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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Ángel Sepúlveda Beamus, en la calle Ramón y Cajal, 6; Marino Sánchez Ortíz, plaza Pozo-Hondo, 22. Ambos en Campo de Criptana. Wenceslao Fernández Gómez, calle El Molinillo, 16, en Arenales de San Gregorio. Eloy Molina Martínez, en la plaza de San Francisco, 1; Adolfo Caraballo Isaac, en la calle Juan Caba, 1; Deogracias Moreno Moreno, en el paseo Pablo Ruiz Picasso; Rafael Rincón Salinero, en la Plaza Mayor, número 24; Ricardo Munguía Antolí, calle Toledo, 57; Jorge Blanco Allegue, calle Ciprés, 10. Todos en Ciudad Real Capital. Y Raimundo Domínguez García, en la calle Juan XXIII, 23, en Miguelturra.

Son los nombres de las diez víctimas de los campos de exterminio nazi que, a partir de esta semana, estarán para siempre en las calles de sus localidades en Ciudad Real. Se trata de diez nuevos Stolpersteine, una iniciativa global de memoria cuyo relevo ha recogido en la provincia el proyecto 'Mapas de Memoria', en las cuatro localidades de la provincia. No son las primeras que se ponen en Castilla-La Mancha, donde sólo se podían encontrar dos de estos adoquines, en la localidad de Camuñas. Hasta ahora.

Pero, ¿qué son los Stolpersteine? El proyecto viene de la mano del artista alemán Gunter Demnig, para conmemorar a las víctimas deportadas y asesinadas por el nazismo y el fascismo. Son adoquines de cemento que tienen una placa de acero o de latón con los datos esenciales de una víctima. Las placas se instalan delante de su domicilio, lugar de nacimiento, trabajo o donde la víctima desapareció. El proyecto ha ido creciendo a nivel global desde 1992 y se trata de uno de los monumentos más descentralizados del mundo, con más de 75.000 adoquines instalados en 1.800 municipios de Europa, y también en países latinoamericanos; también se incluyen otros colectivos de víctimas del fascismo. Las primeras que rendían homenaje a las víctimas del franquismo se colocaron en 2018.

Devolver la “civilidad” a las víctimas

Alfonso Villalta es uno de los coordinadores del proyecto 'Mapas de Memoria', que lleva más de una década trabajando en la recuperación de la memoria de las víctimas del franquismo en la provincia de Ciudad Real. El trabajo les ha llevado a reconocer miles de nombres de víctimas en la gran mayoría de las localidades ciudadrealeñas. Villalta explica que 'Mapas de Memoria' tenía la intención de incluir en su trabajo de homenaje a las víctimas del nazismo desde mucho antes de que el proyecto se llamase siquiera como tal. “Los nombres de las víctimas en campos de concentración nazi han sido investigados igual que los represaliados de la posguerra en la provincia. Sus nombres y sus datos aparecen en nuestro primer libro 'Para hacerte saber mil cosas nuevas', se trataba de devolverles parte de la civilidad que les intentaron quitar”, recalca el investigador.

Villalta señala que es también una manera de completar un “vacío” que existe en la región, en la que sólo había otras dos stopelsteiner. “De la misma manera en la que hasta hace poco había un vacío con lo que tiene que ver con nuestra memoria reciente, el nombre de estas víctimas no era una excepción. Pero Ciudad Real ha sido una excepción, y queríamos que siguiese siéndolo. Por eso queríamos ser parte del proyecto”.

El principal impulsor del proyecto, Gunter Demnig, no pudo asistir a la instalación de los adoquines ni en Camuñas, ni en Ciudad Real, debido a la situación sanitaria. “Al ser estos unos de los primeros stopelsteiner que se colocan, adquieren especial importancia para seguir con la continuidad del proyecto y del homenaje”, señala Villalta.

El proceso para poder contar con los adoquines, recalca, ha sido “bastante complejo”, especialmente por la gran demanda que existe para poder colocar las placas. “Hay una amplia lista de espero, pero logramos entrar en contacto con el proyecto que nos apoyaron”, explica Villalta. El investigador recala que son las mismas placas que se han puesto, por ejemplo, en Colonia o en Berlín, y en otras grandes capitales europeas. Ahora, también están en Arenales de San Gregorio, Miguelturra, Campo de Criptana o Ciudad Real.

104 víctimas

“Con este acto reafirmamos el compromiso por el respeto de quien piensa de manera diferente”, anunciaba el presidente de la Diputación de Ciudad Real, José Manuel Caballero, al colocar los primeros adoquines en Campo de Criptana. El socialista instó a “no mirar hacia otro lado” y combatir siempre el racismo, la xenofobia y el antisemitismo. Además, explicó que la intención es que el proyecto no se detenga hasta que no se reconozca a las 104 víctimas mortales del holocausto, que serían 150 si se incluyen a los represaliados que sobrevivieron“ a esta abominable barbarie”.

En el acto en Campo de Criptana habló el nieto de Ángel Sepúlveda, una de las víctimas de la localidad, Santiago Díaz Hellín. Díaz explicó que su abuelo se exilió porque temía por su vida tras ser derrocado por las tropas franquistas un Gobierno democrático que sumió a España en una dictadura. Sepúlveda dejó en su localidad de origen a su mujer embarazada y a cinco hijos. Los familiares que acudieron al acto señalaron que sentían como si su familia hubiese sido por fin enterrado en su pueblo.

Camuñas, las primeras de Castilla-La Mancha

Pero las de Ciudad Real no son las primeras Stolpersteine de Castilla-La Mancha. Fue gracias a la iniciativa de los familiares de los 'tres de Camuñas' que la localidad toledana reconoció el verano pasado a Emiliano Yuste Aranda, Noé Ortega Aranda y Pedro Gallego Romero, que fueron víctimas del horror nazi. También se recordó a Venancio Tapial Almansa, otro camuñero que estuvo recluido en las Islas del Canal de la Mancha, en Guernsey, durante la ocupación nazi de Gran Bretaña.

La alcaldesa de Camuñas, María Carmen Cano, explica el orgullo que fue para la localidad haber sido pioneros en la región con esta iniciativa. En la localidad, señala, todavía vive la hermana de uno de los represaliados, con 107 años de edad. Patrocinio Yuste Aranda, hermana de Emiliano, fue una de las personas que recibió una de las 'piedras de memoria' en la localidad. El proyecto de Stolpersteiner sufragó las piedras y el ayuntamiento se hizo cargo de su instalación.