Hace unos meses las calles del Raval se llenaban de carteles con un teléfono para responder a los múltiples desahucios que sufre el barrio y una dirección de contacto: calle de la Cera, 1. Allí se encuentra El Lokal, desde hace 30 años un punto de referencia para el Raval resistente. Librería libertaria, tienda de música, parches y camisetas punks, y sobre todo punto de encuentro.
Iñaki García es una de las ocho personas que vieron necesario un espacio abierto todos los días en el corazón de Barcelona. 30 años después sigue allí, ha visto todos los cambios que ha sufrido el barrio y la ciudad en estas tres décadas, y desde El Lokal ha estado en la retaguardia de los movimientos que les han hecho frente. Durante cerca de dos horas de conversación para repasar estas tres décadas es interrumpido incontables veces. Un vendedor ambulante viene a recoger las esculturas que tiene guardadas allí para salir a trabajar, un miembro de una masía okupada pasa a buscar carteles, un vecino entra a pedir información porque se encuentra en riesgo de desahucio... En octubre hará 30 años que El Lokal es un lugar para todo esto.
¿Qué os lleva a abrir El Lokal ahora hará 30 años?
Lo montamos un grupo de ocho personas que veníamos del Ateneo Libertario del Poble Sec y hacíamos una revista que se llamaba La Lletra A. Había una red de intercambio con otros grupos de Madrid, que hacían Sabotaje y luego fueron de los que impulsaron el Diagonal, o de Euskadi que hacían Resiste. Compartíamos todo lo que era contrainformación y empezamos a editar música. Entonces el Ateneo nos quedaba pequeño, porque era un local cerrado, que no abría todo el día, era más activista. Y nos planteamos abrir una tienda en el Raval, o el Chino, como se decía entonces. En aquella época todo se movía por el centro y muchos ya vivíamos en el barrio.
¿Hay una falta de espacios de referencia como este?
Ahora hay más, pero cuando nació El Lokal prácticamente éramos el único espacio de referencia en temas de música punk o okupación. Cuando fuimos probando horarios descubrimos que los sábados por la tarde teníamos que abrir por fuerza, porque era cuando venía a Barcelona la gente de los pueblos, y llegaban con toda una lista porque la gente les pedían que compraran un casete o una revista. Y luego el estar abiertos todo el día desde el primer momento, ningún espacio como este lo tenía. Después han surgido más librerías, pero la gente no va a una librería a hablar de un desahucio, o de que quiere okupar o de que no quiere hacer la mili. Esto tampoco era un centro social, pero creo que hemos hecho un poco esta función.
Sois más de barrio Chino que de Raval...
Al final te acostumbras al nombre, pero Chino es más canalla y Raval ya es más moderno. Cuando abrimos El Lokal el Raval no existía, esto era el Chino, aunque nunca ha habido chinos... También se le llamaba Distrito Quinto, que venía del franquismo. Pero para nosotros era el mito libertario, donde había estado la Soli [el diario Solidaridad Obrera] o Mujeres Libres. Todo el ambiente punk de Barcelona, o las rutas gays de la época, los circuitos contraculturales, los bares, estaban todos aquí en el centro, fue muy vivo. Sobre todo la pizzería Rivolta. Mucha gente que fundó El Lokal también era de la Rivolta, y nosotros éramos clientes.
¿Y como es la relación con el barrio?
Cuando vinimos nos vieron como gente extraña, siempre éramos los drogotas, los que se liaban todos entre todos, y todos estos tabúes. Tiene que pasar tiempo para que se acostumbren, pero como en todas partes hay gente extraña, acabas formando parte. Pero la verdad es que al principio no estábamos tan metidos en el barrio, eso nos costó. Vivíamos aquí y si había alguna follón reaccionábamos, pero trabajar el barrio no era una prioridad para nosotros, estábamos más por cuestiones internacionales, especialmente cuando creamos el colectivo zapatista. Ha sido más a partir del 15-M cuando mucha gente del barrio se ha implicado y las cosas nos han instalado más aquí. Pero en 1992 con los Juegos Olímpicos por ejemplo sí lo vivimos, nos convertimos en referencia para la gente que venía de todo el mundo y quería contactar con antiolímpicos, y estuvimos con todo el tema de la razzia contra los militantes independentistas. Y luego con la reforma del barrio sí reaccionamos, pero la hicieron con un consenso muy grande y muy poca resistencia. Se expulsó a mucha gente. Ojalá nos hubiera cogido con las redes que tenemos ahora...
