Las nuevas puertas de la Catedral de Burgos

11 de octubre de 2020 18:35 h

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Por medio de un compañero he conocido la noticia de los preparativos para la celebración del VIII Centenario de la Catedral, que me ha animado a realizar la siguiente reflexión. Siempre me ha preocupado esta especie de necesidad de mejorar aquellas obras que hemos considerado lo mejor del genio creador humano. La catedral de Burgos se incluyó en 1984 en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO por su valor excepcional universal. ¿Alguien puede pensar de verdad que cambiando las puertas se va a aumentar el valor de este bien universal?

La modificación que se propone consiste en la sustitución de las carpinterías de la portada de la Encarnación por unas nuevas realizadas por el artista Antonio López. Lo que implicaría la mutilación innecesaria del bien, mediante la eliminación de elementos propios –las puertas- que forman parte indisoluble de la portada en la que se ubican desde la construcción de la misma, hace más de dos siglos, desvirtuando completamente la austeridad del espacio primigenio y con la consiguiente distorsión en la contemplación de los elementos definitorios de la portada.

Resulta incomprensible que el homenaje a la catedral por su octavo centenario consista en realizar una amputación de sus elementos. No se justifica que para “constituir un legado”, para “realizar una aportación”, sea necesario eliminar elementos ya existentes y que forman parte del bien patrimonial. Y no se han aportado argumentos que justifiquen la sustitución de las puertas originales. Se les achaca un mal estado, pero se puede comprobar fácilmente que su deterioro sólo consiste en afecciones de índole menor, que son perfectamente reparables. Suele ser habitual que los gobernantes actuales aprovechen el prestigio de profesionales muy reconocidos (como las “vacas sagradas” de la arquitectura) para acometer intervenciones especulativas, que hubiesen supuesto graves consecuencias para nuestro patrimonio.

Afortunadamente, en algunos casos han provocado el rechazo popular, manifestado a través de asociaciones, plataformas y otros colectivos, consiguiendo su paralización. Ahora, los gestores de la Catedral de Burgos pretenden aprovechar el prestigio internacional del artista Antonio López, para impulsar una propuesta desmesurada e injustificada, para la intervención en un monumento que debe ser tratado con el máximo respeto. Parece que se consideran con el derecho a tener patente de corso, para poder intervenir a su antojo, en un lugar emblemático de nuestro patrimonio. La propuesta presentada viene a desmitificar a esta “vaca sagrada” de la pintura contemporánea.

En un análisis crítico, el primer aspecto que llama la atención es su ego profesional. Según los promotores, el tríptico formado por las nuevas puertas “representará a Dios Padre, la Virgen y el niño Dios y evocarán el misterio de la Encarnación”. Para las imágenes de la virgen y el niño, el artista dice haberse inspirado en su hija y en su nieto. También se aprecia una gran similitud entre el rostro que evoca a Dios Padre y las facciones del propio autor.

No parece resultar muy apropiado que las figuras representen al artista y a su familia, pues podría interpretarse que la intervención es un homenaje al autor, en lugar de enaltecer la conmemoración del octavo centenario de la catedral. Además, la elección de estas figuras puede ser interpretada como un mensaje androcéntrico, identificando a Dios con la figura masculina y relegando los personajes femeninos a un segundo plano. Por otra parte, la implantación de las nuevas puertas podría producir a las fábricas afecciones irreversibles, si se tienen en cuenta las consecuencias que el incremento del peso del revestimiento de bronce pudiese producir en la estructura muraria, lo que parece que no ha sido tenido en cuenta.

El deseo los promotores, considerando “fundamental la realización de alguna obra o monumento conmemorativo del VIII Centenario de la Catedral de Burgos”, no puede traducirse en una grave alteración del bien, pues existen múltiples alternativas que podrían plantearse, sin necesidad de modificar la configuración de la portada. Y se evitaría una repercusión negativa en el Valor Universal Excepcional del bien y en su inscripción en el Listado del Patrimonio Mundial.