Catalunya se prepara para la llegada del lobo: “Es cuestión de tiempo que se reproduzca en nuestros bosques”

Pol Pareja

Espolla (Girona) —
24 de octubre de 2022 22:46 h

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Cuando un lobo ataca a otro animal en Catalunya, al día siguiente se presenta en el lugar Gabriel Lampreavel. Delgado y pelo canoso, pobladas cejas negras, es el mayor experto en el depredador que hay en el cuerpo de agentes forestales: su rutina consiste exclusivamente en rastrear a los pocos ejemplares que hay identificados en la comunidad.

Hace dos semanas tuvo que desplazarse hasta el parque natural de l’Albera (Girona), a pocos kilómetros de Francia. Una cabra apareció devorada por un lobo y Lampreavel inició una ardua tarea para identificar al atacante, un trabajo que le puede llevar más de un año.

Lampreavel instala cámaras en los árboles para determinar primero si el lobo sigue ahí. Después, rastrea los bosques junto a su perra Taca buscando heces o cualquier rastro del lobo. Una vez encuentra restos genéticos, trata de determinar si es un ejemplar conocido o uno de nuevo. 

“Es cuestión de tiempo que se reproduzcan y se instalen en nuestros bosques”, explica desde este paraje natural junto a su perro y otro agente forestal. “Puede ser cosa de tres años o de veinte, pero es inevitable”.

Apenas 48 horas después del ataque a la cabra en l’Albera, una de las cámaras colocadas por este agente rural inmortalizó al lobo caminando por el bosque durante la noche.

Desde 2000 se han detectado una veintena de ejemplares de lobo en Catalunya, aunque identificados genéticamente solo hay cuatro. Las cifras están muy por debajo de las poblaciones en el resto del país. Se calcula que en España hay unos 2.500 ejemplares, la mayoría de ellos concentrados en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria. 

Todos los expertos constatan que en España los lobos se extenderán “como una mancha de aceite” después de que el Gobierno prohibiera su caza en septiembre de 2021. En Francia, donde la especie está protegida aunque se permite la captura de algunos ejemplares, no había ningún lobo en 1992. Ahora hay más de 1.000.

En Catalunya no se ha localizado todavía ninguna hembra, cuya presencia abrirá la posibilidad de que el lobo se reproduzca y se instale en los bosques catalanes como ha hecho en el resto de comunidades. En el mundo rural la posibilidad de que vuelva el lobo genera pánico. En la ciudad, en cambio, hay algunos colectivos entusiasmados con la idea.

“He visto a ganaderos absolutamente desquiciados”, relata Lampreavel, seguramente la persona que ha tratado a más afectados por ataques de lobo. Este agente describe una desazón intangible que afecta “noche y día” a los que tienen animales que han sido atacados o viven bajo su amenaza. “En las zonas donde se había erradicado, es cierto que su regreso supone un drama”, añade. “En  cambio en las áreas donde siempre ha estado ahí, hay más tolerancia y conocimiento”.

“Hay que hacer un trabajo de concienciación, que es lento”, explica Nico Espinós, técnico del servicio de Fauna y Flora de la Generalitat. “Es una situación que cuesta asimilar en el mundo rural, pero solo nos queda aceptar la cohabitación con el animal”. Quienes viven en zonas rurales aisladas, que han crecido toda la vida con la idea de que el lobo era malo y debía erradicarse, de repente ven como las autoridades prohíben su caza.

Muchos ni siquiera están preparados para la nueva realidad después de 40 años sin lobos en Catalunya. “Habrá que poner cercos, cerrar masías y hacer cambios porque si no es así, esto va a estallar”, apunta Espinós, que explica que el Govern apuesta por un cambio de hábitos ante la inminente llegada del animal. “Lo de tener a las ovejas sueltas todo el verano en el monte llegará un momento en que igual no será posible”, añade. 

Cisma entre el mundo urbano y rural

La prohibición de cazar lobos ha levantado ampollas en las zonas rurales con mayor presencia del depredador, en una disputa que enfrenta al mundo urbano y al rural, también a la izquierda y a la derecha, alrededor de un animal cuya mística ha alimentado durante siglos el acervo popular. 