Viviste en la calle Cadena, donde se construyó la Rambla del Raval en el 2000. Este proceso te debió tocar de lleno.se construyó la Rambla del Raval en el 2000
La apertura de la Rambla del Raval fue muy dramática. Yo alucinaba porque era una calle que desaparecía, sólo queda una acera, y al otro lado una de la calle Sant Jeroni, que era donde la gente venía a comprar chocolate. En este proceso la Asociación de Vecinos del Raval y su presidente Pep García tuvieron un papel importante. Articulaba el sector más casposo del barrio y representaba a los vecinos ante el Ayuntamiento socialista, que lo utilizaron muy bien. Él controló el proceso y los que eran propietarios intercambiaron pisos y los que eran inquilinos se fueron a la mierda, expulsados. Esto lo condicionó mucho, porque era muy difícil hacer una guerra abierta contra esta gente. Después te sientes un poco responsable, pero nosotros ya teníamos bastante trabajo y esto lo dejamos un poco de lado.
Y después de la reforma de la Rambla del Raval se derribó la manzana de la calle Robadors donde ahora está la Filmoteca.
Allí hubo la Coordinadora Contra la Especulación. Allí estaba Manel González, que sufrió el acoso inmobiliario y nos tocó muy de cerca, y estaba el Ateneo del Chino. El Ateneo era un festival. El Lokal éramos los serios, los culturetas, y el Chino más canalla, más de base, y trabajaron mucho el tema de la reforma de Robadors. Esta fue la época dura, y luego vino la lucha contra el hotel de la Rambla. La Coordinadora Contra la Especulación era un grupo que hacían mucho trabajo, pero en el barrio eran franca minoría. Pero aquí siempre iban saliendo cosas vinculadas al barrio...
¿Qué tipo de cosas?
Por ejemplo, cuando empezaron a venir migrantes de una forma significativa y salió la cuestión de los sin papeles, aquí en El Lokal se montó Xenofilia, que fue un proyecto de la ONG Sodepau, y venían dos tardes a recibir sobre todo a paquistaníes. En aquella época teníamos un bar aquí dentro, que casi nos mata a deudas, y además la gente venía a fumar porros y teníamos a la policía controlandonos cada dos por tres. Pero era divertido ver el ambiente de anarquista clásicos, con los yayos, con los punks y los pakis, que antes nunca habían entrado, y empezaron a acostumbrarse unos a otros. Fue de los primeros lugares donde se trabaja el tema de las migraciones, que al principio costaba, porque la gente que estaba más por la música no se mezclaba con otras cosas, o a la gente más anarko le costaba hacer cosas con “musulmanes y pakis”, pero funcionó.
¿Los movimientos sociales más arraigados tienen dificultades para tejer alianzas con comunidades que han ido llegando al barrio?
Por supuesto, de hecho no pasa. Yo al principio con los inmigrantes hombres me relacionaba en el bar y por el fútbol... De repente con esto de Xenofilia empezamos a tenerlo más fácil, y después llegaron los encierros de Papeles para Todos, y en eso se metió la Casa de la Solidaridad. Pero siempre tenías que tener una motivación extra y externa, porque de ti mismo no sale crear estas relaciones, y nos cuesta reconocerlo. Del mismo modo que la calle de la Cera siempre había sido muy de gitanos y aquí nunca había entrado un gitano. O en otro sentido, El Lokal teníamos la suerte de que siempre había bastantes mujeres, pero siempre en los espacios activistas se notaba la ausencia de mujeres, y es que eran espacios muy machorrines, muy duros, y claro... O en este ambiente anarko tampoco venían gays. En el Raval era diferente, porque siempre estaba Manel del Chino, y traía gente, pero pocos. También hubo una época que el Col·lectiu Gai de Barcelona se separó del FAGC y venían y se reunían aquí. Vas creando redes... Y tú como activista tienes que hacer un esfuerzo. Por ejemplo, los chavales del barrio hace muchos años que son más de rap y hip hop, y a la gente del punk que hay aquí le costó, pero acabamos incorporándolo a nuestras fiestas.
