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Turnismo epidemiológico

7 de diciembre de 2020 10:26 h

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Dentro de la confusión general y de la oscilación natural de los pareceres (después de todo una pandemia como esta no se vive todos los días) ya no está claro siquiera quién defiende la bolsa y quién defiende la vida.

Hasta ahora sí. Y es que parece que asistimos a una especie de turnismo epidemiológico, un cambio de papeles, y los que hasta ayer defendían la bolsa, caiga quien caiga (mientras no sean ellos), ahora parece que defienden la vida y piden prudencia y más restricciones, no sea que la Navidad se nos vaya de las manos, la gente entre en estampida moviéndose de un lado para otro, haciendo así el juego al coronavirus, que lo que quiere es viajar y ocupar nuevos espacios para sus fines naturales.

No es necesario especificar cuáles son esos fines, pero sin duda no coinciden con los nuestros, también naturales, y el primero de ellos sobrevivir, es decir, poder contarlo. Esto es así en general más allá de que las obligaciones, los oficios, incluso las vocaciones, muchas de ellas de servicio, determinen un encaje necesario en una escala de valores.

Si algo le gusta a este virus, y en esto se parece a muchos otros de su estirpe, es el turismo y estar de jarana. Ahí está en su salsa y medra a conciencia. Es ver aproximarse un puente festivo de estos que tanto abundan en nuestro país, o incluso algo aún más prometedor como unas vacaciones, unas Navidades por ejemplo, y es notar que las espículas de su corona se ponen tensas y se preparan para tiempos de abundancia y buena cosecha.

Hasta hace poco el gobierno, como corresponde y es lo suyo, era el símbolo de la responsabilidad, y al que tocaba el papel ingrato de pedir seriedad, prudencia, y en su caso imponer restricciones. Como la oposición -por tradición- vende barato lo que no tiene, le tocaba el papel más fácil de tocar las pelotas al gobierno, llamándolo liberticida y denunciando entre otras cosas la mordaza de la mascarilla, atacando sus restricciones no solo como exageradas, sino como totalitarias. Lo cual no deja de ser otra exageración.

Ahora parece que los papeles han cambiado (¿se pondrán de acuerdo alguna vez?), y el gobierno, para sorpresa de muchos, abre la mano y casi anima a que la gente se mueva y se reúna, incluso en calidad de allegados o similar, como si fuera cosa de vida o muerte (y en cierto sentido lo es) no perder esta Navidad, no sea que no haya más. Mientras tanto (y aquí transcribimos unas líneas de la “La peste” de Albert Camus): “ ... los hombres de los equipos sanitarios no lograban ya digerir el cansancio. El doctor Rieux lo notaba al observar en sus amigos y en él mismo los progresos de una rara indiferencia. Por ejemplo, los hombres que hasta entonces habían demostrado un interés tan vivo por todas las noticias de la peste dejaron de preocuparse de ella por completo”.

Dentro de la confusión general y de la oscilación natural de los pareceres (después de todo una pandemia como esta no se vive todos los días) ya no está claro siquiera quién defiende la bolsa y quién defiende la vida.

Hasta ahora sí. Y es que parece que asistimos a una especie de turnismo epidemiológico, un cambio de papeles, y los que hasta ayer defendían la bolsa, caiga quien caiga (mientras no sean ellos), ahora parece que defienden la vida y piden prudencia y más restricciones, no sea que la Navidad se nos vaya de las manos, la gente entre en estampida moviéndose de un lado para otro, haciendo así el juego al coronavirus, que lo que quiere es viajar y ocupar nuevos espacios para sus fines naturales.