores entregas el autor sosiegamás su voz para, en sus cerca de ciento cincuenta páginas, volver a transitar (y hacernos a nosotros transitar también con él), siempre desde su condición de poeta de verbo entero, de nuevo por ese viaje en el tiempo -“el carácter del poema depende / de mi lugar en el espacio, de mi instante en el tiempo”- que es nuestra condición misma de vida, ora en aras de la nostalgia, ora cual ejerciente notario de la belleza, ora como sereno contemplador ya del final, siempre pese a todo dispuesto a aceptar el existencial discurrir que conformaran el desarrollo del ser en el tiempo -siempre el tiempo “presencia de la ausencia, haz y envés de la nada” -, la propia historia y el mismo personal inevitable devenir hacia el adiós del poeta: “La vejez me destierra a una belleza / que está en peligro; / pero como un muchacho enamorado, me consagro / a defenderla. Sin querer darme cuenta de que la defiendo / de mis achaques, de mi melancolía, de mi muerte”–; un devenir existencial en el que sin embargo la belleza, aunque sea “un trabajo siempre por hacer” “brota como un inmenso olivo / de música celeste”.
Un libro -otra vez y van ¿cuántas?- de sólida y fecunda profundidad en el que la elegancia del reposado y calmo decir de Rafael Talavera vuelve a regalarnos la esencia misma del buen hacer poético. A la espera, impacientes, quedamos ahora de la aparición de esa trabajada trilogía que tanto se ha venido trayendo entre manos y que esperemos podamos ya pronto disfrutar.
La publicación simultánea en la colección Baños del Carmen de la editorial Vitruvio de dos nuevos libros de Rafael Talavera -'Grial' y 'Luzcenital'- viene a brindar a sus lectores la posibilidad de confirmar, en textos tan aparentemente diferenciados en tema, forma e incluso fecha de redacción, la enorme coherencia de la trayectoria de uno de los autores más personales, potentes y sólidos del actual panorama poético hispano por más que no acabe de encontrar en el global de la crítica literaria el reconocimiento que vaya si no merece. Porque, separados en el calendario por nada más y nada menos que la friolera de los treinta y dos años transcurridos entre la primera versión de uno y otro -los que van desde la conclusión en 1986 del texto primigenio del primero al 2018 en que Talavera puso punto final al del segundo- ambos son, sin embargo, demostración del mantenimiento, con las lógicas variaciones propiciadas por su evolución cronológica, de una enormemente afín concepción del quehacer poético que a sus características temáticas -su preocupación metafísica ante la existencia, el coqueteo de lo luminoso con lo oscuro, la incorporación del intérprete en lo interpretado…– une un abanico de modos expresivos sustentado por un lenguaje preciso y de enorme fuerza comunicativa puesto al servicio del íntimo entrelazamiento del sentir y el decir y de la permanente consideración del poema como realización en el tiempo.
Unas características que estaban ya presentes, si bien de modo aún incipiente,incluso en su primer título -'Tres poemas y calcomanías'-galardonado con el Premio Adonais de 1971 y publicado al año siguiente; un poemario transido de un esencialismo próximo, caliente, incluso cabría decir que apasionado, servido por un lenguaje preciso y de gran fuerza expresiva, fruto de quien se presentaba en sus páginas como aspirante a “ser” en un universo del que ya se sentía, cual posteriormente seguiría sintiéndose, intérprete.