El gobierno municipal de Barcelona necesita sumar esfuerzos. Desde que Ada Colau asumió la alcaldía su dependencia aritmética se ha dejado ver en los plenos, donde no siempre ha logrado sacar adelante sus medidas. Seguramente, la retirada de las ordenanzas fiscales ante la falta de apoyo de sus principales socios de investidura, ERC –con cinco concejales—, y PSC –con cuatro—, es un ejemplo paradigmático de un gobierno en minoría que, sin embargo, sí ha logrado aprobar otras medidas en materia social, como invertir 100 millones de euros del superávit en políticas sociales. Una iniciativa que, esta vez, contó con la luz verde de ERC, PSC y CUP.
Entre estos tres partidos de la izquierda, que facilitaron hace cinco meses la investidura de la alcaldesa –con el matiz de la CUP, que solo cedió un voto favorable de sus tres regidores—, está la llave para escapar de la fragilidad política. Pero tras una ronda de contactos de Catalunya Plural con las tres formaciones, ninguna combinación que incluya dos partidos resulta posible. Solo la entrada en solitario de ERC o de PSC reforzaría el gobierno de Colau a la vez que la vincularía demasiado a dos formaciones con las que no comparte buena parte del programa y el diagnóstico. La determinación de los republicanos con la independencia y la vinculación del PSC con la vieja política preocupan a Barcelona en Comú, que tampoco podría sumar a ambos partidos a la vez por la falta de sintonía entre ellos.
Mientras que el PSC y ERC ofrecen su apoyo al gobierno municipal, cada uno con sus condiciones, la CUP descarta cualquier tipo de pacto. Un difícil sudoku que todavía se complica más con la inminente llegada de la campaña de las generales del 20 de diciembre, en la que la plataforma de Colau ya ha avanzado que tomará partido. Un periodo en el que las formaciones que deberían entenderse entrarán en las disputas propias de cualquier pulso electoral.
Más allá de la aritmética, entre las filas de Barcelona en Comú preocupa la falta de efectivos. El déficit dificulta al gobierno municipal el reto de satisfacer una de sus principales promesas de campaña: la proximidad. Uno de los compromisos capitales del mandato era, precisamente, el de estar presente en los barrios. El de tejer una política basada en la cercanía, un municipalismo participativo que, de momento, no se está percibiendo en buena parte del territorio. Parte del tejido asociativo y comercial de Barcelona empieza a inquietarse por la escasa presencia de algunos de los regidores.
El PSC, la vieja política y el líder confluyente
El PSC, la vieja política y el líder confluyenteLas relaciones entre BComú y PSC son fluidas. Lo bastante como para que hace solo unas semanas el líder de los socialistas en Barcelona, Jaume Collboni, compareciera junto a Colau para anunciar la redistribución del superávit en fines sociales. La unidad contrasta con el recelo en otras temáticas, como en los Juegos Olímpicos de invierno o la moratoria hotelera. Una de cal y otra de arena que Collboni, uno de los principales activos del PSC en Catalunya, ha sabido administrar con mano izquierda, moviéndose cómodamente entre la generosidad y la crítica.
Para el PSC, BComú también tiene luces y sombras. Los socialistas ven como un punto fuerte la esencia de ICV dentro del partido de Colau, y el mismo Collboni admite en una entrevista con este medio que comparte “ADN pactista” con concejales ecosocialistas, como Janet Sanz o Laia Ortiz, no en vano PSC e ICV gobernaron conjuntamente la ciudad durante 30 años. Y no solo eso, Collboni admite sin tapujos que se prestan a entrar de la mano de ERC si eso facilita el acuerdo, siempre y cuando los republicanos accedan a dejar el debate independentista al margen del acuerdo de gobierno. Incluso de producirse un pacto de gobierno, y según fuentes del PSC, Collboni podría quedarse fuera de las áreas de gobierno y ceder la responsabilidad a su número dos, Carmen Andrés, que le pisó los talones en las primarias socialistas de 2014.
