Vicente Navarro, entre la paz y todo lo que arde
El escritor Ryoko Sekiguchi medita en 'Nagori. La nostalgia por la estación que termina' (Periférica, 2023) sobre nuestro vínculo con la naturaleza y el paso de las estaciones. Nagori, remite al “vestigio de las olas”, el rastro que deja el oleaje después de retirarse de la playa, la nostalgia de la separación, de lo que a nuestro pesar dejamos atrás. Nagori es lo que queda de lo que ya no existe, de una persona, de un acontecimiento. Nagori es una despedida, pero también un anhelo de reencuentro. “En la ceremonia del té hay un ritual muy específico llamado nagori no cha, té de nagori: se trata de la ceremonia que se celebra en otoño, con los restos del té del año anterior.”, escribe Sakiguchi.
En 'Las Manos', Vicente Navarro celebra una imaginaria ceremonia del té, a la manera de Fontanarejo, uno de los dieciséis pueblos históricos que forman los Montes de Toledo, en la provincia de Ciudad Real. A la manera de este ritual de separación y anhelo de reencuentro, Vicente Navarro inunda sus canciones de olores a cera de candil, a flores secas de Camposanto, a agua fresca manando o a la intensa humareda del romero húmedo al atardecer. Palabras que evocan olores y olores que traen, a esta saudade a la japonesa de Sakiguchi. Sin embargo, 'Las Manos' no es un ejercicio de nostalgia, sino que es sobre todo una construcción poética desde lo radicalmente contemporáneo contemporáneo.
“Sentadito en esta silla se me escapa el cuerpo y en este rincón la soledad da sueño”. 'Las Manos' abre trae muchas imágenes a la mente...
Trabajo mucho con imágenes en mis textos. Intento que cada frase genere algo en el cerebro de la gente que lo escucha, mucho más que una comprensión palabra por palabra. Fuente o plaza son palabras que a cada persona le remite a una fuente o una plaza concreta.
“Cuando estés en el Camposanto tal vez vengas a mi piedra”. La soledad, la muerte y el reencuentro son claves para entender 'Las Manos'
La muerte está mucho más presente en el pueblo. Cuando alguien muere suenan las campanas. En mi pueblo había dos cementerios, el antiguo y el nuevo. Mi abuelo que murió en el cincuenta y cinco estaba en el antiguo y siempre me llamó mucho la atención que no haya lápidas, sólo unos montículos.
“Blanco fue mi nacimiento. Verde fue mi niñez. Roja, mi juventud es roja. Negra será mi vejez”. Fontanarejo en Ciudad Real no es para usted sólo un lugar de recuerdos infantiles...
Conforme he ido creciendo ha ido cambiando mi relación con el pueblo. Cuando era pequeño era el urbanita, el que venía de la ciudad. Era el que no mataba palomas y el que se horrorizaba al ver un animal muerto en el corral. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he dado cuenta que mi manera de entender la Naturaleza y los animales tiene mucho más que ver con la manera en la que se entiende en Fontanarejo que en Madrid, donde vivo habitualmente.
“Eres todos los cantares. En la plaza y en los zarzales. (...) Yo fui segado al amanecer”. ¿Es difícil entender 'Las Manos' sin el contexto rural?
El pueblo ha generado en mí imágenes mucho más potentes que Alcorcón o Móstoles, que es donde he vivido. Al mismo tiempo que hay una línea de felicidad también hay una línea de tragedia en esos recuerdos. Hubo un verano muy concreto, justo antes de cumplir los 18 que fue como un sueño, porque los pueblos tienen esas cosa mágica en la que parece que todo encaja y que todo está en su sitio. Pero los pueblos también pueden ser muy crueles, y no mostrarlo sería como mentir.
“No sé si maldecir o estar agradecido (...) por todo lo vivido”. En este nuevo trabajo se aleja un poco de 'En el Río', la canción más escuchada de tu trabajo anterior...
