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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La historia de la fosa común cuya exhumación inició el camino de la memoria histórica en Castilla-La Mancha

“La excavación es para recuperar la memoria de todos, pero la suya particularmente. Pero que sepan que se pueden encontrar con situaciones muy duras. Llorar no es malo, si tenemos que llorar, lloramos”. Son palabras de Mari Paz de Miguel, antropóloga y arqueóloga de la Universitat D'Alacant. Las pronunciaba en un momento clave en la historia de la localidad de Almansa, pero también de Castilla-La Mancha. De Miguel era parte del equipo que comenzó en 2004 con la exhumación de la fosa común de la localidad albaceteña, la primera que se realizó en territorio castellanomanchego, donde reposan los restos de decenas de personas fusiladas durante la guerra civil.

Esas palabras quedaron grabadas en el documental 'Víctimas todavía', de Pablo Sánchez y Joaquín Sánchez, que documentó todo el proceso de la exhumación. La ciudadanía almanseña fue protagonista de este documento gráfico. Hijos, hijas, nietos y sobrinos de las personas represaliadas contaron con su propia voz la historia de sus seres queridos.

Enrique Gil fue el director de la excavación, hace ya 20 años. “Fue algo modélico”, recuerda. Un modelo a seguir para tantas otras actuaciones de dignificación de la memoria que se han realizado desde entonces. Y para recordar este “hito” en la memoria democrática, la asociación Pablo Iglesias de Almansa ha dedicado recientemente sus últimas jornadas anuales, 'Encuentros con la memoria', a este hecho, que se considera el inicio de la recuperación de la memoria histórica en la región.

“En Almansa hubo un movimiento represivo masivo, que llevó al paredón a más de 107 personas. Muchas personas de estos fusilados acudieron a nuestra asociación para pedirnos ayuda”, recuerda Gil. En 2003, comienza a conformarse un proyecto para la localización, apertura y recuperación de los restos de los fusilados. Los lugares en los que se iba a excavar venían de la memoria de las familias, que fueron las encargadas de señalar dónde podían estar enterrados sus seres queridos.

“Fue la primera de Castilla-La Mancha, y en cierto modo, también de la Comunidad Valenciana”, resalta Gil. Fue un equipo de la Universitat d'Alacant la que acudió a la exhumación. “Esto permitió que en Alicante también se rompieran los esquemas y eso es muy importante. Y lo digo, hace veinte años, la memoria histórica de Castilla-La Mancha empezó aquí”.

Hace veinte años, la memoria histórica de Castilla-La Mancha empezó aquí

Las familias que comenzaron todo

Los ayuntamientos de Caudete y Almansa, entonces gobernados por el PSOE con amplia mayoría, fueron los que ofrecieron financiación para llevar a cabo la exhumación. “Todo vino por la petición de unas familias que estaban hartas de no conocer sus historias familiares. Estuvieron durante décadas ocultas por la imposición del silencio de una dictadura franquista”, reflexiona Enrique Gil.

El arqueólogo recuerda que tras “casi tres décadas de inacción” al principio de la democracia, el proceso de recuperación de la memoria comenzó a gestarse lentamente en otras partes del país, como en la comarca del Bierzo, en León. “Nos decían entonces, vemos que está ocurriendo en León. ¿Por qué no puede ocurrir aquí? Y fue por eso que decidimos movernos”, señala Gil. Él también es familiar de una de las personas fusiladas en la localidad, el hermano de su abuelo.

La fosa de Almansa, ubicada en el cementerio municipal, albergaba unas 120 víctimas. Ahora, sus nombres los recuerda una placa.

“Se dieron las condiciones, se alinearon los astros para que se pudiera plantear esta iniciativa pionera en la región. Pero nosotros no queríamos ser pioneros, queríamos dar una respuesta a las necesidades de unas familias que buscaban dar un reconocimiento familiar y social digno a sus padres, hermanos, tíos. Después de casi ochenta años”, resalta Gil.

El procedimiento no contaba todavía con “ningún tipo de amparo legal”, más allá de permisos y protocolos arqueológicos. “No existían financiaciones, ayudas económicas ni dotaciones. Todo fue con la voluntad de los familiares, de una asociación que recabó fondos y de los ayuntamientos de Almansa y Caudete, que sufragaron parte de los gastos”, recalca el arqueólogo. De hecho, va más allá. “Todavía no se veía claramente la utilidad de nuestra disciplina para este período histórico. Sí para la época romana, fenicia o islámica. ¿Pero, qué es eso de hacer arqueología de la Guerra Civil? Solo unos pocos dábamos estos pasos”, asegura Enrique Gil.

A pesar de la novedad, la localidad acogió todo el proceso como “algo muy normal”, asevera el arqueólogo. Sin controversias. Los mismos vecinos explicaban que, sencillamente, lo que querían era “localizar los restos de su padre para colocarlos en un lugar adecuado junto con su madre, tal como le prometió”. “Esto no generaba ningún tipo de debate”, recalca Gil.

Fueron iniciativas como la de Almansa las que provocaron una “progresión aritmética” de la memoria histórica. “Años después, donde se habían realizado solo dos, ahora se estaban haciendo veinte. Fue un estímulo para el movimiento cívico que buscaba la recuperación de la memoria histórica, un movimiento que sale de la calle, de mucha gente que dice ya está bien. Tengo que sacar a mi padre”, remata el arqueólogo.

Muchas de las personas que acudieron a trabajar en la exhumación como personal técnico, resalta, fue puramente por su “compromiso ético”. “Gente que vino con su coche y su gasolina a aprender este nuevo tipo de arqueología”, recuerda.

“Desde el campo de la ciencia queremos sacar información, queremos saber si sufrieron torturas, si no las sufrieron, qué tipo de fusilamiento fue. También queremos encontrar información de la vida de esas personas”, relata en 'Víctimas todavía' la arqueóloga Mari Paz de Miguel. “Si algún día hay medios suficientes para las pruebas”.

Las voces de la víctima de la represión franquista se reproducen en el documental sin nombres identificables. “Muero sin poder daros el beso de despedida, pero con la conciencia tranquila de no haber hecho daño a nadie. Solo os pido que tengáis valor, como yo lo tengo para morir”, reza una de las cartas recopiladas en el documental, narrada por la voz de un vecino. “No son muertos sin más, son personas con identidad”, zanjaba una de las voluntarias que trabajó en la exhumación.

La misma Universidad de Castilla-La Mancha, en su portal dedicado a la Memoria Democrática, afirma que la localidad es un “ejemplo” en la conmemoración de las víctimas del franquismo, no solo por las excavaciones realizadas, sino por los varios homenajes que existen y que recuerdan a estas personas.

Los memoriales siguen en pie, “nunca han sido vandalizados” y mantienen el recuerdo de estas personas, de la misma manera que quiere hacerlo la Asociación Pablo Iglesias. “Este es nuestro compromiso. Generar una garantía de conservación de una historia que no fue contada, sino que fue ocultada. De todas las familias, hoy solo quedan cuatro hijos vivos, con 99 años uno de ellos. Cuando ellos ya no estén, ¿quién va a recordar a sus muertos?”, se pregunta Enrique Gil.

Por eso, concluye el arqueólogo, 20 años después todavía es necesario dar “un puñetazo en la mesa” y recordar un momento en el que las familias pudieron decir: “Este fue mi padre. A mi padre lo tirotearon en este muro”. “Porque era algo que nunca habían dicho”, remata.