Sin embargo, para BComú el perfil confluyente de Collboni no esconde la trayectoria del PSC en la ciudad, pero también a nivel autonómico y estatal. Llegar a un acuerdo con uno de los partidos más emblemáticos de la vieja política, parte del bipartidismo, sería difícil de entender para gran parte de las bases y votantes de Barcelona en Comú. Sin embargo, fuentes del gobierno de Colau informaban a este medio días después de las elecciones catalanas que existía cierta preferencia por los socialistas antes que con ERC, “por la excesiva política de símbolos” de los republicanos, en alusión a capítulos como el de la guerra de banderas que tuvo lugar en el balcón del Ayuntamiento.
ERC busca a la CUP y cierra la puerta al PSC
ERC busca a la CUP y cierra la puerta al PSC El clima político que vive Catalunya, que en las pasadas elecciones catalanas vio cómo una mayoría independentista se imponía en el Parlament, favorece una eventual entrada de ERC. De hecho, la coalición de Junts pel Sí, donde se integraba ERC, ganó en 9 de los 10 distritos de la capital catalana. Laa victoria no pasó desapercibida a BComú que, sin embargo, teme que el debate nacional o identitario se instale en el consistorio. Los de Colau fijan su línea roja en “dar apoyo al proceso soberanista en base a la celebración de un referéndum que permita avanzar hacia una República Catalana”.
Por lo que se refiere a una entrada conjunta con el PSC, el partido de Alfred Bosch cierra la puerta. “No compartiremos gobierno con un partido del establishment y con casos de corrupción”, dice en una entrevista que se publicará este lunes en Catalunya Plural. Pese a admitir “sintonía personal y política” con Collboni, Bosch hace una lectura del PSC en clave nacional y autonómica: “Nuestra gente no podría entender un pacto con el PSC de Miquel Iceta o Pedro Sánchez, ubicados radicalmente en el lado unionista”. Eso contrasta con la plena sintonía de programa entre republicanos y socialistas. La semejanza les ha llevado a votar en idéntico sentido en casi todas las medidas de ámbito local, económico o social.
Sin embargo, Bosch sí anima a la CUP a entrar a reforzar conjuntamente el Ayuntamiento. Y para seducir a la izquierda anticapitalista se hace eco de su código ético, con medidas sobre transparencia, banca ética y, sobre todo, iniciativas que les identifiquen en materia independentista, como la entrada en la Associació de Municipis per la Independència (AMI), que contó con el apoyo de CDC, ERC y la CUP pero que, en cambio, provocó la abstención de BComú, que someterá a referéndum si Barcelona se debe sumar, o no, a la plataforma.
La CUP no apoyará pactos “de despacho”
La CUP no apoyará pactos “de despacho”El debate de entrar, o no, en el gobierno no preocupa a la CUP. Los independentistas no tienen ninguna intención de entrar en el juego de puestos y su estrategia pasa por permanecer en la oposición, con un pie en la institución y el otro en la calle. “La CUP-Capgirem no entrará a formar parte del gobierno municipal de Barcelona”, explica a Catalunya Plural la concejala Maria Rovira, que añade: “Ni tampoco apoyaremos pactos de estabilidad establecidos en despachos a cambio de ciertas contrapartidas”.
Para la CUP, si ERC o PSC –o ambos— llegan a un acuerdo con BComú, sería la confirmación del continuismo político de los anteriores gobiernos. “Será mucho más difícil hacer política rupturista de lo que ya lo es ahora”, afirma Rovira. La formación cupaire, que logró por primera vez en su historia entrar en el consistorio barcelonés, denuncia un distanciamiento con la alcaldesa y lamentan que BComú tumbe en el pleno algunas reivindicaciones que, hasta hace cinco meses, les unían en la calle.
La CUP y BComú estudiaron durante meses si comparecer juntos, o no, en las elecciones del 24 de mayo, en el marco de la Trobada Popular Municipalista (TPM). En las últimas semanas, el debate sobre la antigua sede del CADCI –un histórico ateneo independentista que es propiedad del Ministerio de Fomento y que está cedido a la UGT— ha alejado a ambas formaciones después de que la CUP propusiera convertir el edificio en un espacio de memoria de la República. BComú se abstuvo en el pleno, lo que decepcionó a la CUP, que criticó con dureza la falta de apoyo de los que, no hace tanto, eran compañeros de viaje. En la misma entrevista, Rovira vincula a BComú con un proceso de iniciativización, en alusión a las semejanzas con ICV, uno de los actores confluyentes en la plataforma de Ada Colau.