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El fiscal de la estafa de los ataúdes sigue el rastro de siete millones de euros presuntamente blanqueados

El fiscal de la estafa de los ataúdes centra sus pesquisas en averiguar dónde están los siete millones de euros presuntamente estafados por Grupo El Salvador en Valladolid mediante la sustitución de ataúdes de cadáveres que iban a ser incinerados por otros de menos cuantía o por materiales baratos. La cifra responde al cálculo realizado por la Policía, que estima que desde 1995 hasta 2015 se retiraron los féretros de más de 5.000 cremaciones para revenderlos y que los sustituyeron restos de madera y tapas.

El ministerio público no se creyó ni una sola de las explicaciones dadas por el fundador del grupo funerario, Ignacio Morchón Alonso, el supuesto cabecilla de la red, ni de su hijo, Ignacio Morchón Vaquero, gerente de una de las sociedades familiares desde 2010.

Morchón Vaquero, que declaró durante una hora y 20 minutos el pasado 2 de febrero, no se inmutó cuando le enseñaron una serie de fotos muy explícitas sobre las cremaciones irregulares que obran en el sumario y que fueron realizadas durante dos décadas por un extrabajador del emporio familiar. Justo M., el denunciante de la trama, intentó extorsionar a la empresa una vez jubilado para sacar un complemento a su pensión.

La familia que lo había empleado durante décadas denuncia el chantaje y el extrabajador fue condenado, pero la Justicia abrió una pieza secreta que acabó poniendo la red al descubierto. El grupo empresarial posee dos tanatorios con horno crematorio en Valladolid, uno en la ciudad y otro en Santovenia de Pisuerga, a las afueras. A este último se trasladaban cadáveres que debían ser incinerados en Valladolid. Según la Policía, allí se trabajaba con mayor libertad e impunidad.

Morchón, se mostró desafiante a lo largo de toda su declaración, y se le tuvo que pedir continuamente que dejase que el fiscal acabase las preguntas. También interrumpió varias veces a la jueza instructora. Cuando se le mostró la imagen de un nonato ardiendo sin ataúd en las instalaciones de Santovenia, de la que es gerente, su gesto no varió. “Eso puede ser un trozo de madera”, justificó. “He visto muchas fotos, Justo tenía todo el tiempo del mundo para hacerlo [sacar los cuerpos de los féretros] una vez que los demás empleados se iban”, añadió.

Al ver otra foto, le indicó al fiscal: “Si usted se fija está apagado el horno”. Cuando se le enseñó otra con un cadáver ardiendo sobre una tapa de ataúd, Morchón no supo explicarlo y defendió que era parte de la extorsión a la que se había sometido a su familia. El fiscal no le creyó. “Según su teoría esto es un intento de chantaje, con fotos realizadas desde el año 2005, que se dan a conocer en 2015, cuando el trabajador se jubiló ¿usted cree que este señor preparó una venganza durante diez años?”, preguntó. El gerente del crematorio afirmó que sí.

El fiscal le recordó entonces que días después de darse a conocer los registros y detenciones, otra extrabajadora acudió voluntariamente a comisaría a declarar que entre 2005 y 2006, cuando formó parte del personal de Tanatorio El Salvador, supo por otro empleados de la práctica de revender los ataúdes. “Lo llamaban reciclaje”, explicó. “He visto revender un ataúd hasta tres veces, uno de tipo americano con dos puertas, por 10.000 o 12.000 euros”, aseguró en su declaración policial.

El gerente del tanatorio lamentó durante los interrogatorios “el daño que se ha hecho a la imagen de la empresa”. El fiscal centra su investigación en el sistema de funcionamiento de la empresa. Grupo El Salvador trabajó entre 2001 y 2017 con Fabricados Senovilla SL, cuyos sucesivos administradores (padre, madre e hijo) fueron detenidos e imputados en la causa. Al fiscal no le cuadra que esa sociedad empezase vendiéndoles féretros y después, con el paso de los años, los adquiriese para revenderlos a Grupo El Salvador. Fabricados Senovilla compraba a proveedores con los que también trabajaba Morchón, lo que aparentemente carece de sentido. “Nosotros trabajamos con 50.000 proveedores. Senovilla nos vendía féretros, traía las cajas de Galicia a su nave de Santonvenia. Primero fabricaba y luego era intermediario”, declaró Morchón. Esa intermediación, la justificó como una compra de ataúdes sin terminar que Senovilla arregló.

El ministerio público, que llegó a mencionar un presunto maquillaje contable de El Salvador a través de Senovilla, también entró en la situación económica de Ignacio Morchón, a quien preguntó sobre sus ingresos en 2017. Morchón no los recordaba pero el fiscal, tirando de declaración de la renta, le dijo que había cobrado 120.000 euros brutos. “¿Las sociedades dan beneficios?”, inquirió. El gerente no supo contestar. El fiscal preguntó entonces cómo con un sueldo de 120.000 al año en 2017, sus cuatro cuentas personales están en números rojos, en concreto con -3.000 euros de descubierto.

“Tengo dos hijos de 20 años, un préstamo para comprar un caballo de 40.000 euros y otro préstamo de 25.000 para pagar la casa de mi suegra, pero mis cuentas están saneadas”, respondió.

