El bar Flores es un punto de vida en la calle Encuny. El barrio de la Marina del Prat Vermell se encuentra escondido del resto de Barcelona tras la montaña de Montjuïc. Frente al bar hay talleres de coches y a su lado la fábrica de productos dietéticos Santiveri, creada en 1928 y que da nombre a la zona residencial que resiste entre polígonos industriales, la Colonia Santiveri. Fina regenta el bar con su hermana, llevan toda la vida en el barrio. Han visto como mucha gente lo ha ido abandonando por la dificultad de llevar su vida allí, tras años de dejadez. En la zona ha seguido creciendo la industria, pero no los servicios para los vecinos. Cuando se van los oficinistas, el barrio es un desierto. “A determinadas horas, cuando pasas, te suben todas las angustias”, dice Fina.
El miedo que puedan tener las mujeres a ir solas por la calle es un problema que preocupa al consistorio. “Los hombres y mujeres viven la ciudad de manera diferente y las políticas urbanas ponen a los hombres en el centro”, asegura Laura Pérez, concejala de Feminismos y LGTBI del Ayuntamiento de Barcelona. Ahora afronta el reto de que la perspectiva con la que se aborda el urbanismo no sea puramente masculina.
Pérez conoce bien esta realidad por su experiencia en el ámbito de la cooperación, trabajando en América Latina con ONU Mujeres, pero también por su experiencia personal. Antes de entrar en el Consistorio trabajaba en una empresa en los polígonos de la Marina, una zona que es ejemplo del urbanismo masculinizado que quiere cambiar. Pérez nos acompaña en autobús para explicar sobre el terreno qué implica el plan municipal de “justicia de género” presentado hace unas semanas.
La seguridad es una de las cuestiones que aborda el plan de justicia de género, pero no la única. Su objetivo, explican, es fomentar la participación de las mujeres y “repensar cómo debe ser el espacio público, las infraestructuras, las formas de movilidad, las viviendas, los horarios comerciales, los servicios sociales, educativos o sanitarios, o el modelo cultural de la ciudad”.
El autobús es el único medio de transporte que llega a la Marina del Prat Vermell y tiene las paradas en el paseo de la Zona Franca. “A partir de las 18 horas las empresas han cerrado y esto queda todo vacío”, explica Esther Pérez Sorribas, vecina del barrio y consejera de distrito por Barcelona en Comú. Desde el paseo hasta la Colonia Santiveri hay que atravesar descampados o polígonos vacíos para llegar a casa.
El transporte público, terreno de mujeres
¿Y quién utiliza el autobús? Mayoritariamente las mujeres. Según datos del Ayuntamiento, un 24,5% de los hombres de la ciudad utiliza el vehículo privado frente a un 13,6% de mujeres. Ellas en cambio, predominan en el uso del transporte público y en los desplazamientos a pie. Desde la concejalía aseguran que tradicionalmente “se ha considerado que los desplazamientos obligados solo tienen como objetivo ir a trabajar de forma remunerada o de ir a estudiar”. Esta perspectiva, dicen, invisibiliza a las mujeres, que habitualmente asumen las tareas de cuidado, que requieren desplazamientos de más proximidad, por ejemplo, para ir a comprar o para acompañar familiares.
En el bar Flores, Fina explica que los jóvenes de la Marina empiezan a ir en moto en cuanto pueden conducir, algo que les da cierta independencia: “Mi sobrina, por ejemplo, va en moto en todas partes, pero ahora no la lleva porque está embarazada, y necesita que la lleven en coche su marido o su padre”. La madre de Fina, por otra parte, tampoco tiene autonomía para salir del barrio por falta de transporte y por el estado de las calles. “Mi marido la acompaña cada sábado a la peluquería, porque aquí no hay, y de allí se puede ir en autobús a pasear al centro para volver en taxi, porque desde cerca no la quieren traer”, explica Fina.
Marchas exploratorias
Mujeres como Fina, su sobrina o su madre participarán en una marcha exploratoria que está preparando la concejalía. El objetivo es estudiar la seguridad y el urbanismo del barrio a partir de la experiencia de las vecinas, recorrer con ellas las calles, ver qué percepción de seguridad tienen en el espacio público y qué se podría cambiar para mejorarlo. En un primer recorrido, la concejala y la consejera de distrito identifican algunos elementos que podrían salir en el paseo: aceras irregulares –algunas personas mayores se han caído, apunta Fina–, plazas de cemento vacías, entradas de parking que son puntos oscuros en las noches o matorrales elevados donde se podría esconder alguien.
Al otro lado de la Colonia Santiveri, Laura Pérez destaca un ejemplo de urbanismo que no está pensado para las personas. La acera de la calle Mare de Déu del Port, especialmente transitada por coches que van y vuelven del puerto, tiene a un lado polígonos y al otro vegetación alta. “Estas plantas están pensadas para hacer bonita la calle para los coches, pero impiden la visibilidad de quien va a pie”, apunta la concejala. La iluminación de la vía también está pensada para los coches y por la noche no llega a la acera, que, por otra parte, tiene un suelo muy irregular, que no permitiría correr ante una situación de peligro. “Es una ratonera”, concluyen.
En la otra acera está una de las entradas al cementerio de Montjuïc. Es una zona de prostitución. “Tiene un carácter diferente a la de otras zonas de la ciudad, porque es una prostitución especialmente vinculada al consumo de drogas”, explica Laura Pérez. Las chicas trabajan allí para poder pagar su consumo, o incluso a cambio de droga.
Este es una cuestión que también preocupa a las mujeres del barrio, pero no por la prostitución. “Con ellas no tenemos ningún problema, pero atraen a un tipo de señores que dan un poco de miedo, creen que todo el campo es orégano”, dice Fina. “Los fines de semana, cuando esto está vacío, si sales a tirar la basura tienes que taparte como una monja, porque a poco que te vean, los coches ya frenan”, explica. “No sabes la rabia que me da que frenen, aunque no me digan nada”.