Antes decías que fue a partir del 15-M cuando empezó a haber más vinculación con el barrio. ¿Cómo vivisteis ese momento?
Nosotros veníamos de una crisis muy fuerte del zapatismo, y el sector más punk también se había ido, y cuando llega el 15-M estábamos muy flojos como El Lokal. Pero fue una gran alegría. Yo me acercaba con mucho respeto, y vi que me tocaba quedarme un poco al margen, porque estás muy acostumbrado a organizar cosas y lo vives de otra manera. Desde el ambiente libertario y más activista mucha gente fue crítica y un poco chula respecto al 15-M, y a mí me molestaba mucho, porque vi cosas que no había visto nunca, y mucha gente joven. Con el 15-M descubrí que nosotros también tenemos vicios, y si ves que participan unos que no son los tuyos no te gusta, hay una especie de competencia activista que el 15-M rompió. Veníamos de la experiencia de la Asamblea de Barcelona, de okupar el banco en la Plaza Catalunya, y un sector muy politizado y activista, que no está mal, pero tiene consecuencias, mucha gente no entraba. En cambio en el 15-M la mayoría de gente que tiraba del carro no eran estos activistas, aunque también estaban, y eso estuvo muy bien. Nosotros cuando nos pusimos fue cuando se fue de la plaza para volver a los barrios. Y de aquello quedan cosas que no son tan visibles como la plaza, porque nadie ha contado la cantidad de colectivos, cooperativas o grupos de teatro que salieron de allí. Aquí en el barrio por ejemplo se creó Prostitutas Indignadas, y esto nunca había pasado. Quizás conocías alguna prostituta, pero nunca te habías encontrado participando de asambleas juntos, y eso es fruto del 15-M. Fue una revolución cultural muy fuerte, y muchas cosas, como toda la reacción a la muerte de Juan Andrés sin el 15-M no hubiera pasado.
¿Qué representó a nivel de barrio que la policía matara a Juan Andrés Benítez?
En el barrio siempre han pasado estas cosas, pero fue muy extraño. Esto fue un fin de semana y el lunes estábamos aquí en El Lokal con la gente de Rereguarda en Moviment intentando averiguar qué había pasado, cuando llegó Gerardo Ariza con unos carteles que había hecho, y nos dijo que era amigo suyo. Él que no era activista, llegó aquí desesperado y se encontró un grupo de gente organizado y se aferró a ello. Se decía que Juan Andrés era una empresario gay, pero era un pequeño comerciante que estaba en la ruina, y eso le pasa porque vive en el Raval, porque si viviera en el Gayxample sería muy difícil que pasara. Automáticamente esta lucha se convirtió en una prioridad. La primera manifestación por este tema fue impresionante, porque salimos de la Rambla del Raval con los pakis, las prostitutas, el colectivo gay... Los que nunca se juntaban estaban allí todos juntos y viendo la importancia de hacerlo, porque podría haberle pasado a cualquiera.
El gobierno de Barcelona en Comú ha intentado dos veces galardonaros con la medalla de la ciudad y la habéis rechazado.la habéis rechazado
El año pasado me lo propusieron a mí, ¿pero qué tenía que hacer yo? Yo no quiero medallas e ir al Ayuntamiento a hacer un gran discurso. Este año en cambio le propusieron a El Lokal, y entonces consideramos que también era bueno hablarlo. Y tienes que ser elegante, no es cuestión de decir que qué cabrones por darte la medalla, porqués es un gesto afectivo, pero si no la queremos también está bien decirlo.
Esto representa que sois un referente para la gente que está gobernando la ciudad. ¿Cómo lo vivís?
