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La gestión posmoderna de nuestra sanidad tiene más de postureo y performance que de realidad sólida que alimente y sacie.
Ello es lógico porque ya todos nuestros gestores son impúdicos y todos nuestros políticos son neoliberales.
Lo primero es saquear y vaciar el contenido, hasta ahora sólido, de nuestra sanidad, y disfrazar esa deriva hacia la quiebra de falso espejismo tecnológico. De ahí las fotos, las inauguraciones mediáticas, y las alharacas políticas en torno a sofisticados instrumentos tecnológicos de última generación. Esperemos que no acaben como los aeropuertos sin vuelos y las autopistas sin coches. De hecho vamos hacia una sanidad sin profesionales que la ejerzan, tal es el maltrato y la insensatez.
Un gusano basta para revelar lo cutre bajo el disfraz, y una app confirma la puerilidad del disparate en curso.
Estos días ha circulado por las redes una foto de un “gusano” en una comida precocinada y envasada de las que el SESCAM acostumbra a enviar a sus centros de guardia de atención primaria, útiles sin duda para que los profesionales de guardia no pasen hambre y no pierdan un tiempo del que carecen en andar cocinando su alimento, en esos turnos insalubres y saturados de pacientes que duran 17 o 24 horas seguidas.
En algunos PAC de la atención primaria del SESCAM algunos profesionales completan hasta 65 horas seguidas de guardia (o más), que ya es, como todo el mundo comprende, un record de sofisticación laboral y gestión avanzada, posmoderna.
El gusano ha traído miga -y nunca mejor dicho-, no solo por su tamaño (considerable) sino porque ante la falta de conocimientos entomológicos la discusión ha sido viva y animada entre los opinantes en torno a la identificación del “bicho”. ¿Gusano de seda o Procesionaria del pino?
Hay quien ha aventurado la hipótesis de que se trata de una acción deliberada de algún iluminado chef posmoderno en reivindicación de una cocina sincrética y multiculturalista, toda vez que algunas culturas ven en los insectos y otros bichos menores un auténtico manjar propio de sibaritas.
La duda surge si consideramos que el bicho en cuestión, que apareció acompañando a una tortilla de patata con pimientos verdes, pudiera ser una procesionaria del pino, que tragada inconscientemente por el sanitario de guardia (confundiéndola con un pimiento) podría haber desencadenando en este un edema de glotis de campeonato, determinando una urgencia sanitaria en el mismo sanitario de urgencias, a solas consigo mismo.
Es este un ejemplo de cómo lo cutre aflora enseguida a la superficie en cuanto se rasca un poco la capa de barniz que recubre este ámbito de gestión. Pero hay más.
Es sabido que los PAC de la atención primaria del SESCAM se han convertido en un ámbito laboral de máximo riesgo, un foco de violencia contra los sanitarios de guardia fruto de la mala educación de algunos usuarios, del mal uso de los servicios de urgencias por patología banal, pero también y en gran medida por una gestión disparatada (posmoderna o premoderna, no está claro) de nuestra atención primaria, gestión que promociona y alimenta las listas de espera en este ámbito de la asistencia primera, teóricamente inmediata, continua y accesible (todo mentira).
Aunque es un punto de asistencia (los PAC) dónde en pocos años se ha triplicado la demanda (por la mala gestión de las consultas), los recursos profesionales siguen siendo los mismos que 13 años atrás, escasos y mal dotados de material (no se les suministra o se les interrumpe con frecuencia medicación básica e imprescindible en un botiquín de urgencias).
Son servicios que con un solo equipo (médico + enfermero) tienen que cubrir una demanda cada vez más abultada durante turnos largos e insalubres.
Algunos de estos PAC con un solo equipo (1 médico + 1 enfermero) cubren hasta 6 residencias de la tercera edad que carecen de personal médico y de enfermería (es de vergüenza como se ha relajado esta cuestión de cara al negocio), asumen todas las listas de espera de todas las consultas del área, cerradas a cal y canto un día si y el otro también, y son movilizados por el 112 con demasiada frecuencia para asistencia que no es de su competencia, que no viene al caso, o que es informada sin ninguna coincidencia mínima con la realidad.
