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Alberto Sánchez Pérez (Toledo, 8 de abril de 1895 – Moscú, 12 de octubre de 1962) no tuvo una vida fácil ni tampoco, tras su muerte, su memoria gozó de un reconocimiento general, al menos en su país de nacimiento, ni en la ciudad en la que pasó sus primeros años.
Nacido en el barrio de Las Covachuelas en una familia de condición muy humilde, debió emigrar a Madrid para poder salir adelante, realizando desde niño todo tipo de trabajos con los que ayudar a la economía familiar, lo que no le impidió entrar como aprendiz en el taller del escultor José Estanys. Ya con 15 años aprendió a leer y a escribir y comenzó a frecuentar los círculos políticos y artísticos de la capital de España, conociendo a influyentes personajes. El servicio militar, en Melilla desde 1917 a 1920, supuso un freno a su trayectoria artística y, a su vuelta a Madrid, tuvo que empezar casi de cero, progresando lentamente hasta que conoció a Benjamín Palencia con quien fundó la Escuela de Vallecas en 1926. Toda su vida fue una montaña rusa, así que esta institución, que pretendía competir con las corrientes artísticas que se daban en París, se disolvió en 1933 y, poco más adelante, en 1936, recién casado con Clara Sancha y cuando había vuelto a conseguir exponer en solitario, la Guerra Civil española de arrastró, primero al frente de Guadarrama y, más tarde a Valencia, en tanto que, durante un bombardeo, se destruyó su casa de Lavapiés con toda su obra dentro.
Colaboró en el Pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de París de 1937 con una de sus obras más emblemáticas (“El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella”), compartiendo protagonismo con el “Guernica” de Pablo Picasso. Desaparecida, como casi el resto de su obra, una espectacular réplica suya, de casi 19 metros de altura, (algo más que la obra original, que medía 12,5 metros) podemos verla delante de la fachada del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, o, sin salir de Toledo, una réplica mucho más modesta y quizás no en el mejor sitio, en la Plaza de Barrio Nuevo, en la judería.
El Gobierno Republicano le envió a Moscú como instructor de los niños españoles exiliados, permaneciendo allí hasta su fallecimiento, en 1960, siendo enterrado en el cementerio de Vvedénskoye de la capital rusa. Durante los años que vivió en Moscú se dedicó a desarrollar su obra tan característica, con influencias surrealistas, cubistas y un cierto aire que recuerda al arte íbero que conoció en su etapa madrileña. Realizó dibujos, mayoritariamente como bocetos con la intención de posteriormente pasarlos a escultura, y ya en sus últimos años de vida consiguió plasmar en yeso sus dibujos, gracias a lo cual posteriormente se han podido reproducir en bronces y otros materiales.
En este día, cuando habría cumplido 126 años, y tras más de cuarenta años desde su muerte, Alberto Sánchez Pérez, “Alberto” sigue siendo un artista bastante desconocido, por muchas razones, por lo que desde Museo de Santa Cruz, ¡Vivo!, asociación de amigos del Museo de Santa Cruz, queremos hacer este merecido homenaje, reclamando a quien corresponda una exposición que venga a compensar ese inmerecido olvido; el Museo de Arte Contemporáneo de Toledo, que oficialmente sigue existiendo, tiene una veintena de obras de Alberto (algunas repartidas en otros museos regionales), que podrían servir de base para dicha exposición.
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