Sobre el papel de su familia en las empresas, Ignacio Morchón comentó que su padre, jubilado desde 2010, sigue “pasando por allí”. “El jefe soy yo, pero es suyo, es su vida. Mi madre [que no quiso declarar ante la jueza y se definió como ”ama de casa“] aparece como gerente formal de Tanatorio El Salvador, pero la gerente es mi hermana Rosario y yo lo soy del Cementerio de Santovenia”, declaró.

El fiscal le enseñó fotografías de los registros policiales y en concreto una imagen que los agentes consideran muy reveladora: en el horno del cementerio de Santovenia, había una tapa. Tanto los agentes, como Justo M, el extorsionador, consideran que es una señal inequívoca de que los cambiazos se han seguido realizando hasta el mismo día en que la Policía irrumpió en las instalaciones. “No tengo ni idea de qué hace eso ahí”, comentó Morchón. Lo mismo dijo ante la imagen de tapas amontonadas. “¿Qué sentido tiene eso, igual llevan 20 años allí?”, respondió. “No tiene por qué estar con el ataúd completo, a veces nos llegan rayados. Igual son para los restos de los nichos que ya no quieren los familiares, se meten en un sudario y se ponen con más personas. Si quieren incinerar se usa un féretro viejo, eso lo hacemos todos los días”, precisó

“¿Pero usted cree que por 100 o 110 euros yo me voy a complicar la vida?” llegó a espetarle al fiscal. Pero el fiscal le mostró más pruebas de prácticas irregulares: la mayoría de los fallecidos que debían ser cremados en Valladolid, fueron trasladados al horno de Santonvenia, donde se tomaron todas las fotos. “Puede ser por lo que sea, demasiadas incineraciones, que coincidieran, yo no puedo estar en todos lados, tengo gente muy profesional y muy buena”, se defendió. Ni siquiera las cifras que le dio el fiscal, de fallecidos cremados en un horno distinto del que aparece en el parte de defunción, arredraron a Morchón.

La jueza también preguntó al gerente del tanatorio y empezó su interrogatorio con una pregunta directa. “¿Sacó usted dinero de la casa en bolsas antes del registro?”, quiso saber. El investigado lo negó. También quiso saber la jueza por qué tardó tanto en denunciar al extorsionador. “No me lo tomé en serio, le debíamos atrasos y pensé que a ver si cobrando se le olvidaba. Yo le dije ‘el marrón te lo vas a comer tú Justo, lo que hayas hecho no lo sé`”.

La jueza no daba crédito. “Así que usted cree que un señor trabaja como un amanuense, tomando nota de todo, haciendo fotografías, durante 20 años y que es todo inventado”, ironizó. “No conozco una sola versión de los trabajadores, porque se han acogido a su derecho a no declarar, ¿por qué?”, le preguntó la instructora. “Porque a ellos también los extorsionó Justo”, dijo Morchón. “En ese caso, pudieron denunciarlo aquí”, comentó la jueza.

Morchón, que a lo largo de toda su declaración, fue combativo, sólo perdió la compostura al final, cuando el fiscal enumeró los posibles delitos (organización criminal, blanqueo de capitales, estafa continuada…) , la prisión elevada que comportaban y anunció que era necesaria una medida cautelar de prisión provisional sin fianza (aunque luego la juez podría 800.000 euros). El funerario empezó a sentirse mal y pidió que le desabrochasen el abrigo.

El fiscal fue rotundo: “Ganar 120.000 euros y tener un saldo negativo es un claro indicio de blanqueo. Es lógico pensar que hay documentación mercantil intentando justificar o maquillar la práctica. Algo no cuadra, tiene que haber dinero en algún sitio”.

Su padre, Ignacio Morchón Alonso, el hombre que levantó el conglomerado empresarial, descartó haber ordenado el cambiazo de los ataúdes. “No merece la pena, vale 100 euros, que hago yo con un ataúd lleno de sangre y de babas y de mierda, es que eso no se lo cree nadie”, afirmó. En contra de lo declarado por su hijo, Morchón descartó que Justo M. hubiese actuado solo. “Si nadie le ayuda ¿cómo va a sacar el cadáver de una caja y meterla en otra?”.

Tampoco mostró sorpresa o indignación al ver las fotos de los fallecidos en esas cremaciones irregulares. “No sé quién es este muerto, no lo conozco, es que no parece ni muerto”, llegó a decir. Sobre el casi millón de euros que la Policía encontró en su casa, repartido en 9 bolsas de supermercado y un saco de nylon, dijo que llevaba trabajando desde los 14 años, que eran “los ahorros de toda una vida” que había guardado siempre en casa. “Si lo hubiese metido en eso de los sellos (Fórum Filatélico), que me lo dijeron, lo habría perdido”, añadió. Es un dinero que tengo desde que tuve carpintería, pescadería y almacén de bebidas. No me gusta que vaya al banco, no me gusta mezclar las churras con las merinas“, dijo el hombre que según la Policía cambió cadáveres a lo largo de 20 años para revenderlos y llevar a cabo una estafa millonaria. Cuando el fiscal le planteó si no le daba miedo tener esa cantidad de dinero en casa, Morchón, fue tajante: ”Más miedo me dan los bancos“