En cuanto a nuestras residencias de mayores, lo mínimo sería que dispusieran de personal médico y de enfermería. El personal auxiliar, aunque más económico, no puede suplir esa función, es obvio.
Escena cutre y sintomática es sin duda observar a estos profesionales del PAC (explotados en sus condiciones laborales) movilizados junto a los servicios de emergencias del 112 para atender accidentes de tráfico. Estos últimos con cascos y gafas protectoras, los otros sin ese material; estos con ropa adecuada, los otros de cualquier manera; estos con material suficiente y medios, los otros desprovistos de todo.
Pero retomemos el hilo de la violencia, porque los PAC de la atención primaria del SESCAM han saltado a los medios locales y nacionales de comunicación por el inusitado numero de agresiones con extrema violencia que han sufrido sus sanitarios en estos últimos tiempos. Recordemos como ejemplo entre muchos al compañero médico agredido con una barra de hierro, que sigue en coma, y a su compañera enfermera que, presa del pánico, se encerró en el vehículo oficial para salvar la vida. ¡Qué poco ha durado la atención mediática sobre este episodio terrible!
Si atendemos a las condiciones precarias y mezquinas con que se les explota (no se les reconoce nocturnidad aunque son personal nocturno), la cara dura de los gestores, cómodos y bien protegidos en sus despachos, y la gestión disparatada de la que estos son capaces, no debe extrañarnos esta epidemia que se ha acentuado con la actual administración, sedicente “progresista”.
Una medida de seguridad real y eficaz sería –como han argumentado repetidamente los profesionales del PAC- dotar a los PAC de “doble equipo” (mínimo), toda vez que se hace imprescindible esta mayor dotación por el incremento de la demanda que se ha experimentado (ya hemos analizado las causas, y entre ellas la mala gestión), y toda vez vez que está comprobado que un momento de máxima tensión y que genera violencia es el momento en que el único equipo del PAC tiene que abandonar el centro evacuando una sala de espera llena de pacientes, que en ocasiones llevan esperando más de una hora, para asistir una urgencia externa.
Los gestores posmodernos que padecemos (ellos si tienen servicios de seguridad) no se han dignado emitir unas mínimas instrucciones o protocolo sobre el modo de actuar en estos casos tan frecuentes, o los procedimientos de evacuación acordes con la deontología, la legalidad, y la preservación de la integridad física de los sanitarios que asumen el riesgo y se juegan el tipo en cada guardia. Estos gestores nuestros saben inaugurar aparatos y ponerse medallas, pero hasta aquí (emitir unas instrucciones mínimas y firmadas sobre asunto tan grave) no llegan.
Cabría proponer, si no admiten la mayor dotación de personal que exige el sentido común y la protección de los profesionales (responsabilidad de la empresa), que cedieran sus servicios y dispositivos de seguridad de que gozan en sus despachos, ámbito donde seguro la violencia no es tan frecuente como en los PAC de atención primaria, que la sufre a diario. O aconsejar que ante casos de violencia como los que hemos padecido (recordemos a nuestro compañero en coma), no solo se denuncie al agresor sino también a la empresa que no pone medios suficientes para proteger a sus profesionales, guiada por una política mezquina de recortes e incapaz de una gestión que evite tales males.
Lo que no es de recibo que es que el SESCAM diga que todo este desastre lo va a solucionar incorporando una “app” a los teléfonos de los centros, que son unos teléfonos precámbricos que se caen de viejos, o sea directamente cutres.
¡BASTA YA!
La gestión posmoderna de nuestra sanidad tiene más de postureo y performance que de realidad sólida que alimente y sacie.
Ello es lógico porque ya todos nuestros gestores son impúdicos y todos nuestros políticos son neoliberales.