El Románico de Guadalajara condensado en una guía
En el corazón de las tierras yermas, escarpadas y gélidas que dividen a las dos Castillas se alzan alrededor de antiguos caseríos y villas, como testigos mudos de un pasado guerrero y místico las piedras del románico, un arte que ha forjado la personalidad de la provincia de Guadalajara a lo largo de los siglos. Son templos que se graban a fuego en la retina del visitante por la sobriedad y elegancia de sus pórticos y atrios; la perfección en la mampostería de la piedra o el relato de las tradiciones rurales que narran sus capiteles historiados.
“El románico es una seña de identidad de la provincia de Guadalajara y de riqueza para el territorio”, afirma a eldiarioclm.es José Arturo Salgado, docente de Historia del Arte de la Universidad de Castilla-La Mancha y autor de la guía ‘Todo el románico de Guadalajara’, editada recientemente por la Fundación cultural palentina Santa María La Real.
El origen de esta obra didáctica se encuentra en la Enciclopedia del Románico de Castilla-La Mancha, publicada por esta misma institución en 2008 dentro del Plan del Románico de Guadalajara. El objetivo de la guía es, según Salgado, que hunde sus raíces familiares en la población alcarreña de Durón “divulgar el románico rural de Guadalajara de forma amena, sintetizada, con rigor científico y que sea accesible a todos los públicos”.
La guía analiza con profusión el valor artístico y el contexto histórico de los 300 vestigios del arte románico censados actualmente en la provincia de Guadalajara. Ordenados por orden alfabético de las localidades donde se hallan, cada texto se acompaña además de más de 400 ilustraciones a color de los diferentes monumentos y sus elementos religiosos. “Esta obra duplica el catálogo de ejemplares del románico de Guadalajara conocidos hasta el momento y pone el foco también en cierto mobiliario litúrgico situado en despoblados como pilas bautismales o tallas policromadas de gran valor que habían pasado desapercibidos”, subraya el autor.
El proceso de creación de esta guía didáctica bebe, entre otras fuentes de la investigación de campo que el historiador del arte ha llevado a cabo por toda la provincia durante más de una década documentando los vestigios del románico. “Esta obra compila el archivo personal de las visitas que he realizado desde mi etapa universitaria a cada uno de los pueblos de la provincia en los que me he empapado de su arte, su paisaje y su paisanaje”, asegura Salgado.
Esta información se completa con la extensa documentación sobre el arte románico propiedad de la Fundación Santa María La Real, así como del archivo de otros historiadores de Guadalajara. Además la obra incluye un mapa en el que se indican los monumentos del románico guadalajareño y un glosario de términos específicos de esta corriente artística para facilitar la comprensión.
Ecléctico
El arte románico proliferó de forma tardía en la provincia de Guadalajara, a partir del siglo XII a medida que los cristianos reconquistaron a las tropas musulmanas los territorios de la ‘Marca Media’, que trazaba la frontera entre Castilla y la meseta norte. Por esta razón, la Sierra Norte, la Alcarria y, en menor medida, el Señorío de Molina son las comarcas fronterizas que atesoraron la riqueza de la arquitectura del románico.
Para Pantoja Salgado, el románico de Guadalajara se caracteriza por “la antigüedad de ocho siglos, la variedad y el estilo ecléctico de sus construcciones que entremezclan los elementos propios del románico con los del gótico cisterciense en los capiteles y arco apuntados e incluso el arte islámico mudéjar en la mampostería y las celosías”. Asimismo, señala que “la riqueza de este arte también se refleja en ”otros símbolos litúrgicos, la diversa iconografía vegetal y escultura discursiva plasmada en los capiteles con las que los maestros de la época nos relataron sus tradiciones ligadas al campo y a la ganadería“.
Uno de los exponentes más significativos de esta iconografía rústica es el mensario románico que se conserva en la capilla de San Galindo en la Iglesia de San Bartolomé de Campisábalos. En él se representan a modo de friso doce escenas de las labores agrícolas de la época que comienzan con la poda de las viñas y acaba con la vendimia, trasiega del vino y la matanza del cerdo.
Desde Campisábalos hasta Carabias, un desfile de iglesias románicas representa una porción del legado que dejó el periodo de la Reconquista y la expansión del cristianismo en la meseta castellana, que ejercía de frontera con el norte de la Península Ibérica en la Edad media entre los siglos XI y XIV. Hoy, este itinerario conforma la ruta del Románico rural de Guadalajara, uno de los recorridos turísticos más visitado de la provincia, que surgió del proyecto de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Obispado de Sigüenza hace una década para rehabilitar monumentos románicos de la provincia que se encontraban en un deteriorado estado de conservación.
Pantoja, que dirigió el plan de rehabilitación de 27 iglesias del Románico de Guadalajara en 2007 explica a este digital que “estas rutas señalizadas han calado en el turista medio, habría que recuperarla y extenderla a otros itinerarios por la Alcarria y en Molina vinculados con personajes históricos, porque el románico es lo que mucha gente identifica y conoce de Guadalajara”.
A través de este proyecto de conservación del patrimonio rural se rehabilitaron algunos de los símbolos más representativos de este estilo en la Serranía Norte como la Iglesia de San Bartolomé en Campisábalos, la de Santa Coloma, ubicada en el municipio de Albendiego; la iglesia del Salvador en Carabias o la de la Anunciación en Pinilla de Jadraque. Todas ellas se pueden visitar hoy y suponen uno de los atractivos turísticos de la comarca serrana.
Entre los monumentos que se conservan en la actualidad sobresalen, entre otros muchos, las iglesias de Villacadima, la Iglesia de San Bartolomé (Campisábalos), la de Santa Coloma (Albendiego); los templos románicos de Atienza, la iglesia del Salvador (Carabias), la portada del templo de Beleña de Sorbe, la Catedral de Sigüenza o las iglesias de Brihuega; el monasterio de Monsalud (Córcoles) y el monasterio cisterciense de Santa María de Buenafuente del Sistal (Olmeda de Cobeta), en la comarca de Molina.
En cuanto al estado de conservación del románico provincial, en opinión de Salgado “aceptable con honrosas excepciones como la deteriorada ermita de Villaescusa de Palositos en la Alcarria”, al tiempo que reconoce que “se ha hecho un esfuerzo importante por restaurarlos, aunque la despoblación hace que en los lugares despoblados sea difícil intervenir y se pierda el patrimonio”.
Con respecto al valor que el patrimonio representa para el desarrollo rural, el historiador afirma que “todos somos responsables de preservar el legado cultural” y es evidente que aquellas poblaciones que han conservado su patrimonio como Sigüenza y Brihuega son el motor del turismo de Guadalajara“.
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