La nostra terra és redimida. El gran moment és arribat. Fora els ultratges. Lluny la mentida
En la vida de un servidor, un par de cosas le han traído problemas de forma persistente. Son los gin-tonics y el optimismo. El primero de los factores hoy en día se encuentra absolutamente hipsteritzado y barcelonizado y cualquier pardillo se pavonea de beberse uno, incluso con verduras, pelota y cocido. El optimismo, sin embargo, todavía es una plaga secreta vergonzante y profundamente anticatalana.
Por eso, escribir un texto optimista sobre el día negro del Proceso, sobre el gran shock catafiláctico, el día de la alergia catalana, la jornada del arrebato y el taco puede parecer una inadmisible frivolidad “antiprocesal” (contra el Proceso, quiero decir). Y si así todavía piensa el lector, tendré que volver a mi problema número uno.
Pero después de todo un día viendo las noticias y escuchando a algunos de los protagonistas de las mismas, puedo asegurar que encuentro de lo más natural la catástrofe sísmica del martes y su posterior superación a partir del miércoles. El gran problema de salud pública que tiene un país pequeño es que su élite tiende a ahogarse en cualquier vaso de agua que encuentre a mano. De momento pues, la perspectiva: A Michael Collins, padre de la independencia irlandesa, lo mataron otros independentistas irlandeses después de veinte minutos de tiroteo y en medio de una guerra civil. Al gran prócer de la independencia venezolana, Bolívar, lo echaron del país los mismos compañeros de independencia. Los pacíficos y civilizados finlandeses plantearon en 1918 no una, sino dos declaraciones de soberanía en paralelo y luego, entraron en una guerra civil. Holanda tardó 80 años en librarse de España, Portugal 28 y más de una década, cualquiera de los países latinoamericanos.
Visto así, la rotura de la porcelana fina catalana no ha sido nada, a pesar de los sonoros bramidos de muchos “pasdaranes” o, traducido del farsi, guardianes de la revolución, que se han lanzado a seisdeoctubrizar el desastre. Es decir, a autoinculparse de los ataques y trampas que nos pone el adversario. La Catalunya tribunera.
Pero visto con la cabeza sólo relativamente tibia, lo que pasó en Pedralbes tiene lógica. Junqueras, un poco pasado de frenada, desconfía de los convergentes (ay, y quién no). Y estos, aunque vestidos de mandarines confuncianos, dicen que hacen, pero no les luce el trabajo. Herrera, que busca desde hace rato tiempo y espacio, salta cabreado. Y EUiA se enfada demasiado. Y la CUP defiende una trinchera que es, en realidad, lo que el Mariscal Von Manstein denominaba una “defensa en profundidad”. Es decir, retroceder para acumular fuerzas en un lugar mejor.
Todos con sus razones y sus manías. Tensión en los palacios de Barcelona, confianza en muchos hogares catalanes.
¿Y ahora?
Pues donde teníamos un 9N tenemos un Nuevo 9 de Noviembre (N9N). Donde había una consulta no refendaria camino de la guillotina, ahora tenemos un proceso participativo escondiéndose por los institutos de secundaria. Como dice el amigo Marc Travesset, de títeres a marionetas.
¿Quiere decir esto que desprecie el N9N? En absoluto. Siempre he sostenido que en un caso evidente de imposibilidad legal como esta, la importancia, la tremenda importancia radica en el puro gesto político del voto. La gramática internacional de la urna.
El N9N no se puede encajar ya en los canales interpretativos jurídicos ni administrativos. Ni siquiera dentro de una validación internacional o como punto de partida para negociar nada. El N9N es hoy más que un decreto. Más que un gemido o un queja por las condiciones democráticas, el mandato democrático o el valor democrático. O cualquier sustantivo aderezado de democratismo que le añadamos.
El N9N tiene la inútil potencia que tuvo Arenys de Munt. Tiene la inútil validación internacional de las tres Diadas. Y la inútil invencibilidad de la unidad mayoritaria del parlamento. Pero aún más. Tiene el inconmensurable poder de la desobediencia. La prensa anglosajona, fíjense en ella, ha destacado, no las carencias ni debilidades organizativas sino un hecho insólito. El de un país que persiste en la desobediencia en medio de la falsa opulencia democrática occidental.
Tendremos papeletas, urnas y recuento y una ineludible y urgente obligación moral: Hacer que nuestros compatriotas del sí-no y del no vayan a votar con los del sí-sí del brazo. Porque todos entendemos que el verdadero problema no ha sido nunca ni el censo, ni el mandato, ni siquiera Unió Democràtica. El problema esencial (pregunte a los canarios) es ese Estado Español que no quiere saber nada de los españoles. Y menos de los pueblos que les hacen frente.
Quien quiera jugar que se dé la mano
Creo que en toda esta “tournée” de palacios que se han tragado nuestros políticos estos días, han perdido un factor, el ingrediente esencial del proceso en marcha. Se han olvidado del aspecto juguetón, alegre y esencialmente popular de la Rebelión Catalana. Un alma juguetona que, hasta el momento, ha sido el arma de mayor calibre de nuestra artillería. El lirio como arma de destrucción masiva sigue siendo irrebatible. Pop mediterráneo contra barroco ministerial. El placer del ratón ante la gata maula borbónica. Todo esto y la posibilidad siempre fácil de poner en ridículo a Rajoy y su plasma, son todavía la motivación patriótica del pueblo organizado.
Así que pido a nuestros prohombres que dejen de respirar aires versallescos y vuelvan al cruyffismo constituyente de la República Catalana: “Salid y disfrutad”. El N9N podrá ser una costellada, pero ellos nos quitarán las medianas. Podrá ser una feria, pero con fiscales feroces disparando en cada tómbola. Podrá no tener observadores internacionales, pero al Maresme volverá el turismo de antidisturbios.
Queremos votar porque está prohibido. Por el placer de molestar a Margallo. Votar para ver el gesto de Soraya en el Telenotícies. Votar por reír mientras ellos se cabrean. Votar vestido de civil ante los uniformados.
Y sí. Claro que queremos garantías. Y queremos que el Gobierno ponga a su gente y su aval. Y sí, está claro que hay que vigilar muy, muy de cerca a este gobierno y ahogarlo a obligaciones. Que son convergentes, ¡qué puñeta!
Pero que quede claro (y lo digo por Iceta) que somos perfectamente conscientes de la utilidad de nuestro gesto. El N9N no es ni la última carga de Villarroel por el Born. Ni tampoco es la noche de reyes ni nosotros niños a la espera de los Magos. Somos un pueblo adulto, cabido y determinado que cuando pierde una posibilidad, busca otra. Que ni se frustra ni se encama antes de tiempo. Así que tranquilo que no nos frustraremos, señor Iceta. El día 9 saldremos llorados de casa y volveremos sonrientes. Si encontramos obstáculos de todo tipo, los arreglaremos. Y si nos quitan una urna, haremos otra, que el cartón pide poco trabajo. Porque es el desafío alegre, es el gesto festivo y desobediente lo que queda y vale del N9N. Es sólo desobediencia. ¿Os parece poca broma?
Y después, como decía el poeta, que cadascú es vesteixi com bonament li plagui, i via fora! Que las listas están por hacer y las plebiscitarias son posibles.