Yo estoy un poco asustado, porque es un momento muy complicado, y la gente simplifica cuando en cambio esto cada día se complica más. Situarte en este nuevo contexto es un follón, porque además son amigos. Gala Pin [concejala de Ciutat Vella] viene de vez en cuando aquí a hablar, pero sabes que no hablas con una compañera, que viene a ver qué hay. Esto no me molesta. Ahora bien, la institución siempre intenta agarrarte y que colabores, como es normal, porque ellas se lo creen. Pero cualquier cosa para nosotros debe ser desde la autonomía, y nuestro objetivo es autoorganizar el barrio, no que el Ayuntamiento lo haga cada día mejor y todo el mundo vaya a pedirle cosas. Ahora bien, con el tema de los desahucios por ejemplo tenemos un debate, porque hay quien les mete demasiado caña, y yo creo que dentro de las posibilidades lo están haciendo bien. Y también sabemos que nos están utilizando, porque nosotros hacemos de mano de obra para parar los desahucios y que la administración después pueda negociar, pero así a la familia no la dejan en la calle. No somos idiotas, ya lo sabemos y lo aceptamos.
Pero no siempre es así.
Luego llega el tema de los manteros y la represión de la Guardia Urbana y aquí ves como se la cuelan. Lo que pasa es que se crean problemas como éste o la huelga del metro y la gente que creía más en ellas se ha frustrado y está dolida, y eso pasa factura. Pero claro, no es mi caso, porque ya decíamos que ¿quién podía esperar que hicieran algo por ejemplo con la Guardia Urbana? Pero también es una oportunidad para hacer según qué cosas. Para mantener una actitud crítica y libertaria y desde fuera tenemos que ir mirando en cada caso.
¿Y a nivel de barrio en el Raval?
La solución que se está aplicando a muchos de los conflictos del barrio es que el Ayuntamiento compre edificios, es lo que ha pasado en Can 60, en el Espacio del Inmigrante o en el Gimnasio Sant Pau, pero están sentando un precedente muy complicado, porque entonces todo el mundo esperará que compre. ¿Entonces qué? ¿Si nos quieren cerrar El Lokal tendremos que hacer una campaña para que el Ayuntamiento compre? No debería ser así. Lo que pasa es que es un momento complicado, ahora nos encontramos con la gentrificación de una manera que no era así ni el 92 con los Juegos Olímpicos. Yo tengo miedo porque veo que ahora todas las mafias del mundo están aquí, con la pasta por delante y haciendo negocios especulativos. Nuestra fuerza también es que si paras una venta un mes tal vez ya les has jodido un negocio de miles de euros. Pero todo este panorama asusta mucho, porque los que están en el Ayuntamiento lloran todo el día porque todo el mundo les pasa factura y son minoría, la gente tampoco estamos tan organizados como parece, y los poderes reales van a la suya.
Planteabas que la gente que creía en un cambio radical se ha frustrado. ¿Crees que acaba siendo más fácil relacionarte con la institución desde una perspectiva libertaria?
Para mí la perspectiva libertaria es no apalancarte, cuestionar y cuestionarte y no ir dando lecciones de profeta. Para mí es un buen lugar desde el que situarte. Hay quien me dice que soy demasiado estricto, pero para mí por ejemplo el tema de votar es una cuestión superior, y ya no le digo a nadie si debe hacerlo o no, pero yo no puedo. Las que están en el Ayuntamiento me preguntan si ni siquiera ahora votaré, pero hay que desmitificar esto, lo importante es lo que ocurre después, qué hacen ellas y qué hacemos nosotros. A nivel de grupos autónomos y espacios tampoco estamos para tirar cohetes, y para mí la prioridad es que esto funcione. Y es una forma de mirarlo que también me es cómoda, porque veo que la gente lo está pasando mal. La gente se lo ha creído demasiado, se ha potenciado una euforia con el cambio político. A mí no me gustó nada este discurso de “vamos a echar a los de arriba”, porque pensaba “ya veréis...”, y luego la gente se lo cree y se frustra.
