En un lugar de Toledo… Esquivias, el pueblo donde Cervantes se casó y se inspiró para su Quijote
Prácticamente a la misma distancia de Toledo que de Madrid se encuentra uno de los múltiples lugares en los que Miguel de Cervantes dejó huella en su atribulada y apasionante vida. La localidad de Esquivias ha sabido potenciar el legado de su paso por este lugar debido a que allí comenzó a fraguarse, en parte, la escritura del Quijote y allí se casó Cervantes con Catalina de Palacios. Una casa-museo conservan la documentación de estos hechos y con los años, el municipio ha ido cobrando importancia como epicentro de la lectura universal del Quijote en varios idiomas.
Según explican desde el museo, el primer hecho que demuestra la presencia de Cervantes en este pueblo toledano se produce en septiembre de 1584, cuando acude allí para entrevistarse con Juana Gaitán, viuda de su amigo el poeta Pedro Laínez, e intentar publicar su obra póstuma: el “Cancionero”.
Cervantes recibe este poder de manos de Juana Gaitán, a través de un documento firmado el 22 de septiembre de 1584 ante el escribano de Esquivias, Agustín del Castillo. Su cometido es entregar dicho poder, así como el “Cancionero”, a Ortega Rosa, procurador de causas en los Reales Consejos de Madrid, para su posterior publicación. Así consta en el documento de ese poder que se conserva en este espacio.
Lo curioso es que debido a este viaje a Esquivias, Cervantes conoce a la que sería su esposa, Catalina de Palacios. El noviazgo fue corto, ya que contrajeron matrimonio el 12 de diciembre de 1584 en la Iglesia Parroquial de la localidad toledana. Bendijo la unión el cura Juan de Palacios, tío materno de Catalina, y cabe destacar que Miguel alcanzaba ya la edad de 37 años, cuando Catalina tenía tan solo 19 años.
A la boda no acudieron ni la madre de Catalina, ni los padres de Cervantes, hecho que también se debe a la reciente viudez de la suegra de Cervantes y a la enfermedad de su padre, Rodrigo de Cervantes, que murió unos meses después del enlace. Finalmente las familias tuvieron una buena relación como queda patente al contemplar que, al hacer testamento, Rodrigo de Cervantes nombra como albaceas a su mujer Leonor de Cortinas y a su consuegra Catalina de Palacios.
Después de casarse, el matrimonio se alojó en la casa de Alonso Quijada de Salazar, pariente lejano de Catalina (concretamente era sobrino del bisabuelo de Catalina), en el que Cervantes, según apuntan los expertos, se basó para escribir el personaje de Don Quijote (llamado Alonso Quijano), quedando demostrada su existencia en diversos documentos en los que se puede ver su firma autógrafa.
A través de algunos familiares y vecinos, Cervantes tuvo conocimiento de la vida de Alonso Quijada, en el primer tercio del siglo XVI. Llegó a sus oídos que Alonso, hijo del bachiller Juan Quijada y de María de Salazar, era “un hidalgo algo excéntrico y bastante aficionado a la lectura”, que terminó profesando en la orden de San Agustín en Toledo.
Precisamente, la Casa-Museo Miguel de Cervantes de Esquivias está alojada en una casona de labradores acomodados que conserva todas las características del siglo XVI y que perteneció al mencionado hidalgo Alonso Quijada. Gran número de biógrafos cervantinos, como Rodríguez Marín y Astrana Marín, consideran que este hidalgo constituyó el primer boceto para la creación del universalmente famoso personaje Don Quijote de la Mancha. Según apuntan, era una persona muy dada a la lectura de libros de caballerías y terminó profesando como fraile en el convento de San Agustín de Toledo, era pariente lejano de Catalina de Palacios, mujer de Cervantes.
Tras los pasos de sus personajes
Además de a este hidalgo, posible inspirador de su personaje más universal, Cervantes conoció a distintos vecinos de Esquivias que luego le sirvieron como modelo (por lo menos sus nombres o apellidos) para escribir algunos personajes del Quijote, personas de carne y hueso como el morisco Diego Ricote, el bachiller Sansón Carrasco, el Vizcaíno, Juana Gutiérrez, Mari Gutiérrez y Teresa Cascajo, cuyas partidas de defunción, matrimonio o bautismo aparecen en los libros parroquiales.