Tengo tendencia a hacer las cosas por el camino complicado. Podría componer cosas con las que fuera más fácil conectar, pero tendría la sensación de que no estoy contando nada. 'En el río' es una parte de mi música, pero yo me sentía más identificado con otras partes. 'En el río' era una canción clásica en su estructura de estrofa, estribillo, puente y se vuelve a repetir, pero nunca sabes si algo va a funcionar o no, porque se tienen que dar una suma de casualidades. Que salga en la prensa, que entre en una playlist, que aparezca en televisión o que aparezca en Tiktok y todo se da la vuelta de repente. En la actualidad los discos no se agotan como antes, ya no duran tan poco.
“Las cuerdas de mi garganta son como un sendero”. El trabajo de Vicente Navarro trasciende el concepto tradicional de lo rural...
No creo que lo rural, en sentido de mi pueblo, sea lo único que marca mi música, sino que creo que hay muchos focos. El realismo mágico es también algo que marca alguna manera. Es como que te estoy contando una cosa que es muy tierra, pero hay cosas que de repente no te cuadran. Me sentí identificado con “Intemperie” de Jesús Carrasco, tiene algo como de ciencia ficción pero muy en la tierra, como de una realidad paralela.
“Espero que no te importe que no baje a saludarte. Que si me poso en el suelo. Tengo miedo a no elevarme”
Hay gente que hace música para no pensar. Mi música también ayuda a evadirse, pero no te desconecta del todo con la realidad por decirlo de alguna manera. Soy de ese tipo de artista al que se le va la cabeza por ahí, pero de pronto te mete una sirena que aunque tú no te des cuenta te genera algo en tu interior. Me gusta darles a las palabras y a los sonidos el poder que realmente tienen y no que sea algo aleatorio. Si uso una sirena y te estoy diciendo que me voy y no sé si volveré, ya te estoy contando más cosas. Aunque en 'Las Manos' discurre en el eje entre la voz, la guitarra y la electrónica, hay otros elementos como la alarma, las campanas, el órgano, las palomas o los coros.
En 'Las Manos' se aleja un poco de las últimas canciones suyas que habíamos escuchado con Karmento o con Rodrigo Cuevas...
Prefiero ser muy fiel a mi, porque si no sé que no lo podré defender en el directo. Si es cierto que 'Marchar' y 'La Juventud' las siento también como muy mías, pero no son sólo mías, también hay otras personas que están interviniendo. Karmento y yo encajamos muy bien. 'La Juventud' es cincuenta-cincuenta y cuando la canto me emociono porque está muy pensado de qué estamos hablando y de algo que nos tocara con sólo hablando. Es complicado distinguir los versos que son míos y los que son suyos, porque está ahí como hibridado.
¿Cómo imagina un concierto de Vicente Navarro en Fontanarejo?
Me daría un poco de pudor actuar en mi pueblo, porque no sé como va a reaccionar, aunque creo que si me sentara en una silla con mi guitarrista y pusiera a la gente delante o en un círculo, que me gusta mucho, creo que a la gente le gustaría porque la música es universal. Alguno de mis amigos me dicen que a sus madres les gusta lo que compongo.
“En este valle de pájaros. Bandadas de gorriones me mandas”. La música de raíz en todas sus vertientes parecen vivir un buen momento.
Rodrigo, Silvia Pérez Cruz, Rosalía, Karmento o María José Llergo, hay muchos creadores que quieren mirar un poco más hacia adentro que, a lo mejor, está un poco cansada de cantar en inglés sin entender todos los matices de lo que se está diciendo y quiere hablar de sus abuelos, de sus padres o de la gente que le rodea. Para mí es un efecto rebote de la música del bombardeo de música en inglés que hemos tenido en las últimas décadas, porque aunque había música en castellano era muy influenciada por la anglosajona y la copla o la jota habían dejado de existir, quizá también como consecuencia de épocas interiores. Creo que en estos momentos se está produciendo un equilibrio y hay otra generación que ve más normal que se puedan mezclar.
“Vamos a bailar hasta que aguanten las piernas. Viene apretando el gatillo, viene quemando la niebla”.
* Todos los entrecomillados forman parte de las letras de 'Las Manos' de Vicente Navarro.
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