Hablabas de la gentrificación y decías que estamos peor que en el 92 con los Juegos Olímpicos.
Yo lo vivo así, veo que la magnitud es mucho mayor y la dinámica es mundial. Esta idea del turismo como una industria extractiva que te expulsa no era así. No tenías un piso de propiedad, pero en el Raval siempre podías encontrar un piso. El otro día una señora me decía que aquí no quería venir nadie, y a los que hemos aguantado toda la vida, hemos aguantado toda la mierda, ahora nos van a echar. Antes mucha gente no quería venir al Lokal porque encontraban que la calle de la Cera era peligrosa, y ahora resulta que están echando a la gente del barrio. Y además lo vives con impotencia, porque te tienes que enfrentar a un poder tan grande como es el lobby inmobiliario y hotelero. Pero hay que hacerlo. Esta lucha es eterna, pero siento que es un momento muy delicado para el barrio, nos jugamos mucho.
También hay que decir que mucha gente criticó la llegada de migrantes al barrio, pero nos salvaron. Si la gentrificación del Raval llega más tarde de lo previsto es gracias a los inmigrantes. Todo estaba previsto para que viniera la gente de pasta, pero esta gente que gentrifica no quiere vivir junto a un paki o un marroquí, y llegaron sin que nadie lo esperara, reavivaron el comercio del barrio, hicieron vida... O sea que no todo está escrito, pasan cosas inesperadas. Y también creo que es tan fuerte la ofensiva que también provoca que gente que nunca en la vida haría cosas con nosotros, la tengamos de compañeros o compañeras.
¿Y hoy cómo es esa convivencia?
Los chavales hijos de familias inmigrantes, que han nacido aquí o han estudiado aquí, yo veo que les gusta el barrio, que tienen la identidad, a su manera pero como la siento yo, de un barrio rebelde, en el que puedes hacer cosas... Esto me hace confiar. En Barcelona y concretamente en el Raval ha pasado muchas veces en la historia que cuando nos han querido echar no ha sido tan fácil, y esto no es casual.
¿Por qué crees que habéis aguantado estos 30 años?
La gente le tiene mucho cariño al Lokal, y creo que tiene que ver con que nosotros nunca hemos querido ser un modelo. Hemos ido haciendo y, por ejemplo, no queremos subvenciones, pero al que las pide no le decimos que es un traidor ni mucho menos. Es evidente que esto tiene consecuencias, pero la gente es lo suficientemente grande para valorar sus decisiones. Hemos tenido la suerte de que con esta actitud la gente se relaciona mejor contigo, te valora, y si tienes un problema te da una mano. También es verdad que ha habido momentos en que El Lokal ha sido muy flojo, pero en otros ha sido más activo, muy en relación a lo que ocurre. Por ejemplo, con la campaña por la insumisión, nosotros éramos antimiltaristas y ya nos conocíamos y nos valorábamos con la gente del MOC [Movimiento de Objeción de Conciencia], que para la mayoría de anarkos eran los hippies cristianos comeflores. Aquí se formó el CAMPI [Colectivo Antimilitarista Pro Insumisión] y grabamos la cinta Rock Antimili, porque en el mundo de punk todos eran insumisos. Con la cinta sacamos un montón de pasta, y también dimos para abogados que llevaban casos de gente del MOC. Tampoco es que aquí lo hiciéramos todo, pero nunca decías que no, siempre intentabas echar una mano. Y aquí han surgido muchos colectivos, porque ya tenías una estructura, y hacías un cinta, o un CD, o un libro... Últimamente nos hemos especializado más en infraestructura para los movimientos, y tenemos por ejemplo megáfonos para cualquiera que venga porque quiere montar una manifestación. O paellas grandes, que antes sólo las tenían la UGT o el PSC, la gente no tenía, y nosotros ahora tenemos tres y las dejamos cada fin de semana. Esto a todo el mundo le parece muy bien, pero la gente no lo hace, e intentamos hacer pedagogía, pero a veces también te encuentras que la gente no lo cuida...