El matrimonio de Cervantes y Catalina duró 32 años, hasta la muerte del escritor el 22 de abril de 1616. Vivieron juntos en Valladolid y Madrid, volviendo a vivir en Esquivias en determinadas ocasiones, donde acudían para visitar a la familia, asistir a bautizos donde ejercían como padrinos o a la inauguración de la ermita de San Roque en 1602.
Catalina y Cervantes no tuvieron descendencia. El escritor tenía una hija natural, Isabel de Saavedra, con Ana de Villafranca, mujer de un tabernero de Madrid con la que mantuvo una escabrosa relación antes de su llegada a Esquivias. Pero Catalina terminó ejerciendo como madre de Isabel a la muerte de Ana de Villafranca y queda demostrado su afecto cuando ejerce como madrina de las velaciones de la hija de Cervantes y Luis de Molina.
A principios de abril de 1616, Miguel de Cervantes realizó su último viaje a Esquivias, donde se quedó pocos días para regresar a Madrid ya enfermo de hidropesía y donde murió el 22 de abril. En 1617 su esposa Catalina gestiona con Juan de Villarroel la impresión de 'Los Trabajos de Persiles y Segismunda', su obra póstuma. Catalina murió el 30 de octubre de 1626 en Madrid y fue enterrada junto a su esposo, tal y como expresó en su testamento: “...deseo me entierren en el Convento de las Trinitarias junto a mi esposo al que tanto amé en vida...”
Esquivias es hoy en día epicentro de la lectura universal del Quijote en su Convento de los Capuchinos. Lleva 15 años acogiendo un evento en el que embajadores y diplomáticos de todo el mundo leen fragmentos de esta obra en sus lenguas de origen.
En esta ocasión, se ha podido escuchar la lectura en una amplia variedad de lenguas, incluyendo el guaraní, turco, albanés, francés, maltés, portugués, sueco, esloveno, serbio, y muchas más. Esta actividad busca no solo rescatar la importancia de la literatura como patrimonio cultural, sino también promover el diálogo entre las diferentes culturas y lenguas.
En las vitrinas del museo se exponen varias ediciones de la obra inmortal de Cervantes traducidas en diferentes lenguas. La más antigua de todas ellas una edición inglesa del siglo XVII. La exposición también atesora varias copias de documentos del siglo XVI pertenecientes a los libros parroquiales que demuestran la existencia de algunos personajes del Quijote que vivían en Esquivias en la misma época en la que Cervantes era vecino del lugar.
Se conserva además una carta autógrafa de Santa Teresa de Jesús, escrita en Sevilla en Febrero de 1576. Estaba dirigida al padre Juan Bautista Rúbeo, General de la Orden de los Carmelitas de Roma, que por aquel entonces se encontraba en Esquivias visitando a unos familiares. En la carta, que está incompleta, le informa de la apertura de nuevos conventos de carmelitas.
“Si Cervantes no hubiera venido a Esquivias, no existiría el Quijote"
El valor del paso de Cervantes por Esquivias ha sido consignado por escritores y expertos de todos los tiempos. En la Casa-Museo recogen algunas de las citas más importantes, como la del cervantista conquense Luis Astrana Marín: “Si Cervantes no hubiera venido a Esquivias, no existiría el Quijote”.
También la gran Emilia Pardo Bazán se refirió a este enclave en un lugar de Toledo: escribió que Esquivias fue “el único sitio de la tierra donde el autor del Quijote conoció la calma y la ventura muy corta, según su propia confesión, pero ventura al fin íntima y completa. Allí amó Cervantes, fue correspondido y se unió a su mujer que había de ser su compañera hasta que sus cuerpos descansen por voluntad expresa de su esposa, reunidos en un mismo sepulcro. Cervantes dio con su cuerpo en Esquivias en un momento que señala nuevos rumbos a su azarosa existencia, y la reparte en dos periodos tan agitados y activos como fecundos en adversidades, siendo Esquivias el oasis, el descanso al pie de la palmera y junto a las cisternas de frescas aguas, entre la doble extensión del abrasado arenal. Mas, en medio de los dos periodos largos y terribles, Cervantes paladeó la dulzura de esa copa de miel que consuela y hace olvidad cualquier dolor”.
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