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Un ejemplo de la soberanía de los estados miembros de la OTAN

Teresa de Fortuny i Xavier Bohigas

Centre Delàs d’Estudis per la Pau —

El 27 de octubre de 2016 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución donde se estipula que el año 2017 se celebrará una conferencia para iniciar las negociaciones sobre un tratado de eliminación y prohibición de las armas nucleares. Hubo 123 votos a favor, 38 en contra y 16 abstenciones. En un artículo anterior decíamos que la mayoría de votos negativos corresponden a miembros de la OTAN. De hecho, todos los estados de la Alianza votaron en contra, salvo Países Bajos, que se abstuvo. También comentábamos que no todos los estados nuclearmente armados votaron en contra: Corea del Norte votó a favor y China, India y Pakistán se abstuvieron. El resto de estados nucleares (EEUU, Rusia, Gran Bretaña, Francia e Israel) se opusieron a la resolución.

Se justificaron los votos negativos con el argumento de que ya existen mecanismos de desarme, como el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que quedarían debilitados con la aprobación de un tratado de prohibición y eliminación. Un argumento poco consistente si tenemos en cuenta que el TNP se aprobó en 1968 y que, en estos casi 50 años, no se ha avanzado significativamente en este sentido, a pesar de que su artículo VI afirma que hay que llegar a la liquidación de los arsenales nucleares. Actualmente hay más estados nucleares que en 1968 y el arsenal nuclear mundial supera las 15.000 armas nucleares, según el SIPRI.

Este acuerdo representa un gran paso adelante en el desarme nuclear. Recordemos que las nucleares son las únicas armas de destrucción masiva que no tienen un tratado de prohibición, a pesar de su tremenda capacidad destructora. En cambio, sí lo tienen las armas biológicas (desde 1972) y las químicas (desde 1992).

Con posterioridad a que se aprobara la resolución mencionada, hemos conocido un documento desclasificado que clarifica bastante el resultado de la votación. Se trata de una nota elaborada por la delegación de EEUU en la OTAN y dirigida al resto de estados miembros. La nota está fechada el 17 de octubre, anterior, por tanto, a la asamblea donde se acordó la resolución.

En la nota en cuestión, el representante de los EEUU en la OTAN pide con firmeza al resto de aliados y también a sus estados amigos, que voten en contra de la resolución y no únicamente que se abstengan. Incluso se les pide que, en caso de que se inicien las negociaciones, no participen en ellas. Les recuerda que la disuasión, basada en la capacidad defensiva convencional y nuclear, es uno de los pilares de la política global de la Alianza. Y que, por tanto, un tratado de prohibición de armas nucleares iría en contra de la política básica de la OTAN sobre disuasión. Afirma que un hipotético tratado minaría la estabilidad estratégica que ha sostenido la estructura de seguridad internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

En la nota se hace un repaso de la propuesta de medidas que el tratado de prohibición debería incluir. Y se concluye que reduciría la capacidad de EEUU de cumplir sus compromisos de defensa y seguridad mutua con los estados amigos y con el resto de miembros de la OTAN.

Este documento es una prueba más de la posición dominante de EEUU en la Alianza Atlántica y del seguidismo del resto de miembros, incluyendo España. Un documento que ha sido bastante eficaz, visto el resultado de la votación del 27 de octubre en Naciones Unidas. Demuestra que las decisiones de los Estados miembros de la OTAN están supeditadas a los dictados de EEUU. Nos hace dudar que estos países sean verdaderamente soberanos a la hora de tomar decisiones en política exterior. Y esto es extensivo a aquellos países que, a pesar de no pertenecer a la OTAN, siguen las consignas marcadas por EEUU porque tienen acuerdos de protección nuclear con Estados Unidos (Japón, Corea del Sur ...).

Pese a que, en su mayoría, la población mundial está en contra de las armas nucleares, algunos gobiernos se niegan a un tratado de prohibición del armamento nuclear, cuya conveniencia es obvia. EEUU se auto-otorga el papel de protector y defensor nuclear de los estados que le son fieles. Esto le confiere una posición de preeminencia respecto todos los países bajo su tutela. Un paso firme hacia el desarme global (y un acuerdo de estas características lo sería) le haría perder su posición dominante, ya que, en un mundo sin armas nucleares, el papel de protector perdería todo sentido.

EEUU se opuso también a que se hiciera una petición de dotación económica para la conferencia (cuatro semanas de los meses de marzo y junio de 2017) de negociación del tratado. Finalmente, ante la intensa presión de los partidarios del desarme nuclear, retiró su oposición.

La OTAN, liderada por EEUU, se presenta, pues, como un obstáculo para el desarme. Otro dato abona esta afirmación: del gasto militar mundial (1.676 millones de dólares), el 50%, aproximadamente, corresponde a la OTAN.

Es probable que, una vez aprobado el tratado, ciertos estados nuclearmente armados se nieguen a firmarlo. Pero esto no reducirá fuerza a una opinión pública favorable al tratado, que puede convertirse en un factor de presión y de rechazo hacia los estados que quieran quedar al margen; así ha ocurrido con los tratados de las armas biológicas y químicas.

El 27 de octubre de 2016 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución donde se estipula que el año 2017 se celebrará una conferencia para iniciar las negociaciones sobre un tratado de eliminación y prohibición de las armas nucleares. Hubo 123 votos a favor, 38 en contra y 16 abstenciones. En un artículo anterior decíamos que la mayoría de votos negativos corresponden a miembros de la OTAN. De hecho, todos los estados de la Alianza votaron en contra, salvo Países Bajos, que se abstuvo. También comentábamos que no todos los estados nuclearmente armados votaron en contra: Corea del Norte votó a favor y China, India y Pakistán se abstuvieron. El resto de estados nucleares (EEUU, Rusia, Gran Bretaña, Francia e Israel) se opusieron a la resolución.

Se justificaron los votos negativos con el argumento de que ya existen mecanismos de desarme, como el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que quedarían debilitados con la aprobación de un tratado de prohibición y eliminación. Un argumento poco consistente si tenemos en cuenta que el TNP se aprobó en 1968 y que, en estos casi 50 años, no se ha avanzado significativamente en este sentido, a pesar de que su artículo VI afirma que hay que llegar a la liquidación de los arsenales nucleares. Actualmente hay más estados nucleares que en 1968 y el arsenal nuclear mundial supera las 15.000 armas nucleares, según el SIPRI.