Castilla y León, Asturias, Galicia y Cantabria (algunos de estos Gobiernos son del PP, otros socialistas) han recurrido ante la justicia la prohibición de cazar el lobo, una postura que también han adoptado las principales asociaciones rurales y ganaderas de estas zonas. 

Ante la nueva realidad, las administraciones han desplegado programas de prevención y compensación para los ganaderos que sufren ataques del lobo. Desde el año pasado, la Generalitat subvenciona o cede el material para instalar cercos protectores. También sufraga el pienso de los perros mastines que acompañan al ganado durante los meses de verano. A su vez, compensa económicamente a los ganaderos por cada animal atacado. 

Los afectados consideran que las compensaciones de la Generalitat son escasas, llegan tarde e implican un montón de papeleo. “Tardan casi un año en llegar y no tienen en cuenta muchos factores que implica un ataque de este tipo”, explica un ganadero que fue indemnizado y prefiere no ser citado. “Las ovejas y las vacas se quedan asustadas, bajan la producción y ganamos mucho menos dinero por ellas”, añade. “¿Cómo se cuantifica esto?”, se pregunta.

“Pagar el daño no arregla nada”, admite Xavier Rodríguez, jefe de los agentes rurales en el Alt Empordà, donde se ha registrado el último ataque. “Lo que se tiene que intentar es que el daño directamente no ocurra”.

A 160 kilómetros de ahí, en Barcelona, la semana pasada se presentó el Grup Llop [Grupo Lobo]. La iniciativa aúna a varias entidades animalistas y ecologistas (entre las que se encuentran Greenpeace o WWF, por ejemplo) con el objetivo de “reclamar una serie de medidas urgentes” para “la recuperación del lobo en Catalunya” así como el “reconocimiento” de su “papel ecológico fundamental”.

“Quién mejor ve al lobo es quien lo tiene lejos”, responde indignado Joan Guitart, coordinador de las comarcas de montaña del sindicato Unió de Pagesos. “A todos los que en Barcelona defienden su regreso les propongo que se lo metan en el parque de Collserola, a ver qué opinan entonces del lobo”.

Sergi Garcia, miembro de esta nueva plataforma, entiende que en las comarcas más afectadas tengan una visión distinta sobre la reintroducción del animal y asegura que la iniciativa pretende defender al “mundo rural” y no enfrentarse a él. “Ellos no ven ninguna ventaja, pero nuestra tarea es convencerlos”, explica. “Para ellos puede ser un inconveniente, pero para la sociedad es una cosa positiva, un elemento importante en la cadena trófica”.

Guitart, de Unió de Pagesos, cree que mientras se reivindica la ganadería extensiva por los efectos que tiene a la hora de prevenir incendios en el bosque, la reintroducción del lobo supone un varapalo para los que apuestan por este modelo. “Es imposible convivir con osos y lobos y tener el ganado en la montaña”, asegura. “Es una manera de expulsarnos del campo”.

Garcia, del Grup Llop, cree que la visión de Guitart es exagerada. “Por el lobo no será que nadie deje el campo”, asegura. “Además, la ganadería que puede verse perjudicada es mínima, a los grandes productores de leche y carne no les afectará”. Garcia cree que en las zonas donde se reintroduzca el lobo “habrá una ganancia medioambiental” y “eso vende”. “Es mejor vender queso de una zona con osos o lobos, muy bien conservada, que venderlos del Besòs”, apostilla. 

Lampreavel, el experto en lobos de los agentes forestales, reflexiona: “Tal vez como humanos deberíamos plantearnos si podemos ir eligiendo qué especies pueden existir y cuáles no”. Aunque también comprende a los ganaderos: “Puede ser la gota que colme el vaso para los que quieren vivir del campo”.

Lo que sí tiene claro es que, si se reintroduce el animal, el “daño cero” será una quimera. “La coexistencia puede ser más o menos posible”, remacha. “Pero donde haya lobos va a ser duro”.